La Reina de Dinamarca sufría tremendos dolores de espalda desde hace mucho tiempo pero, y aún a sabiendas de que todo su gran problema radicaba en sus gastadas vértebras lumbares y que, hoy día, tal intervención no reviste ningún problema, se resistió a entrar en quirófano hasta el último momento. De hecho, la Soberana tomó la decisión de someterse a una operación esta misma semana, después de sufrir durante horas un calvario de dolores sin que nada ni nadie pudiera aliviarla. Sabía que su caso no era, por desgracia, uno de esos que pueden ser tratados con ejercicio físico y analgésicos y que sólo pondría fin, de una vez por todas, a su sufrimiento con una intervención quirúrgica. Fue entonces cuando eligió hospital, suspendió una audiencia de despedida para los embajadores de Uganda y Pakistán y puso rumbo a Aarhus, la misma ciudad donde había sido operada anteriormente.
Pero como decíamos, [Margarita de Dinamarca], una mujer fuerte y enérgica, había llevado en absoluto secreto y con una gran dignidad su dolencia, pese a que nunca se desplazaba a ningún lugar sin su almohada de reposo. Por ello, sus conciudadanos se llevaron una inmensa sorpresa ayer miércoles cuando Palacio informó de la situación a través de un comunicado que explicaba a todos los daneses que la soberana había sido operada de una dolencia de espalda en el Kommunehospital de Aarhus.
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