Adiestramiento

¿Das por imposible la educación de tu gato? Te proponemos unos trucos

Los felinos tienen una forma de aprender muy distinta a los perros, conviene conocer su forma de pensar para poder enseñarles mejor.

Por David Navarro

Nunca es demasiado tarde para que un gato adquiera buenos hábitos, aunque en ocasiones resulte una tarea tediosa. Siendo cierto que siempre existe esperanza, lo cierto es que cuanto mayor sea, más complejo se hará adiestrar al felino. El punto de no retorno crítico es si el gatito ha nacido en la calle o si ha formado parte de una camada doméstica desde el principio. 

Los gatos callejeros tienen muy difícil adiestramiento, su concepción del mundo probablemente nunca pase por tener como compañeros de piso a los humanos, sin embargo, si el gato sí ha convivido con personas desde pequeño, por muy complicado de llevar que sea su comportamiento siempre habrá posibilidad de enmendarlo.

A la hora de plantear la educación de un gato con problemas de comportamiento conviene tener muy claro que los felinos nunca van a reaccionar a las pautas como los perros. Los canes son el animal que más se parece en su concepción del adiestramiento al que podría tener un ser humano en su comportamiento, porque actúan buscando lo mejor para el grupo y conceden importancia a la jerarquía, los perros generalmente no saben porqué hacen lo que les pides que hagan, pero lo acatan, por un bien común que para ellos simboliza supervivencia.

Los gatos son diametralmente opuestos a los perros en esto, y también a los humanos, por eso hay que comprenderlo cuanto antes, para poder recurrir a las pautas que nos ayuden y no nos hagan pensar que si el gato se comporta de forma inversa a lo que pretendemos lo hace para socavar nuestra paciencia o para salirse con la suya. Los gatos no atienden ni al bien común ni a un sentimiento de protección o supervivencia a medio-largo plazo. Lo que los gatos quieren es sobrevivir ahora, los felinos solo atienden a gratificaciones o recompensas. Digamos que para ellos sería cierto el refrán “más vale pájaro en mano, que ciento volando”, por eso actúan pensando siempre en sí mismos, nunca en el grupo, y muchísimo menos en las peticiones o pareceres de los humanos.

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Cosas que nunca funcionan

Es infinitamente poco recomendable adiestrar a un animal son métodos de refuerzo negativo, es decir, con castigo. Cuando reprendemos a un animal estamos dando por sentado que entiende lo que le queremos decir, y como eso no es así en el 100% de las situaciones, lo que conseguimos con eso es que sienta que no somos de fiar, que nos vea como un ser problemático, arbitrario y peligroso.

Uno de los problemas más graves con los animales, y en concreto con los gatos, y no ser constantes con las normas. Si no queremos que haga algo, hay que prohibirlo de raíz desde el principio, y hacerlo siempre sin refuerzos negativos. Hacer lo contrario, es decir: aplicar prohibiciones poco constantes (a veces sí, y a veces no) y castigar al animal cuando lo que hace no nos gusta es lo que puede llevar al traste su educación y enquistar esta situación.

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Educación en positivo para el gato

El recurso infalible para educar a un gato es darle refuerzos positivos, es decir: premios, generalmente alimentos, o atención y cariño (si el gato es meloso). No debemos tener miedo a ‘maleducar’ al gato en la percepción de que siempre que haga lo que queremos recibirá un premio, este hecho no lo recordará, pero generará un aprendizaje positivo de que aquello a lo que le empujamos tiene un buen final, con un beneficio para él.

Por otro lado, si lo que queremos es que no haga algo, como por ejemplo que no arañe los muebles, a veces nos vemos abocados a un refuerzo negativo, sin embargo el problema está en que el gato asocie en nosotros esa acción. El problema no es el refuerzo negativo en sí, sino identificarnos con ese refuerzo y generar desconfianza y rechazo en él. ¿No bastaría con decir su nombre en tono reprobador?

Los perros reconocen su nombre, pero no como señal de identidad (su propia identidad) sino como llamada de atención. Cada vez que le decimos a un perro su nombre le estamos comunicando: "cuidado, hay algo que quiero que sepas". Sin embargo los gatos no funcionan así. Varios estudios científicos han abordado el tema de los nombres en gatos, y se sabe que son conscientes de que cuando lo pronunciamos estamos refiriéndonos a ellos y que probablemente queremos llamar su atención (pues una zona de su cerebro se activa en señal de atención). Los gatos no reaccionarán, así que no podremos basar en esto la forma de comunicarnos con él.

Una forma efectiva de aplicar un refuerzo negativo es hacerlo de forma indirecta. Si ante un acto del gato que nos desagrada emitimos un sonido sorpresivo con una intensidad tal que le resulta desagradable, el gato simplemente comprenderá que ante una acción por su parte, existe una reacción que no le beneficia. Piensa en que cualquier acción por tu parte que pueda parecer un castigo, tu intención no obtendrá el resultado pretendido. Por ejemplo si el gato está mordiendo un cable, es mala idea apartarlo de forma violenta, sin embargo hay sprays de sabores y de hormonas que desagradan a los gatos, así al lamerlo el felino obtendrá una reacción negativa a su acción, sin que quede patente tu criterio aleccionador.

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