¿Qué son los gatos comunitarios, según la nueva Ley de Bienestar Animal?

Esta norma establece una nueva catalogación para aquellos gatos que viven en libertad pero regresan una y otra vez al mismo lugar.

Por David Navarro

A raíz de la nueva Ley de Bienestar Animal, todos los perros y gatos adquieren el estatus de animal de compañía, sean domésticos o vivan al margen de un hogar humano. Esto quiere decir que todos estos animales gozan de derechos específicos porque la historia que han mantenido con el hombre a lo largo de miles de años ha demostrado que su comportamiento y afinidad con el humano es lo suficientemente estrecha como para participar de la vida de los pueblos y ciudades, aportando compañía o apoyo. Esto quiere decir que los derechos y el tratamiento que merecen, por el mero hecho de ser animales, se complementa con algunas otras circunstancias, que les hacen especiales.

Es el caso de los gatos comunitarios, que por definición son todos aquellos felinos que, aun no viviendo en una casa ni estando a priori censados o registrados como animales domésticos, sin chip ni dueño concreto, son gatos que han adquirido una familiaridad con un entorno porque su forma de vida está asociada a un lugar concreto, socializando y estableciendo lazos constantes a lo largo del tiempo. 

Esto por ejemplo lo podemos ver con facilidad en los pueblos, donde hay grupos de gatos 'callejeros' que hacen su ronda por los patios de ciertas casas recibiendo las sobras de comida del día. Por un lado sirven a los seres humanos para ahuyentar a las plagas de roedores, y producen cierta compañía y familiaridad, y por otro lado se benefician comúnmente de los cuidados que los humanos les dan de forma voluntaria y extendida en el tiempo. Este hecho, el de mantener una relación cordial de 'vecinos' es lo que genera un vínculo que la nueva Ley define como de gato de comunidad, pues no pertenece a nadie ni está sujeto a una responsabilidad concreta, pero el gato forma parte de un lugar y de los humanos que se preocupan por él.

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Los gatos nacidos en la calle difícilmente se podrán adoptar

Sabido es que el carácter de los gatos es profundamente independiente y 'caprichoso', sin embargo existe una línea roja muy clara y fácilmente traspasable entre un gato que ha nacido en libertad y que podría denominarse como 'callejero' y otro que desde su camada ha convivido con humanos y que está acostumbrado a estar bajo el cobijo del hombre. Estos últimos tendrían muy difícil sobrevivir fuera, sin la ayuda de su familia, y por otro lado, los que nunca han conocido un hogar no admiten bajo ningún concepto la adopción, pues su carácter hace casi imposible amoldarse a las cuatro paredes de un hogar.

Sin embargo, los gatos han demostrado a lo largo de los más de 20.000 años en los que conviven ya con el ser humano que no hace falta ser un gato puramente doméstico para mantener fuertes lazos con las personas. Ya en el antiguo Egipto fue 'decisión' de los felinos acercarse a las urbes para beneficiarse del sustento que había en estos lugares, y a las personas siempre les pareció bien porque además de apreciar en ellos una gran belleza, vieron en los gatos un fiel aliado contra los roedores que siempre acechan a las poblaciones humanas. Desde entonces, y a lo largo de miles de años, los gatos han sido colaboradores principales del progreso humano, y no necesariamente bajo el mandato de un único hogar.

Lo que esta nueva Ley promueve es que todo aquel gato que esté vinculado a un lugar en concreto, goce de la protección de quienes se relacionan con él, aunando esfuerzos para que su bienestar sea el más adecuado. 

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¿Qué derechos y obligaciones conllevan?

Aún la ley no explica algunos conceptos, pero el objetivo principal de este nuevo status de gato comunitario está ligado a su control, para mantener a estas colonias de gatos bajo un protocolo CER, que consiste en su captura puntual para la esterilización, identificación mediante microchip y el retorno. Los seres humanos de esta comunidad no están obligados a darles alimento, pero sí a tratar a estos gatos con respeto e informar a las autoridades de la llegada de nuevos individuos para que puedan ser censados y esterilizados.

En el caso de que un ser humano de esta comunidad de personas, bien sea un vecino de una casa de planta baja como de un edificio residencial con visitantes felinos, ejerza cualquier tipo de maltrato a los gatos se podrá ver con multas de entre los 500 euros y los 200.000 euros en función de la gravedad de su infracción. Las penas de cárcel, además, se han extendido y ahora pueden llegar a los 36 meses en el caso de que la agresión al animal tenga un ensañamiento demostrado, lo que se consideraría un agravante en este caso.

Con esta nueva normativa se establecen, por tanto, tres tipologías de gatos según su permanencia y pertenencia a un entorno. Por un lado tendríamos todos aquellos gatos identificados, grupo en el que entran tanto los domésticos como los comunitarios, pues poseerán chip. Por otro lado cuando un gato doméstico sale de casa de forma habitual y toma por costumbre estar en una zona humana que no es su domicilio se le denomina gato merodeador, pues una vez fuera de su casa ya no tiene supervisión humana. Y por último encontramos los gatos abandonados o extraviados, que son aquellos para los que se iniciará un proceso de responsabilidad por parte de quién esté registrado como humano responsable.

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