May Morón, experta en Nutrición Emocional y autora del libro: ¿De qué tienes que desprenderte para adelgazar? Aligera tu mochila emocional, lo tiene claro: “Las dietas están destinadas al fracaso”. Su argumento se basa en que si funcionaran, solo haría falta hacer una o dos. En cambio, una vez que empiezas acabas en un bucle del que cuesta mucho trabajo salir. Por eso, hemos querido hablar con ella de por qué es precisamente tan complicado salir de esa espiral de las dietas sin fin. Y es que seguro que conoces a alguien que se pasa prácticamente media vida a dieta.
¿Por qué las dietas restrictivas suelen fracasar a largo plazo?
Si una cosa hay en común en las personas que empiezan una dieta, es su tremenda insatisfacción corporal. Y piensan que una dieta será la solución definitiva a sus problemas.
Las dietas restrictivas están diseñadas de alguna forma para luchar contra el cuerpo, no para escucharlo. Nos prometen una falsa “felicidad” (igual a delgadez), resultados rápidos, pero lo hacen a costa de algo muy valioso: la confianza en nuestra propia regulación interna.
Nos desconectan del cuerpo, de las señales de hambre y saciedad y sobre todo, del disfrute, y nos meten en un sistema de reglas rígidas y externas. Al final, el cuerpo y la mente no aguantan vivir en ese modo de control y escasez constante, y es entonces cuando llega el temido "efecto rebote".
Y tristemente, la persona piensa que ha fracasado o que no tiene fuerza de voluntad suficiente. Y por eso, esa sensación de vergüenza y culpa. Y no es así, es que el sistema de la dieta está condenado al fracaso desde el principio.
Es curioso que cuantas más dietas hace una persona, peor relación tiene con la comida, con su cuerpo, consigo misma y más vulnerable es a comer emocionalmente.
Si una cosa hay en común en las personas que empiezan una dieta, es su tremenda insatisfacción corporal. Y piensan que una dieta será la solución definitiva a sus problemas
¿Debemos descartar, de una vez por todas, el concepto de dieta?
Sí, hay una vida más allá de las dietas. La palabra dieta tiene una connotación de restricción, prohibición, culpa, control y exigencia.
Más allá del término, lo que necesitamos soltar es la mentalidad de dieta: esa idea de que el cuerpo hay que cambiarlo y corregirlo a toda costa, que la comida hay que ganársela, y que solo hay dos opciones: hacer dieta y controlar o dejarse ir. Apostar por una alimentación consciente, saludable y disfrutona, basada en el autocuidado, es mucho más efectivo y amable que cualquier dieta.
Se trata de volver a reconectar con las señales del cuerpo de hambre y saciedad y sus verdaderas necesidades internas. Y una cosa importante, entender que la diversidad corporal ha existido siempre. Un cuerpo no es una moda. Por eso no hay dieta que solucione la insatisfacción corporal.
¿Qué papel juegan las emociones en nuestra alimentación y por qué es importante aprender a gestionarlas?
Las emociones están en la mesa cada día. No podemos dejarlas fuera mientras comemos. Comemos cuando estamos alegres, tristes, cuando necesitamos consuelo o simplemente cuando buscamos desconectar y evadirnos. Y eso no es un problema en sí.
La comida es más que comida física, también es un acto de compartir, es celebración, es cultura, es placer, es compañía y es amor.
El problema está cuando comer se convierte en el único recurso aprendido para lidiar con las emociones, sobre todo, las que llamamos incómodas (estrés, ansiedad, soledad, tristeza, aburrimiento, vacío interior…) y luego nos genera un sentimiento de culpa.
Es evidente que comida y emociones están estrechamente vinculadas desde que éramos bebés. Por eso, no debemos intentar controlar las emociones sino saber que mensaje nos trae para gestionarlas sin tener que acudir a la comida.
¿Qué consejos darías para disfrutar de la comida sin culpa?
La culpa es una emoción que nos dice que hemos incumplido normas o valores. Y nos trae ese mensaje para poder enmendar la situación. Pero en el caso de la comida, no puede haber culpa, porque no estamos haciendo nada mal.
Por eso, lo primero, es entender que esa culpa (aprendida), que aparece cuando comemos, no es una señal de que hicimos algo mal, sino de que estamos atrapadas en creencias rígidas sobre lo que “deberíamos o no comer”. Es importante quitar la etiqueta de alimentos “buenos o malos”, y también el “me he portado bien o mal” en relación a la comida, porque dentro de un contexto todo vale.
Segundo: darnos permiso real para comer y disfrutar. No hablo de un “vale, me lo como, pero mañana me porto bien y compenso”. Hablo de hacer elecciones con responsabilidad, comer conscientemente y reconectar con el disfrute.
Y tercero: preguntarnos más a menudo: ¿qué necesito realmente? o ¿de qué tengo realmente hambre? A veces, será comida y otras veces, puede ser hambre de descanso, compañía o simplemente un respiro.
El cuerpo no es una máquina que puedas programar a base de calorías y reglas. Cada cuerpo es único y tiene su propia historia que refleja sus experiencias, emociones, creencias, miedos y anhelos…
¿Es posible mantener un peso saludable sin seguir una dieta estricta?
Absolutamente. De hecho, muchas mujeres encuentran su equilibrio y bienestar cuando sueltan el estrés que les generan las dietas.
El cuerpo no es una máquina que puedas programar a base de calorías y reglas. Cada cuerpo es único y tiene su propia historia que refleja sus experiencias, emociones, creencias, miedos y anhelos…
Se trata de soltar la mentalidad de dieta. Es un cambio de mirada, un enfoque basado en el autocuidado, respeto y amor propio. Soltar la mentalidad de dieta parte de hacer las paces con la comida y el cuerpo. Volver a reconectar con él, empezar a habitarlo y escucharlo para darle lo que realmente está necesitando.
El peso sobrante se irá de forma natural cuando empiezas un camino hacia el autocuidado sin fecha de fin. Es un camino más lento, sí, y también más sostenible y mucho más liberador a largo plazo.
¿Cómo podemos evitar caer en el ciclo de las dietas nuevamente?
Primero, asumir la responsabilidad y preguntarse honestamente: ¿Alguna dieta me ha hecho feliz? ¿Tengo mejor relación con la comida y con mi cuerpo? Y desde ahí, elegir si de verdad, si merece la pena seguir en ese ciclo vicioso que no lleva sino a más insatisfacción y ansiedad.
Y luego reconocer que las dietas no son solo planes alimenticios, son también una forma de pensar: “Si no controlo, me desbordo”; “si me permito, me pierdo”; “alimentos engordantes o malos y alimentos buenos”; Si estoy delgada seré más feliz y exitosa…”
Por eso, es fundamental para salir de esta mentalidad, trabajar las creencias que tenemos en relación a la comida y el cuerpo. También ayuda rodearse de información diferente, de voces que hablen de salud sin presión estética, de autocuidado sin castigo.
Y, sobre todo, tener paciencia: salir del ciclo de las dietas es como desactivar un piloto automático. Lleva tiempo porque vivimos inmerso en una sociedad que refuerza la mentalidad de dieta constantemente, pero … se puede.