Felipe de Marichalar ha vuelto a casa y a las tradiciones familiares tras haber pasado el último año en Estados Unidos, en una escuela que algunos apuntan que es militar. El nieto mayor del rey Juan Carlos se unió al palco real de la plaza de toros de Las Ventas para arropar a su abuelo que presidía ayer la corrida de la Beneficencia, una de las más importantes que se celebran en Madrid. Doña Elena, que como su padre es gran aficionada a los toros, y su hijo mayor, heredero de la admiración familiar al arte taurino, fueron a recibir a don Juan Carlos a su llegada a la plaza. La Infanta le saludó con una reverencia y el joven, también muy cariñosamente con un abrazo.
Felipe de Marichalar, de traje y corbata, estaba visiblemente cambiado: alto, delgado, formal... todo un joven caballero, a un mes y medio escaso de la mayoría de edad. La de ayer ha sido su segunda aparición pública (y taurina) desde el pasado verano. Hace unos meses, mientras disfrutaba de unos días de vacaciones en el internado de Estados Unidos, se dejó ver junto a su padre, Jaime de Marichalar, y su hermana, Victoria Federica de Marichalar, en la tradicional corrida de Primavera que se celebraba a mediados de marzo en Illescas, Toledo.
Ayer también se encontraba en el palco real de Las Ventas la Presidenta de la Comunidad de Madrid, Cristina Cifuentes, muy primaveral como la Infanta, que lució para la ocasión una chaqueta de color melocotón y un pantalón blanco. Doña Elena, tan natural y juvenil como siempre, llevaba su larga melena rizada con un semirecogido. El rey Juan Carlos y sus acompañantes vieron salir por la Puerta Grande a José María Manzanares y a López Simón. El único que se quedó sin trofeos fue Sebastián Castella, quien vestía de rioja y oro.
