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La depresión sigue estando rodeada de cierto estigma, convirtiéndose en un tabú para muchas personas. Tanto es así, que el 30% de las personas con depresión no lo hablan con la familia según los datos de los que dispone la asociación La Barandilla. “En la mayoría de los casos tienen miedo a que sus familias sufran por ellos o a ser una carga, les preocupan las consecuencias sociales, laborales y personales”, explicaba su director José Manuel Dolader en la presentación de La Travesía de Elena, una experiencia virtual impulsada por Lundbeck con el objetivo de que la sociedad conozca de cerca cómo es vivir con esta enfermedad y divulgar el mensaje de que la depresión se puede tratar y se puede salir de ella. Se trata de un relato interactivo formado por 12 ilustraciones creadas por la artista Ana Santos sobre las vivencias de una joven que logra superar una depresión.

 

Y es que la pandemia no ha ayudado en este aspecto. “Esperamos un aumento del 20% de los casos en trastornos depresivos, especialmente en los segmentos más vulnerables. Estamos viendo que el confinamiento y el aislamiento han afectado a los más jóvenes. Son uno de los colectivos más vulnerables en esta pandemia en cuanto a salud mental. Han visto cómo sus proyectos han quedado paralizados y su estilo de vida totalmente alterado, lo que ha tenido un impacto directo en su bienestar emocional. Esto hace que acumulen un mayor riesgo de desarrollar un trastorno mental, incluso respecto a franjas de edad mayores”, explica el doctor Celso Arango, psiquiatra y presidente de la Sociedad Española de Psiquiatría (SEP).

 

“La depresión no tiene cara, es una enfermedad silenciosa”, define José Manuel Dolader, quien ha
destacado la importancia de que cada vez se está hablando más de salud mental y esto ayudará a que
muchas personas puedan reconocer si pueden estar en riesgo de sufrir una depresión y pedir ayuda
lo antes posible.

 

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Síntomas que debemos tener en cuenta

¿Qué síntomas nos indican que una persona puede estar viviendo una etapa de depresión? Tal y como nos cuenta el doctor Vicente Gasull, médico de Atención Primaria en el Departamento 9 de Valencia y coordinador del Grupo de Salud Mental de SEMERGEN, los síntomas fundamentales para establecer el diagnóstico de un episodio depresivo podemos decir que son: tristeza, falta de ilusión por aquellas cosas con las que hasta ese momento disfrutaba o le gustaban (anhedonia) y la falta de energía. Los síntomas afectivos son los más característicos, pero no siempre son los síntomas predominantes y es muy frecuente, sobre todo en Atención Primaria, que la depresión se nos presente con otras “caras”, como, por ejemplo:

  • Paciente que aqueja múltiples síntomas físicos, en múltiples localizaciones y sin una base orgánica que justifique el diagnóstico “físico”. Así por ejemplo son frecuente los dolores de espalda, las palpitaciones, el cansancio intenso, los síntomas gastrointestinales …
  • En otras ocasiones el paciente, o la familia, nos refiere que tiene dificultades para concentrarse, disminución del rendimiento en el trabajo, incapacidad para tomar decisiones. Son lo que conocemos como síntomas cognitivos, que también es una forma frecuente de presentación, y, por ejemplo, en adolescentes que hasta ese momento tenían un rendimiento escolar bueno, nos debe hacer pensar que algo pasa cuando hay un descenso de este.
  • Los cambios de conducta (ej. el adolescente que pierde el interés por salir con los amigos, el adulto que pierde el interés por las aficiones que tenía hasta ese momento y solo quiere estar solo) son también otra forma de presentación e incluso la aparición de hábitos de conducta inapropiados, como por ej. el consumo de alcohol o drogas.
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La importancia de cuidar la salud mental

Le planteamos al doctor por qué piensa que sigue sin darse la importancia que se merece a la salud mental. “A ciencia cierta, sinceramente, no lo sé. Probablemente influye el que hoy en día las patologías mentales siguen siendo “tabú” y los pacientes que las padecen siguen siendo estigmatizados. Por ello, se tiende a ocultar su padecimiento, e incluso se tiene vergüenza a reconocer que un familiar, o uno mismo, padece un trastorno mental. No se acepta”, nos cuenta. Y añade que en el caso concreto de la depresión, y sobre todo en los hombres, se piensa que es una debilidad de carácter y que con voluntad se puede vencer, lo que lleva a que se generen sentimientos de culpa por no tener esa energía para superar la enfermedad, y se tiende a ocultar su padecimiento.

 

“También influye el hecho de que en la patología mental no se producen signos externos que nos objetiven que existe una enfermedad; así ante un paciente que ha sufrido una fractura se da por supuesto que no puede trabajar, que tiene una incapacidad; en el trastorno depresivo, no se aprecia nada externo por lo que se tiende a banalizar e incluso a pensar que se está simulando. Además, nos encontramos con pacientes que a pesar de su sufrimiento pueden seguir realizando sus actividades profesionales (presentismo), por lo que parece que “no es tan grave”. Por todo ello, tal vez no se reivindica de una manera tan enérgica la necesidad de un aumento de recursos en salud mental. Por otro lado, no podemos obviar que la Salud Mental es una especialidad médica frente a las múltiples especialidades médicas “físicas” (endocrinología, cardiología, nefrología, reumatología …), y necesariamente con mayor población atendida, por lo que, tal vez, se presta más atención a estas últimas”, nos detalla el doctor.

 

Pilar Conde, directora técnica de Clínicas Origen, por su parte, insiste en la influencia de la herencia social, en el sentido que ha sido un tema tabú durante muchos años. “Por lo que al estar oculto, las necesidades han sido minimizadas y tratadas desde solo la farmacología”, apunta. Pero llama al optimismo, y es que en su opinión, nos encontramos ante un momento de visualización de las necesidades psicológicas.

 

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Preguntas que nos hacen estar alerta

Planteamos a la experta cuáles son las preguntas que puede hacer un paciente que le indican, como profesional, que puede estar ante un caso de depresión. Y nos matiza que más que preguntas, se trata de verbalizaciones, como las siguientes:

- Que no tiene ganas de hacer nada, que no tiene fuerzas para hacer las tareas del día a día.

- Que siente una tristeza constante, y que no consigue disfrutar con aquello que normalmente disfrutaba.

- Que si piensa en el futuro, piensa que va a seguir así, que no le ve solución a lo que le sucede.

- Que quedar con sus amistades o familia, le supone un esfuerzo enorme, y no le apetece.

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¿Qué preguntar a un paciente con depresión?

Y en el otro extremo, ¿cuáles son las preguntas que puede hacer un profesional a un paciente para confirmar o descartar si se halla ante un caso de depresión? “Lógicamente la pregunta inicial debe ser: “¿Qué le sucede?”. Es una pregunta abierta que tiene como finalidad que el paciente exprese libremente lo que siente. Y debe ir seguida de “¿Desde cuándo está así?” porque para poder diagnosticar un episodio depresivo los síntomas han de estar presentes al menos dos semanas”, nos dice el doctor.

Y matiza que la siguiente pregunta sería “¿Ha estado recientemente sometido a alguna situación estresante, que pueda relacionar con su estado de ánimo actual?”, “¿Ha sufrido recientemente la pérdida de un ser querido o una pérdida significativa en los últimos 6 meses?”. La finalidad de estas preguntas es descartar una reacción adaptativa o un duelo, que pueden cursar síntomas depresivos, pero no ser, propiamente, una enfermedad o un Trastorno Depresivo”.

El doctor nos cuenta que, de cara al diagnóstico, las siguientes preguntas son fundamentales: "En las 2 últimas semanas:

  • ¿Se ha sentido triste, desesperanzado?
  • ¿Ha perdido el interés por las cosas?
  • ¿Se ha sentido con poca energía?
  • ¿Ha perdido la confianza en sí mismo? ¿Tiene sentimientos de fracaso o de haber decepcionado a los suyos?”

Si se responde positivamente a dos de estas preguntas se debe sospechar un episodio depresivo y entonces se debe seguir preguntando y realizar una exploración psicopatológica completa.

Otras preguntas que se pueden realizar y que ayudaran a completar el diagnóstico son:

  • ¿Ha tenido dificultades para concentrarse?
  • ¿Ha perdido peso?  ¿Ha tenido falta/exceso de apetito?
  • ¿Ha estado despertándose demasiado temprano? ¿Ha tenido dificultades para dormir?
  • ¿Se ha sentido enlentecido?
  • ¿Cree que ha tenido tendencia a encontrarse peor por las mañanas?
  • ¿Ha presentado anteriormente episodios de humor exaltado, euforia desmedida…? (síntomas hipomaníacos o maníacos). Esta pregunta nos ayuda a establecer el diagnóstico diferencial con un trastorno bipolar.

“Y es obligada la pregunta: “¿Ha tenido ideas de muerte, sensación de que estaría mejor muerto, de que no vale la pena vivir?”. Esta pregunta es obligada porque el trastorno depresivo es el principal factor de riesgo de suicidio”, nos dice.

Y añade que una vez establecido el diagnóstico de sospecha hay que preguntar por:

  • Consumo de alcohol u otras drogas (es frecuente su comorbilidad con el trastorno depresivo)
  • Comorbilidades físicas o psíquicas
  • Consumo de fármacos
  • Episodios anteriores, tratamientos y respuesta a los mismos.
  • Apoyo familiar y social.

 

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Personas con más riesgo de padecer depresión

Tal y como nos cuenta el portavoz de SEMERGEN, las mujeres tienen una mayor prevalencia de trastorno depresivo mayor (4,9%) que los hombres (2,8%), casi el doble, y el predominio tiene una relación inversa con la edad. “Es más, hay algunos trastornos depresivos que son exclusivos de la mujer como es la depresión periparto. Estas diferencias pueden explicarse por diferencias biológicas entre sexos, pero también, en gran medida, por desigualdades sociales, culturales y económicas entre géneros”, nos cuenta. Y añade que con respecto a la edad, el trastorno depresivo suele presentarse en edades medias de la vida, pero hay dos franjas de edad en las que es más prevalente, la adolescencia y la edad geriátrica.

-La prevalencia del trastorno depresivo mayor infantil está en torno al 2 %. La proporción entre géneros es similar en niños y niñas prepuberales, pero en la adolescencia pasa a ser más del doble en chicas.

-Las cifras de prevalencia aumentan a partir de la pubertad, sobre todo por el aumento en niñas, con datos de prevalencia en torno al 13 % entre los 12 y 17 años, siendo del 9,4 % en los casos de afectación grave.

-En las personas mayores de 65 años las tasas de prevalencia oscilan entre un 12-14% (14-20% para mujeres y 8,6-8.7% para hombres).

“Por último, en cuanto a los pacientes más propensos a padecer depresión, diría que el hecho de haber padecido un episodio depresivo previo es el factor de riesgo más importante para padecer un nuevo episodio depresivo y se debe investigar la presencia de depresión en aquellos pacientes aquejados de una patología crónica, sobre todo si cursa con dolor o discapacidad”, matiza. Y cuenta que aparte de estas dos situaciones, hay muchos más factores de riesgo de depresión. “Yo destacaría el haber padecido traumas previos en la infancia (ej. abusos), la situación de aislamiento social, las dificultades económicas, las etapas de la vida en las que se produce cambios de rol (ej. la jubilación)”, apunta.

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¿Es complicado llegar al diagnóstico?

Lo ideal es poder realizar un diagnóstico y un tratamiento precoz, pero la verdad es que en muchas ocasiones se tarda demasiado en realizar el diagnóstico. Según el doctor Gasull, esta demora en el diagnóstico va a depender de diversos factores:

  • De la forma de presentación de la enfermedad. Así las formas de presentación en las que predominan los síntomas afectivos, se suele realizar un diagnóstico más precoz, pero si el paciente lo que refiere son síntomas físicos, suele trascurrir más tiempo porque lo que se busca inicialmente es un diagnóstico que se ajuste a esas quejas físicas que son las que realmente el paciente refiere y que en muchas ocasiones le lleva, incluso, a no aceptar el diagnóstico de depresión.
  • También va a depender del profesional sanitario y del sistema sanitario. Una actitud proactiva y una mejor formación en temas de salud mental favorecerán la precocidad en el diagnóstico. El Sistema Sanitario también influye porque según la gestión de agendas que se realice se dispone de mayor o menor tiempo de consulta por paciente, lo que influye en la posibilidad de un diagnóstico más certero y, indudablemente, en la calidad de la asistencia y en los resultados en salud.
  • Y, por último, influye el paciente, por el estigma/tabú que existe en torno a la enfermedad mental que hace que tanto él como la familia, sientan vergüenza a expresar los síntomas de índole afectivo y comportamentales que son los que, probablemente, llevarían a un diagnóstico más precoz. 

 

“Lo que suele suceder es que muchas personas acuden al médico de cabecera, se receta medicación y no piden ayuda psicológica, lo que deriva en no trabajar el problema de raíz y se aumenta la probabilidad de cronificar la depresión”, apunta Pilar Conde.

 

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Establecer un plan de acción

Una vez diagnosticado el problema, ¿cuál es el plan de acción para tratar de ayudar a una persona que se encuentra en esta situación? “El plan de acción pasa en primer lugar por aceptar que se trata de una enfermedad, como cualquier otra, y que tiene un tratamiento, y que con el tratamiento precoz las probabilidades de que sea efectivo y mejorar la calidad de vida son mayores  incluso en muchas de las patologías “se sale” de la enfermedad. Hay que aconsejar a la persona que se encuentra en esta situación que acuda al profesional sanitario, médico de familia, psiquiatra o psicólogo, lo antes posible y que no se deje guiar o aconsejar por redes sociales u opiniones bienintencionadas que lo único que hacen es retrasar el abordaje de la enfermedad”, nos cuenta el doctor.

 

E incide en la importancia de mostrar empatía con la persona que se encuentra en esta situación. Se ha demostrado que la empatía por parte del médico se asocia con un aumento de la motivación por el cambio, un aumento de la probabilidad de iniciar el tratamiento antidepresivo y una mayor adherencia/cumplimiento del tratamiento a los 6 meses. Lógicamente esta empatía no deben prodigarla solo los profesionales sanitarios que están atendiendo al paciente, sino también familia y amigos, y por ello es importante que se les proporciones una buena psicoeducación para que conozcan en qué consiste la enfermedad, qué síntomas y cambios ocasiona y cómo se debe actuar en la relación con el paciente, así como modificar todos los tabús que existen en torno a los antidepresivos. Hay que evitar mensajes como:

  • “Debes hacerlo por ti mismo, sin tomar pastillas”
  • “Ya no los necesitas”
  • “Te pueden perjudicar al estómago” o “afectar a la memoria” o “cambiar la personalidad”
  • “Vas a volverte dependiente”
  • “Son mucho mejor los tratamientos naturales”.

 

“Al margen del tratamiento psicoterapéutico o psicofarmacológico que deba de llevar el paciente, y de su correcto seguimiento, es importante incentivar el cambio a estilos de vida saludables y la práctica de actividad física.  Y, por último, un aspecto muy importante en el tratamiento de estos pacientes (yo diría, con todos los enfermos) es el optimismo. Mostrarse optimista en la relación con el paciente se ha demostrado que es un potente agente terapéutico”, matiza el médico.

Para Pilar Conde es importante acudir a médico de cabecera o psiquiatra para valorar la idoneidad de recibir tratamiento farmacológico. Y también acudir al psicólogo para recibir terapia para la depresión. “En terapia se trabajara la planificación de actividades agradables para mejorar el estado de ánimo. Se trabajan las emociones y los pensamientos disfuncionales activados por la depresión y se aprenden otro tipo de herramientas necesarias para abordar los factores de estrés que le han derivado en un proceso depresivo, como la toma de decisiones, la asertividad y la resolución de problemas”, concluye la psicóloga.

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