Ante el diagnóstico de depresión, ¿psicólogo o psiquiatra?

Es importante realizar, en muchos casos, una estrategia integral, que permita abordar de la mejor forma posible el problema para evitar recaídas

Por Pilar Hernán

La depresión es una realidad compleja que afecta a millones de personas en todo el mundo. Y, tal y como nos explica Pilar Guerra Escudero, psicóloga clínica y coach ejecutivo, enfrentarla no tiene un enfoque único. “El camino hacia la recuperación es un viaje complicado, y entender quién puede ayudarnos en este trayecto puede ser confuso. Muchísimas veces, la gran mayoría, no identificamos ni tan siquiera que se llama depresión lo que nos ocurre, ya que nos falta formación sobre salud mental para estar informados y saber reconocer lo que ocurre en nuestras mentes”, nos dice.

La experta añade que la clave radica en la personalización del tratamiento, adaptándolo a las necesidades individuales del paciente. La búsqueda de ayuda profesional y la apertura a diferentes modalidades de tratamiento son los primeros pasos para salir del hoyo.

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Combinación de medicación y terapia: una estrategia integral

“Aún en el siglo en el que estamos, todo lo relacionado con emociones que conllevan depresiones del estado de ánimo y cuadros de ansiedad y angustia está lleno de prejuicios que dificultan su abordaje”, nos cuenta Pilar Guerra Escudero, que pone un ejemplo muy práctico para entenderlo: “Una rótula con fisura siempre se va a entender mejor que un corazón roto porque pareciera como si los daños físicos fueran causales y los emocionales dependieran de nosotros. Y no es así. Al igual que se necesita un aporte de hierro cuando tenemos anemia, es necesario y obligado saber que en una depresión emocional tenemos sí o sí que buscar la serotonina que nos falta, y esto solo lo puede recetar un psiquiatra”.

Y matiza algo importante: “Los psicólogos somos los profesionales que sabemos identificar esto y nuestro buen hacer consiste en tener la sabiduría necesaria como para trabajar en equipo, sumar y no restar al paciente. El ego less en toda profesión es obligado”, detalla.

Todo depende, claro está, de la situación del paciente. Por eso, los expertos no dudan en recomendar una combinación de ambos, en el caso de que sea necesario. Frente a la creencia generalizada de que un especialista sustituye al otro, desde Clínicas Origen explican que se trata de dos tratamientos complementarios y no excluyentes. Tal y como nos aclara Pilar Conde, directora técnica de esta red de centros de psicología y psiquiatría, si la persona se muestra receptiva a la medicación se puede plantear el abordaje terapéutico junto al farmacológico y, tras la estabilización, el psiquiatra irá realizando una retirada progresiva de las pastillas. Eso sí, cuando la persona no se muestre receptiva a la farmacología se puede plantear empezar con la terapia, y si a las pocas semanas, unas cuatro, no se observa mejoría tras implementar herramientas terapéuticas, abordar con la persona en terapia la importancia de, en su caso, tomar medicación.

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El papel del psicólogo y del psiquiatra

Pilar Guerra apunta que el psicólogo es como un guía emocional. “Si sentimos que la tristeza, la ansiedad o los patrones de pensamiento negativos están afectando nuestra vida diaria, es momento de hablar con un clínico. Ellos pueden ayudarnos a entender las emociones, cambiar patrones de pensamiento y construir herramientas para afrontar la depresión”, nos aclara. Y añade que sin embargo, si la depresión afecta a nuestra vida de una manera más intensa, la terapia sola no es suficiente. “Un psiquiatra puede ser de gran ayuda. Evaluará si la medicación es necesaria y orientará con respecto a los tratamientos farmacológicos”, nos cuenta.

Teniendo todo esto en cuenta, hay que entender que la idea de combinar medicación y terapia no es mezclar todo sin ton ni son, es crear un equipo poderoso, ya que supone un abordaje completo. “Por un lado, la terapia trabaja en los pensamientos y emociones y, por otro, la medicación ayuda a equilibrar químicamente el cerebro. Así, esta estrategia es un alivio rápido de los síntomas más graves, gracias a la medicación, pero a su vez la terapia proporciona un apoyo continuo y herramientas para enfrentar desafíos”, argumenta Pilar Guerra.

Parece claro que la combinación de ambas puede reducir la posibilidad de que la depresión regrese, y, además, la terapia a largo plazo ayuda a abordar las causas subyacentes y construir resiliencia.

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Hablar con los profesionales de la salud mental

Pilar Guerra apunta a uno de los aspectos fundamentales de la cuestión: la comunicación. “La clave está en hablar abiertamente con profesionales de la salud mental. Juntos, pueden decidir cuál es el mejor enfoque basándose en nuestra necesidades y circunstancias. Pedir ayuda es un acto valiente, lo más importante es que sentirse apoyado en el viaje hacia la recuperación. La colaboración entre psicólogos y psiquiatras, combinada con medicación y terapia, puede proporcionar una estrategia integral. La esperanza y el apoyo están disponibles, y cada individuo merece un enfoque que honre su singularidad en el viaje hacia la salud mental”, nos explica.

“En este sentido, los clínicos recibimos en consulta cada vez más a personas sanas que tan solo vienen a trabajarse por dentro para entenderse y entender. Realmente no son los que vienen a sesiones los que “están mal”. A mi juicio las personas que quieren terapia son aquellas con responsabilidad afectiva que en muchas ocasiones están dañadas con depresión por otras que son las que jamás van a reconocer que necesitan terapia”, dice Pilar Guerra.

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Hacer un diagnóstico correcto

Lo que parece fundamental es que hay que realizar un diagnóstico certero, pues es muy importante en este punto, distinguir entre tristeza, melancolía o un estado de apatía pasajero y la depresión. Según la Organización mundial de la Salud, la depresión es trastorno mental frecuente, que se caracteriza por la presencia de tristeza, pérdida de interés o placer, sentimientos de culpa o falta de autoestima, trastornos del sueño o del apetito, sensación de cansancio y falta de concentración.

Es importante detectarla y tratarla a tiempo, pues en el caso en el que eso no sea así, nos encontramos ante un riesgo para la salud y bienestar de la persona en particular, y para su vida, en general. Además, la depresión es un proceso en sí mismo, por lo que si no se toman medidas, quien la padece se va aislando y puede entrar en un bucle anímico, emocional y mental del que sea difícil salir.

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Presta atención a estos síntomas

Teniendo esto en cuenta, no deben considerarse como “normales” determinados síntomas, entre los que se encuentran los siguientes: fatiga, estado de ánimo bajo, falta de apetito, insomnio y tristeza, y de pérdida de placer por cualquier actividad, primero cuando se prolongan más allá de dos semanas, y, segundo, cuando no aparecen de forma aislada, sino juntos, dentro de un cuadro general de abatimiento.

Debemos tener en cuenta que, en este último caso, el apoyo de las personas del entorno resulta vital, porque a quien se encuentra deprimido puede faltarle la motivación para pedir ayuda. Este es el primer paso para salir de ella. “Dependiendo del grado de severidad de la depresión, se puede precisar desde un primer momento de la toma de la medicación, que se puede ir combinando con la activación conductual, proceso en el que se va llevando a cabo una planificación progresiva. Con ella se van retomando actividades abandonadas, ya sean de ocio o en las que se tiene una responsabilidad, como los estudios o el trabajo”, concluye Pilar Conde.