Los duques de Sussex, cada vez más lejos de los Windsor a los dos años de su nueva vida en California

Marzo de 2020 supuso un nuevo comienzo el príncipe Harry y Meghan Markle

Por L.F.S.

Hace dos años que los duques de Sussex se mudaron de Vancouver, donde se instalaron tras renunciar a sus obligaciones reales, a California, mucho más cerca de la madre y la raíces de Meghan Markle. Apenas habían pasado unas semanas desde que el mundo se paralizará por la pandemia y su traslado in extremis, antes de que cerrasen las fronteras de Canadá, no estuvo exento de polémica, como casi todos sus movimientos desde que tomaran la decisión sin precedentes dejar de ser miembros senior de la casa real. Desde entonces hasta ahora, ha habido muchas fricciones y pocos acercamientos entre la pareja y los Windsor, y la brecha se escenificará como nunca con la ausencia del príncipe Harry en la misa en recuerdo de su abuelo que se celebra el martes en Londres. 

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A su llegada a Estados Unidos, se instalaron en la casa del magnate de Hollywood Tyler Perry, pero fue solo de manera provisional. Allí pasaron los correspondientes meses de aislamiento debido a la crisis del coronavirus hasta que  meses después compraron una casa en el condado de Santa Bárbara, en las inmediaciones de la exclusiva zona de El Montecito, donde viven personalidades como Oprah Winfrey o Ellen Degeneres. Fue entonces cuando se empezó a perfilar realmente su agenda americana. Si bien la pandemia redujo sus apariciones públicas a algunas videollamadas, poco a poco la Fundación Archewell con sus proyectos solidarios se ponía en marcha, mientras firmaban contratos con empresas del calibre de Netflix o Spotify. El mensaje parecía claro: seguirían comprometidos con las causas sociales que siempre había apoyado, pero el objetivo era ser económicamente independientes y debían elegir qué hacer para ello. El sector audiovisual será una de sus fuentes de ingresos. 

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Entre tanto, se cumplió un año de su decisión de abandonar sus obligaciones reales y, con ello, la dura decisión de Isabel II de retirarles sus patronazgos reales y los títulos militares del príncipe Harry. No fue fácil de encajar para el hijo de Carlos de Inglaterra después de una década en el Ejército, que le reportó algunas de sus mayores satisfacciones, por eso respondieron a la Reina acatando sus órdenes pero matizando: "El servicio es universal". Esta contestación, cuando es prácticamente inaudito responder a un comunicado de Isabel II, ya daba a entender que el consenso escenificado tras la cumbre de Sandringham era exactamente eso, una escenificación. 

El punto de inflexión

Las rencillas se hacían notar en esa clase de detalles, pero no fue hasta la polémica entrevista con Oprah Winfrey, su vecina y amiga, cuando todo estalló por los aires. Hicieron lo impensable. Contaron con pelos y señales los problemas de su vida en palacio, las razones que les llevó a salir y la relación con muchos de los miembros de la familia real. Solo salvaron a uno: a la Reina, para la que solo hubo buenas palabras. Aún así, sus declaraciones cayeron demoledoras como bombas, en especial aquellas que hacían referencia a supuestos comentarios racistas sobre el color de piel que tendría Archie. Todo esto estaba muy reciente cuando los Windsor se vieron sacudidos por el fallecimiento del duque de Edimburgo. Harry no faltó al funeral, pero acudió solo, ya que Meghan Markle se encontraba en la recta final de su segundo embarazo. El reencuentro no solo fue frío, si no que los dos hermanos ni siquiera caminaron juntos tras el féretro. 

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Aún así, aún hubo otro reencuentro entre los príncipes Guillermo y Harry. Fue en julio con motivo de la inauguración de la estatua en honor a Diana de Gales en los járdines de Kensington. De nuevo, frialdad. Aunque se especuló con un acercamiento en privado, lo cierto es que fue la última vez que les vimos juntos y lo acontecido desde entonces no hace augurar vuelva a ocurrir en el corto plazo. El hijo menor de Carlos de Inglaterra regresó a California, donde dio la bienvenida a su segunda hija, Lilibet Diana, que aún no ha pisado suelo británico. Después de un verano dedicados al bebé, en noviembre volvieron a la vida pública con toda una agenda de actos digna de alguien con responsabilidades oficiales, que incluía incluso reuniones con autoridades políticas en Nueva york o su propia celebración del Día del Armisticio con su participación en la Gala Salute Freedom como auténticas estrellas de Hollywood. 

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Su popularidad sube como la espuma en Estados Unidos, mientras mantienen la distancia con su familia y se enzarzan en batallas legales, primero contra los tabloides y, después, contra el Ministerio de Interior. La cuestión de su seguridad y la de su familia, que siempre ha preocupado al príncipe Harry, ha servido para levantar el último muro. El nieto de la Reina no se siente seguro en Londres ya que su equipo de seguridad privada no tiene acceso a la información de los servicios de inteligencia y, aunque estaría dispuesto a pagar por ello, no es un servicio que pueda venderse. Sostener esta postura que tendrá que defender en los tribunales, le impide asistir a la misa en recuerdo de su abuelo que se celebrará el martes en la londinense Abadía de Westminster. Esta decisión le ayuda en su litigio, pero le aleja aún más de su familia. 

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