Comportamiento

¿Los perros saben nadar de forma natural?

Los canes tienen muchos superpoderes, y en ocasiones creemos ver que son capaces de nadar sin que nadie les enseñe.

Por David Navarro

Los animales a veces parecen seres por encima del bien y del mal: con una intuición increíble, habilidades de defensa, de supervivencia y de percepción de aquello que nosotros ni vemos ni entendemos. Es cierto, los animales están colmados de sentidos que nosotros o bien no tenemos, o hemos perdido cuando adquirimos la racionalización y la ‘inteligencia’ que nos caracteriza. Una de las dudas que nos surgen al ver lo autosuficientes que pueden ser los animales, y en concreto los perros, es si serían capaces de nadar si caen al agua. ¿Es cierto que los canes nadan sin necesidad de aprender?

Apreciamos en los canes la decisión intrépida de lanzarse al agua sin pensárselo, y tenemos en la mente como a veces hemos visto canes capaces de salir a flote y desplazarse en el agua. Sin embargo cuidado: no es cierto que sepan nadar, o por lo menos no con el brío y la soltura suficiente como para salvar la vida si fuera necesario.

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Razas proclives y otras desaconsejadas

Lo primero que debemos tener en cuenta es que no todas las razas de perro son capaces de afrontar una situación así. Todos los perros braquicéfalos (los que tienen el hocico chato) podrían verse en una situación muy dura y comprometida si caen al agua, pues sus habituales dificultades para respirar se acrecentarían enormemente nadando, y es muy probable que no sobrevivieran a un accidente acuático sin ayuda. Por otro lado, los galgos y lebreles tampoco son hábiles en el nado, pues sus características morfológicas hacen casi imposible la correcta flotación.

Los perros más afines a la natación son los labradores, setter, perros de agua, golden retriever y terranova. Perros que aúnan un cuerpo ni muy graso ni muy ‘huesudo’, y con facilidad para respirar, mover el cuello y las patas. Sin embargo, pese a que esta razas pueden ser las más afines al agua, no tienen el éxito garantizado. Un perro que jamás haya nadado, si es adulto, tendrá enormes dificultades para sobrevivir si cae al mar o a un río. El nado de los perros se adquiere de forma similar a los humanos: por aprendizaje gradual, y prioritariamente desde cachorro.

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Los peligros del agua

No solo los gatos tienen una fobia absoluta al agua, los perros también pueden tenerla, sin embargo esto no es de forma tan instintiva como los felinos, sino que en el caso de los canes la fobia a nadar sobreviene tras un trauma. Es importante guardar todo el cuidado necesario sobre exponer a los perros a experiencias que les marquen de forma atroz, un perro que no es un cachorro, al caer al agua puede desarrollar un miedo desmedido a esta situación, y rehusar cualquier vivencia posterior que pueda tener el agua como elemento.

Los perros son animales que deben gran parte de su inteligencia a la aplicación de patrones. Si el perro descubre que una vivencia es mala para él, rehusará profundamente a verse repitiéndola. Por eso, si un perro sufre una experiencia cercana al ahogo en el agua, es muy posible que no quiera volver a tocar una piscina, río o playa en lo que le resta de vida. Por este motivo, si quieres que tu perro ‘nade’, y no es un cachorro, trata de ir gradualmente con él y mostrarle poco a poco como puede desplazarse, respirar y sentirse seguro.

A la hora de elegir un lugar óptimo para que tu perro nade, ten en cuenta que las aguas de movimiento lento de un río o zonas de playa con el mar poco profundo pueden ser las más adecuadas. Una piscina, con el agua tranquila puede resultar más compleja porque el perro puede tener serias dificultades para salir a flote, y no podrá asirse a los márgenes y salir de la piscina, la aguas que no presentan movimiento no permiten al animal avanzar.

Por otro lado, es importante tener en cuenta que en el agua también existen parásitos, tanto o más peligrosos que los que encontramos en el aire. Si tu perro cae sobre agua estancada o un pantano, ten en cuenta que podría acabar teniendo parásitos y bacterias adheridos a su pelo y piel. Es muy importante secarlo bien tras el baño, y pon especial atención a sus oídos, pues son muy sensibles al agua dado que están más expuestos que los humanos tras la zambullida.

Para evitar un disgusto con parásitos como ácaros, garrapatas, gusanos y pulgas, recuerda seguir a rajatabla la doble protección mensual que se recomienda por parte de los veterinarios, tanto la pastilla para evitar infecciones y parásitos internos como la pipeta o el collar para los externos. Debes tener en cuenta que la pipeta no debe administrarse en su piel y pelo ni el día antes de bañarse (perdería el efecto pues necesita 48 horas de asentamiento) ni el día posterior, por lo que en caso de conocer la fecha del baño debes tener en cuenta hacerlo días antes o días después.