¿Podemos saber cuánto tiempo tardaría tu perro en olvidarte?

La memoria canina recuerda poco a corto plazo pero es capaz de no olvidar algunas cosas jamás.

Por David Navarro

A los humanos nos cuesta olvidar a alguien que nos ha dejado huella, pero tal vez te surge la curiosidad de saber cuánto tiempo tardaría tu perro en borrar tu recuerdo de su memoria. Lo primero que tenemos que tener presente es que los estudios sobre el significado del comportamiento de los perros desvelan una cuestión importante: solo viven en el presente. ¿Qué queremos decir con esto? Que su rango de recuerdo a corto plazo es muy breve, razón por la que todo aquello que no esté frente a ellos deja de existir momentáneamente, pues no disponen de voluntad ni de fuerza mental para navegar por sus recuerdos e indagar o profundizar en ideas que no estén presentes, aunque sean cuestiones, personas o hechos con los que haya interactuado en las últimas horas.

Una de las claves fundamentales para comprender cómo funciona la mente y la memoria de los perros consiste en aplicar el conductismo, que es una corriente psicológica humana. El conductismo explica las conductas en base a refuerzos positivos y negativos a lo largo del tiempo. Es decir, premios o castigos.

Un ejemplo práctico: cuando le damos una chuche a nuestro perro al portarse bien estamos utilizando el conductismo para que aprenda. Cuando le hablamos con un tono firme y censor cuando se porta mal también aplicamos conductismo.

El conductismo hace que tu perro se recuerde a ti cuando huele una prenda con tu olor, porque olerte estando tú presente se hace una costumbre para él y fusiona ambos conceptos: tu olor y tú, y al encajar ambos conceptos “mentales” se activa tu recuerdo.

Cuando tu perro te recuerda, mediante el olfato, instantáneamente se traslada a tu tono de voz aun sin oírte, percibe lo protegido que se siente a tu lado, la sensación de hogar que le confieres y el concepto de familia/líder que eres para él. Sin embargo, la mecha que detona ese recuerdo no es voluntaria, sino que se activa tras haber olido casualmente una de tus prendas. Y tampoco está claro que te recuerde como individuo, sino como un concepto sensitivo: alegría, seguridad, saciedad, juego… todo en la medida en la que tú existes para él.

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¿Tu perro sería capaz de buscar tu jersey y olerlo para recordarte, o a la inversa? 

La respuesta es que el perro no toma decisiones conscientes para recordar, su mente no dispone de los resortes activos que le permitan obrar a voluntad buscando tu jersey, encontrarlo y olerlo para recordar, sino justamente al revés. Te recordará porque dará fortuitamente con tu jersey, y en caso de no encontrarlo, no te recordará.

Los perros viajan entre sus recuerdos por medio de los sentidos, y muy especialmente a través del olfato, que no solamente es su sentido más agudo, sino que también es el sentido que más transporta al ser humano a recuerdos, entornos y épocas pasadas.

El ejemplo maestro: tu perro se come tus zapatillas

Es habitual que los perros cojan objetos personales de personas de la casa y los muerdan o los escondan. ¿Si siempre coge tus cosas y la de los demás no significa que te quiere más que a nadie y que te echa de menos? Más bien significa que tu olor está asociado para él con un refuerzo positivo distinguible al del resto de personas o convivientes, tú como su humano de referencia le aportas seguridad, tranquilidad, alimento o juego, y cuando el perro encuentra un objeto con tu olor y lo sustrae, no está dedicando ese acto a una persona, sino a esas sensibilidades (seguridad, tranquilidad, alimento, juego…).

Usando el mismo ejemplo para hablar de memoria: si regresas a casa y tu perro ha destrozado tus zapatillas probablemente reprenderle será una tarea inútil, él saldrá a tu encuentro para saludarte efusivamente, como si nada hubiera pasado. Si educaste a tu perro para que no rompa cosas, es muy probable que haya sido consciente de que estaba transgrediendo tus órdenes cuando devoró las zapatillas, te habrá recordado al morderlas y sin embargo decidió “voluntariamente” contravenir esta orden, tal vez por aburrimiento. 

Si pasadas dos o tres horas llegas a casa y ves el estropicio, tu perro en ese instante no recordará haber roto nada, aunque vea el cuerpo del delito tirado en el suelo y aunque tú se lo muestres enfadado. El acto ya no existe, solo el resultado, pero eso no tiene ningún sentido para él porque no son más que una zapatilla, tal vez deterioradas, pero él no recuerda quién lo hizo, él solo percibe su olor, textura y forma, y a ti enfadado.

Tu perro será capaz de reconocerte toda la vida

Aunque los perros no parecen muy avezados recordando hechos a corto plazo, sí que tienen una memoria prodigiosa reconociendo a otros animales y seres humanos. Se han hecho experimentos, estudios y se ha comprobado habitualmente como los perros son capaces de reaccionar positivamente cuando se reencuentran con animales con los que han convivido, y de forma muy especial, cuando se han reencontrado con sus antiguos dueños.

La memoria de los canes no perdona, si fuiste el dueño de un perro durante largo tiempo y por desventuras de la vida dejas de convivir con él, aunque pasen los años, el perro seguirá alegrándose al verte como si el tiempo no hubiera pasado. Y esto no ocurre solo con dueños, también con cuidadores esporádicos o amigos con los que pasen algún tiempo.

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Cuando tú no estás, no existes para él

La cuestión no es tanto sobre si tu perro podría olvidarte, porque todo apunta a que su mente no desechará ese recuerdo y permanecerás en su mente para siempre. Sin embargo, la cuestión es más bien ¿te recordará voluntariamente? En este sentido la respuesta es menos romántica. 

El perro recuerda a las personas cuando están frente a él, por lo que más que recordar estaríamos refiriéndonos a “reconocer''. Por lo que se sabe, su mente no bucea en recuerdos de forma lúdica, práctica o voluntaria. No utiliza su tiempo mental ni a conjeturar, ni definir estrategias, ni recordar momentos pasados, como haría el ser humano. Estas variables de pensamiento son las que nos definen como seres conscientes, dueños de nuestro pensamiento y con intencionalidad en el pensar.

Por el contrario, el perro utiliza su recuerdo siempre con fines prácticos a cortísimo plazo. Sus recuerdos son llamados por asociación, generalmente sensorial. Cuando un perro recuerda a un dueño que ya no está presente en su vida lo hará por asociación, no por decisión propia.

Supongamos que todas las mañanas desayunas nueces con yogur y tu perro, como es habitual, te olisquea y camina a tu alrededor curioso, así todas las mañanas. Imaginemos que no sueles comer nueces en otro contexto, y que nadie más en tu entorno lo hace. Si algún día dejas de ser el dueño de tu perro y él vive otras experiencias con otras personas y alguien abre un día una bolsa de nueces, probablemente tu perro te recordará, tu imagen vendrá a su mente, probablemente tu olor, el tono de tu voz y la percepción de “hogar” que le producías. Sin embargo, en cuestión de unos instantes muy breves ese recuerdo volverá a desaparecer de su plano activo. Este recuerdo habrá emergido en él por asociación sensorial, el perro vuelve al concepto que representas, pero no de forma voluntaria, sino de manera asociativa.

¿Entonces mi perro no me recordará?

Sí lo hará. Cada vez que olfatee algo relacionado con las vivencias que habéis tenido juntos volverá a su mente la percepción simbólica asociada a ti. Tu perfume, la crema de manos que utilizas, el olor de tu chaqueta de cuero, el aroma intrínseco de la casa del pueblo a la que solo acudía contigo, el petricor del monte de vuestras caminatas…

Sin embargo hay muchos casos en los que los perros se han comportado de forma “depresiva” al fallecer su dueño, y han permanecido impasibles a la espera del regreso del ser querido que ya nunca volverá. Esto, que tiene una apariencia social muy humana en el fondo es una traslación de lo que nosotros queremos ver.

Cuando el dueño de un perro fallece el vínculo del perro con su rutina se trunca de forma radical. Si sigue viviendo en la misma casa olfateará las pertenencias del dueño pero no le encontrará, lo que generará una contradicción, algo así como una conducta previsible que no se acaba de completar: oler, pero no concluir en la persona que habitualmente generaba ese olor.

Además, la ruptura de rutinas al fallecer un dueño se hacen evidentes. Los perros no son animales de la casa (como los gatos) sino que pertenecen asociados a un líder, ellos nunca pierden de vista dónde está su humano de referencia, analizan los sonidos que describe en todo momento y hacen un seguimiento contínuo de cada uno de sus ritmos: sonoros, físicos y olfativos. Cuando esos ritmos se truncan y desaparecen el perro puede quedar desorientado en algo que parece un shock, pero no es una cuestión personalista.

Cuando interpretamos que un perro cae en depresión porque le falta su humano de referencia estamos humanizando el comportamiento animal según nuestra propia socialidad. Lo que ocurre es que el perro debe digerir (reaprender) que existen estímulos sensoriales (olores) y costumbres que dejan de ser coherentes, quien ahora es su nuevo humano de referencia tiene otra forma de actuar, otro olor y otro tono para referirse a él. El perro debe reinterpretar sus señales olfativas y de rutina, y esto no es una tarea fácil ni instantánea, su proceso de adaptación requiere tiempo.

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