La película se estrena el 15 de junio en España

La curiosa historia de cómo el actor Andreas Muñoz se convirtió en San Ignacio de Loyola

El español ha contado de qué inesperada manera consiguió el papel en la cinta que lleva a la gran pantalla la vida del fundador de los Jesuitas

Por Cristina Olivar

Fue un reto difícil, pero como para el español Andreas Muñoz los imposibles no existen, apostó fuerte y terminó dando vida a un personaje que ha marcado su vida y su carrera, el de San Ignacio de Loyola. Aunque la suerte comenzó jugando en su contra, porque se encontraba en Londres interpretando Hamlet el día del casting, no lo dio por perdido y le pidió a su hermano Omar que se presentara por él. A bote pronto fue una alocada idea, pero finalmente surtió efecto y meses después se estaba embarcando en este proyecto a las órdenes del director Paolo Dy. Andreas, que acaba de trabajar en la serie Peaky Blinders, ha estado en Madrid para presentar Ignacio de Loyola -llegará a los cines españoles el próximo 15 de junio- y hemos podido hablar con él sobre las curiosas anécdotas que han rodeado a la película. 

¿Cómo ha sido el rodaje de Ignacio de Loyola?
Fue muy intenso. Empezamos a rodar a mediados de junio de 2015 y duró tan solo diecisiete días. Fue un reto grandísimo, tanto para mí como para el resto de actores y del equipo técnico porque a los pocos días de rodaje había que sumar que tuvimos muchos problemas por el calor. Hubo alerta roja por altas temperaturas y recuerdo que un día en Artajona, rodando la escena de la batalla de Pamplona de 1521, fue uno de los días más calurosos y me tuvieron que poner todo el vestuario, con la armadura, y llegó un momento en que tenía tanto calor, que sentía hasta frío.

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¿Es verdad que tu hermano se presentó al casting por ti?
Es totalmente verdad, (dice entre risas). Me pilló en Londres representando Hamlet y no podía ir. Entonces, le pedí a mi hermano Omar, que también es actor, que se presentara y que hablara de mí, que les dijera que tenía muchísimas ganas de conocerles y de poder optar al papel. Y así fue. Aunque también le hicieron el casting a él, pero no le eligieron porque buscaban a alguien un poco más mayor.

¿Conocías la historia de San Ignacio de Loyola antes del rodaje? ¿Qué es lo que más te ha sorprendido?
Conocía su nombre, pero no sabía mucho más. Me ha sorprendido la valentía que tuvo de despojarse de todo, de su vida como noble, porque en la época disfrutaba de un alto estatus, y dejar de lado todas estas ropas nobles para empezar un camino como peregrino con absolutamente nada y mendigar, me parece un acto de valentía grandioso. Al fin y al cabo, lo que hizo fue mendigar para los demás. Fue un cambio radical.

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Te habrá costado meterte en la piel de San Ignacio de Loyola, porque es como hacer dos personajes en uno...
Fue un reto. El director y yo lo trabajamos como dos personajes distintos. Por un lado, está Íñigo de Loyola, el soldado, que el director decía que era la parte del fuego, pasional, perfeccionista, egocéntrica; y por otro lado está Ignacio de Loyola, que es la parte en la que es un peregrino, la más espiritual, la del agua.

Cada personaje va dejando una huella en el actor, ¿cómo te ha marcado a ti?
Pues de una forma muy especial. Me ha reportado una seguridad grandísima que antes no tenía, aunque lleve trabajando 18 años como actor. También he aprendido muchísimo sobre él, sobre todo de la capacidad que tenía de escuchar a los demás y de tener paciencia.

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Tu trabajo ya ha tenido recompensa, te llevaste el premio de Mejor Actor del Festival de Manhattan, ¿te lo esperabas?
¡Qué va! Para nada. Además, es curioso, porque me encontré en Boston en un pase de la película y el director me dijo: “Tengo una sorpresa para ti, estás nominado a Mejor Actor en el Festival Internacional de Manhattan”. ¡No me lo podía creer!

Y esta vez fue tu hermana quién fue en tu lugar a la gala, ¿no?
Luego volé a Nueva York para ver a mi hermana, Gara, y no me pude quedar porque tenía que presentar Bodas de Sangre en Londres, estaba en plenos ensayos para interpretar al novio, así que le pedí que fuera por mí. Por el cambio de horario, yo estaba en la cama hablando con ella por el Whatsapp durante la gala y le pedía que me fuera contando qué pasaba, y de repente se queda un rato sin responder y cuando vuelve a escribir, me dice: “Estoy llorando Andreas, acabo de subir el escenario, te han dado el premio”.

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Debutaste en el cine muy jovencito, con nueve años, y de la mano de Guillermo del Toro en El espinazo del diablo, ¿tenías claro que querías ser actor?
Desde más pequeño todavía, desde que tenía tres años. Mi madre me cuenta que yo le decía cuando veía la tele: “Mamá, por qué ellos están ahí en la televisión y yo no”.

En estos años de profesión, ¿qué ha sido más difícil?
Quizá el salto que di al estudiar arte dramático en inglés. Llevaba trabajando mucho en cine y televisión, en películas como Arena en los bolsillos, Vida y color o Goal II, también estuve tres años en Disney Channel en España y Estados Unidos, era presentador en Boing… En esa época, que tenía 18, 19 años, ya había trabajado bastante y decidí dejarlo para hacer teatro. Empecé a estudiar en la RESAD (Real Escuela Superior de Arte Dramático), y al segundo año me entró el gusanillo de Shakespeare e hice un curso con el actor Bruce Myers. Me gustó tanto Shakespeare que decidí estudiar arte dramático en inglés en Glasgow, en la Royal Conservatoire of Scotland. Fue una apuesta difícil, porque pensaba que lo iba a perder todo.

¿Con quién te gustaría trabajar?
J.A. Bayona, Amenábar y, si da el paso a trabajar en inglés, Almodóvar. Y como actores, acabo de rodar con Cillian Murphy, en la serie Peaky Blinders, que es uno de los actores que me encantan. Estoy en la serie con él y con Tom Hardy y Adrian Brody. Me encantaría compartir pantalla con Javier Bardem y Penélope Cruz, que es una actriz con una luz inmensa. Aunque mi top es Robert de Niro. Sería un sueño. Es un maestro de maestros.