Salud

Así es cómo tu perro podría entrar en depresión

La nueva Ley de Bienestar Animal, recién aprobada en el Congreso, tiene en cuenta que las mascotas son seres sintientes, por lo que legalmente se reconoce que la mente de los perros puede estar sujeta también a trastornos emocionales.

Por David Navarro

Cada vez se atiende más a las cuestiones emocionales de los animales, sin embargo cuando hablamos de la posible depresión de un perro es común que alguien arquee la ceja y ponga el grito en el cielo, pues pareciera que estamos concediendo a los animales algunas de las cualidades o complejidades propias del ser humano. Sin embargo, cuando nos referimos a un cuadro de depresión canino no estamos haciendo una traducción exacta de lo que implica la depresión para los humanos, sino adaptando los síntomas y causas a la vida canina.

Es muy importante destacar que existen perros más o menos activos, bien sea por su raza o por la personalidad única del individuo. Pero cuando nos referimos a una depresión canina es porque el perro cambia de forma sustancial su comportamiento y existe una ruptura entre su actitud común anterior y posterior, una nueva forma de relacionarse con el medio que está envuelta en letargo y desinterés.

Los síntomas no difieren de la depresión humana

Entendemos que un perro está pasando por una depresión cuando su ánimo está trastocado y presenta un interés notablemente menor del habitual. Se podría decir que pareciera cansado, como sin energía. Lo que se traduce en una actitud impregnada en cierta tristeza y desidia. Por este motivo, deja de atender a sus actitudes “inteligentes”, desiste de concentrarse, de recordar de forma ágil o de focalizar sobre lo que hace. Deja de atender a las llamadas y pareciera incapaz de aprender o controlarse.

Hasta aquí, todos los síntomas que estamos mencionando bien podrían ser asignados a un cuadro de depresión humana. En este sentido se entiende que lo que le está ocurriendo al can es una desmotivación profunda que le hace perder la actitud presente, por decirlo de una forma gráfica: parece desconectado y nada le llama la atención lo suficiente para llamarle a la acción.

Estos síntomas en un perro saltan a la vista, precisamente los canes son animales proactivos, que por su naturaleza de manada y sus instintos de acción siempre parecen dispuestos, curiosos y con ansia de participar disfrutando. El comportamiento de un perro con depresión es muy llamativo, pues pareciera sedado por la falta de motivación.

Sin embargo, existen más síntomas que encajan a la perfección con los procesos de la depresión humana. Por ejemplo, la falta de apetito, tanto por la comida como por cualquier actividad que resulte gozosa y que de forma objetiva debería motivar y encender su mente.

Por otro lado, dado que así acrecientan el tiempo durmiendo y empiezan a vivir en un contínuo letargo, entran en una dinámica de insomnio en ciertas horas del día, especialmente por las noches. Sus ciclos de sueño se ven trastocados, y eso tiene también consecuencias en su alimentación y gestión de su energía. Todo ello, en suma, puede producir una notable pérdida de peso.

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Una psique poco compleja pondrá fácil su recuperación

Por fortuna, comprender las causas de los cuadros de depresión de los perros es mucho más sencillo que en seres humanos. Los perros tienen unas pautas mentales infinitamente menos complejas que las personas, son más previsibles, instintivos e inmediatos. Una de las ventajas es que, incluso, no disponen de una memoria a largo plazo con la que puedan operar a placer. 

A diferencia del ser humano: los perros no pueden elegir sobre qué pensar, no crean hipótesis, ni realizan comparaciones lúdicas. Los perros actúan bajo un esquema de pensamiento muy lineal y a corto plazo, lo que significa que desentrañar las causas de su depresión equivale a un reto mucho más sencillo que en seres humanos.

Causas de la depresión canina

Existen tres raíces principales donde podremos encontrar las causas de depresión de un can: cambios en sus rutinas, mala gestión emocional en el hogar o problemas bioquímicos. Ésta última es la más compleja, pues está relacionada con la falta de algún nutriente o el desequilibrio hormonal, lo que hace que la depresión sea un mero síntoma de un problema más profundo.

Los perros son animales de costumbres, adoran los ritmos de comportamiento porque identifican fácilmente los condicionantes y las consecuencias. Cuando, por ejemplo, dices “calle” saben que vais a salir. Cuando te pones el pijama sabe que irás a la cama. Los perros llevan el recuento constante de todo aquello que ocurre en su entorno, y lo “patronizan” para encontrar pautas de repetición. Aunque parezcan algoritmos peludos de bigdata, lo cierto es que los perros son pequeñas mentes: siempre en búsqueda de contrastar que todo sigue las pautas habituales.

Esta búsqueda contínua de los patrones les produce seguridad. Ahí estriba la gran diferencia entre el comportamiento de perros y gatos. Éstos últimos, por ejemplo, no vinculan su vida a los humanos ni a sus ritmos, por lo que viven de espaldas a las pistas y a las consecuencias que para los perros significan formar parte activa de una manada.

Cuando un perro es extirpado de un cúmulo de patrones, ambientes o relaciones: ante una mudanza repentina o la desaparición de su dueño u otras mascotas del hogar, vive un choque entre sus expectativas de costumbre y la nueva realidad, lo que puede producir un shock relevante en su comportamiento. Lo que sería más equivalente a una desorientación y desmotivación que a un estado de tristeza.

Por eso, cuando nos referimos a que un perro puede sufrir dolor o tristeza profunda por el fallecimiento de su humano de referencia, no es tanto una cuestión de duelo emocional por lo feliz que fue con esta persona o por el amor que le tenía, no tiene nada que ver. Realmente esa “tristeza” está motivada por un choque de sus hábitos, aquello que hacía al can sentirse unido y cohesionado a la realidad, vinculado a una manada, y queda en él un vacío de pertenencia o comprensión de los nuevos patrones.

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Su depresión puede depender de ti

Uno de los males más comunes en los perros de ciudad es la infraestimulación. Perros que pasan mucho tiempo solos, en el vacío más absoluto. Dedican su tiempo a dormir, y pasear por la casa sin rumbo, sorpresas ni alicientes. De alguna forma, es vivir en una prisión, pues los animales están programados para saciar su curiosidad, imprimir actividad física constante, adquirir retos y relacionarse con otros seres.

Por este motivo los perros que pasan mucho tiempo solos, o sin la atención de sus dueños (sin juegos ni  paseos) pueden acabar desarrollando un estado de letargo contínuo que acabe por afectar a sus emociones. Infraestimular a un can también es una forma de maltrato.

Además, el maltrato propiamente dicho también puede producir cuadros de depresión canina. Cuando reforzamos negativamente las conductas de nuestro perro, o nos mostramos arbitrarios, agresivos o fríos con el can, estamos trasladándole un mensaje de rechazo. Podríamos pensar: en el reino animal podría ser común que un perro se vea en un ambiente agresivo, y no pasa nada. Sin embargo, ten en cuenta que la relación que tu perro tiene contigo y tu entorno doméstico no tiene nada que ver con las relaciones “sociales” que el perro pueda tener en la calle, con otros humanos o con perros. Tú y tu entorno sois su manada, y los perros necesitan una pertenencia coherente. Si recibe indicaciones arbitrarias y con un evidente componente de agresividad el perro se sentirá desligado, dudando de quién más debe confiar, de ti.

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