Comportamiento

¿Podría estar transmitiendo mi tristeza a mi mascota?

Varios estudios coinciden en que las mascotas son capaces de identificar nuestro estado de ánimo y de mimetizarse con éstos.

Por David Navarro

Un estudio de la Universidad de Eötvös Loránd, de Hungría, ha determinado que tanto perros como gatos son capaces de ‘contagiarse’ de nuestros estados de ánimo y que, por tanto, también se tornan alegres o tristes por una cuestión de empatía animal, aunque funcione de forma distinta a la empatía que podamos desarrollar entre humanos. En el caso de los animales esta forma de imitar nuestras emociones está basada en la constante observación que realizan del entorno.

Tanto perros como gatos dedican cada segundo de su día a escanear de arriba a abajo lo que ocurre en el hogar, cualquier ruido sorpresivo, cualquier visita inesperada o cualquier nuevo olor. No hay detalle que los perros y los gatos pasen por alto, todo les interesa, porque felinos y canes están de acuerdo en que el territorio del hogar es de su máxima incumbencia, y no solo eso, sino que todo lo que te pase a ti también lo es.

Aunque en el caso de los gatos existe un cierto distanciamiento a nuestra actitud, lo cierto es que ambas especies no distan mucho, ambos están pendientes de qué es lo que nos importa en cada momento: si tenemos hambre, ellos no pierden detalle de qué nos llevamos a la boca; si dormimos, no obvian que puede ser un buen momento para acurrucarse a nuestro lado; o si estamos llorando: nos mirarán con ojos o de incredulidad (los gatos) o de compasión (los perros). Y sí, el estudio de la Universidad de Eötvös Loránd determina que estas emociones se transmiten y pueden verse contagiados por ellas.

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No se transmite la tristeza, sino el estrés y la ansiedad (que son resultados de ésta)

Tanto perros como gatos son animales que tratan de mimetizarse con el entorno por una cuestión de supervivencia. En especial los perros, que tienden a convertir su comportamiento en un calco del nuestro, para asegurarse permanecer cerca de nosotros en todo momento bajo la idea de que ‘la unión hace la fuerza’, porque los propios canes viven asimilando las decisiones y los estados del resto de miembros de la manada. Por eso, cuando tú comes, es probable que tu perro aproveche para comer, y cuando tu vas al aseo él trata de ir contigo, por lo que pueda pasar.

Aunque los perros demuestran más ‘empatía’ que los gatos, no es tanto un acompañamiento emocional sino una correlación de comportamientos bajo el objetivo de no perder comba sobre tu estado y tus necesidades, para que tanto lo bueno como lo malo sea compartido. De ahí, que cuando tú degustas un trozo de carne, tu perro te observe salivando, pues en su mente reside la idea: si estamos juntos en las malas, también deberíamos estar en las buenas. O lo que es lo mismo: 'si cuando estás triste lloro contigo, ahora me corresponde un bocado de ese filete'.

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¿Es malo que un perro o gato nos vea tristes?

Otro estudio de investigadores de la Universidad de Linköping, de Suecia, ha llegado a la conclusión de que esta mimetización de la que disponen perros y gatos es capaz de enturbiar su estado de ánimo y de generarles estrés y ansiedad. La buena noticia es que cuando nosotros estamos alegres, ellos también se ven compensados por cierto optimismo y ganas de disfrutar. Pero la cuestión es ¿estaríamos provocando dolor o ansiedad a nuestras mascotas por el mero hecho de estar pasando una mala racha emocional?

Los investigadores han detectado que, más allá de nuestro deseo de contagiar o no hacerlo, no es una cuestión que esté en nuestra mano, pues los perros y gatos son tan observadores, y además apelan incluso a trazas hormonales y sonoras para identificar nuestro estado, que resultaría bastante difícil ocultar que estamos viviendo una honda tristeza, y esto acabaría por intensificar nuestro sufrimiento e, incluso, haciendo más compleja la percepción de nuestra tristeza para el animal.

El primer consejo que se extrae del estudio de la Universidad de Linköping es que el hecho de contagiar a nuestra mascota con nuestro estado de ánimo es algo contra lo que no podremos luchar, pues está arraigado en su forma de relacionarse con nosotros el mero hecho de analizar nuestros sentimientos y acompañarnos en éstos. Por otro lado, no se determina que esto sea dañino de forma perpetua, aunque pueda conducirles a vivir con más estrés o ansiedad. El sentimiento de pertenencia al hogar y de soporte a ti es tan importante para ellos que no es ni negociable ni ‘configurable’ que podamos optar por confundir al gato o perro para que sea feliz. 

¿Pero por qué se contagian de nuestras emociones?

Aunque parezca que es un mecanismo completamente inutil y contraproducente, no lo es tanto: estos dos mamíferos están programados para percibir el estado de ánimo general e imitarlo por si éste fuera útil a la hora de defender a la manada, para conseguir comida o para estar alerta sobre cualquier cuestión que ellos ni siquiera puedan comprender. 

Es importante tener en cuenta que, pese a que los seres humanos hemos racionalizado el estrés y la ansiedad, realmente son emociones primarias que están presentes en nuestra psique y en la de los animales como mecanismos de defensa y alerta, y por eso mismo los animales consideran en su fuero interno que mimetizarse con estos sentimientos pueden conducirles a estar en mayor sintonía con nosotros y, por ende, a tener más opciones de supervivencia.

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