Comportamiento

¿Es posible descifrar el lenguaje corporal de los perros?

Sentimos que nuestro can quiere decirnos algo pero en ocasiones no logramos comprender qué necesita o siente.

Por David Navarro

La forma habitual de analizar el comportamiento animal ha sido siempre dando por sentado que únicamente el ser humano tiene sentimientos, que expresa sus necesidades y busca con inteligencia cómo conseguir lo mejor para él y los suyos. Hasta hace poco los animales tenían poca credibilidad, por decirlo así, su comunicación con los humanos se basaba en el refuerzo negativo que pudiera asentar mejor la idea de que el hombre es el primero en la jerarquía, y que la dominancia animal debía quedar extirpada, para evitar confusiones o problemas de comportamiento.

Cierto es que el comportamiento animal no es equiparable si hablamos de un perro o de una tortuga, sus cerebros no son iguales y tampoco el grado de vinculación que puedan tener con los humanos. Por este motivo, es importante destacar que siempre que nos referimos a perros entramos en un universo muy especial, el del animal que más profundamente ha logrado una comunicación óptima con el ser humano, del que hay más estudios, interés de la opinión pública en conocer cómo se comunican y cómo mejorar la relación y es, a la postre, la especie que más fácil pone.

Los perros tienen toda nuestra atención, y gracias a ello la ciencia y la política están dando un vuelco a esas antiguas creencias. Desde un plano legislativo ya se ha modificado la normativa para que gocen de los derechos de seres sintientes que les corresponden, y desde el ámbito científico se ha profundizado mucho en comprender mejor cuál es su psique  y cómo son los procesos de pensamiento y de comunicación de estos animales.

Recientemente se ha publicado en España el libro ‘El lenguaje corporal de los perros’ de Victoria Stillwell, que aporta un enfoque científico y etológico a cómo los canes se relacionan con el medio, y cuales son sus expresiones gestuales a la hora de comunicarse con los humanos. Este libro hace un recorrido completo a todas las cuestiones de educación y adiestramiento, basándose en el refuerzo positivo yen un entendimiento integral sobre qué es lo que necesita el perro a la hora de sentirse comprendido.

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El lenguaje lateral de los perros

Una de las cuestiones más interesantes sobre las que repara este libro es el lenguaje lateral, que está relacionado con la predisposición que tiene el can a expresarse de un modo u otro en función del lado de su cerebro que rige su emocionalidad y su comunicación. Esta teoría es general a todos los mamíferos, pero en el caso de los perros tiene más sentido que en otras especies porque los canes han demostrado una mayor afinidad hacia la comunicación con el ser humano, muy por encima de otras especies como hurones o conejos.

Lo que nos dice el lenguaje lateral de los perros es que debemos tener en cuenta con qué pata se relaciona, cuál es la pata que generalmente utiliza para mover objetos, para llamar nuestra atención o para arrancar una acción. También cuál es el sentido de sus movimientos de hocico o de la cola. Esta teoría se asienta en que existe una predisposición individual del perro a utilizar un lado de su cuerpo, y este hecho no es como en el caso de los humanos, que culturalmente podemos ser diestros por un aprendizaje o predisposición social (aunque también evolutiva). Los perros desarrollan esta predilección de forma autónoma y única.

Esta teoría del lenguaje lateral dice que si utiliza habitualmente su lado derecho, es porque está regido por el lazo izquierdo de su cerebro, y viceversa. Recuerda que, como estudiamos en el instituto, los dos hemisferios del cerebro (también el de los perros) tienen una correlación inversa a la parte del cuerpo sobre la que intervienen. 

Por este motivo, en función del hemisferio que rige prioritariamente sobre el can, éste tendrá una personalidad, una emocionalidad y una forma de comunicarse distinta, porque el hemisferio derecho (si el perro tiene acciones zurdas) es más excitable, impulsivo y emocional. Por el contrario, si el perro demuestra una mayor interacción desde las extremidades diestras (regido por tanto por el hemisferio izquierdo) se presupone que tendrá un comportamiento más apreciativo, menos excitable y demandará actividades más calmadas.

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El movimiento de la cola

Aunque generalmente solemos pensar que los perros mueven la cola porque están contentos o interesados, este falso mito es derribado en el libro de Victoria Stillwell y, aportando motivos científicos sobre los que se apoya, se demuestra que los perros también mueven la cola por frustración o sobreestimulación. Sin embargo, la cola sí expresa si el motivo de su movimiento tiene una base positiva o negativa.

La cola hacia arriba, si está muy elevada es un signo de que está excitado y, por tanto, de alerta. Si está más baja, significa que está confiado, se siente a gusto dentro de su propia manada (tu familia) y está receptivo. Por otro lado, si el movimiento de la cola es de helicóptero, hacia todos los lados, está expresando excitación máxima, un expresión que suele significar en lenguaje humano ‘¿y ahora qué?’, por ejemplo: ¿Vamos a comer? ¿Vamos a pasear? ¿Vas a darme ese juguete? 

Cuando la cola se mueve como un parabrisas, pero muy baja, es un movimiento relajado que significa que está a gusto, pero que busca algo que hacer, por decirlo así, sería una llamada a la acción para nosotros: ‘me aburro, hagamos algo’.

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El estrés, uno de los rasgos primordiales para comprender

Como dueños de perros no nos cabe duda cuando están contentos, cuando expresan tener hambre o ganas de jugar. Sin embargo un punto en el que incide el libro de Victoria Stilwell es en el estrés, pues es muy práctico para los humanos poder identificar cuando nuestro perro está pasando por una fase de ansiedad, que generalmente está relacionada con miedo o alguna situación que le es difícil de abordar.

A veces solo hay que mirar al comportamiento humano para darnos cuenta que ante situaciones de estrés reaccionamos mecanizando gestos comunes, como bostezar (aunque no tengamos sueño) o rascarnos compulsivamente una zona del cuerpo. Los perros hacen algo similar, también bostezan (para oxigenarse y hacer que el cerebro esté más lúcido), estornudan, se sacuden, se lamen la nariz o castañean los dientes.