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Adolescencia

Sonia López Iglesias, psicopedagoga: “Nuestros adolescentes normalmente no nos escuchan, pero nos observan a diario”


Entender qué necesitan los adolescentes y cómo podemos estar presentes en su día a día es clave para acompañarlos y guiarlos de manera adecuada


Sonia López Iglesias, psicopedagoga experta en adolescencia© LOREN FOTOGRAFIA
10 de septiembre de 2025 - 7:30 CEST

La adolescencia es una etapa convulsa y llena de cambios, ya lo sabemos, pero también es una etapa vulnerable, como indica Sonia López Iglesias, psicopedagoga experta en educación emocional y adolescencia que acaba de publicar el libro Cuando la adolescencia duele. Claves para cuidar la salud mental de tu adolescente (Ed. Destino). Hemos charlado con ella y nos ha dado pautas muy concretas dirigidas a padres de hijos adolescentes para que puedan ayudarles a ser más fuertes y para darles el apoyo que precisan.

La primera pregunta es, haciendo alusión al título del libro, casi obligatoria: ¿la adolescencia duele?

La adolescencia a veces duele porque es una etapa muy convulsa y, sobre todo, muy vulnerable. Duele cuando no está bien acompañada, cuando el adolescente se siente que está solo en ese proceso tan complicado que es para él crear o construir una nueva identidad. Sobre todo duele si nota que no tiene buenos referentes a su alrededor que le ayuden a dar respuesta a muchas dudas, inquietudes o miedos que le surgen o ante una convulsión de cambios. 

Esos cambios, en no pocas ocasiones, desconciertan a los padres, que ven cómo a su hijo le ha cambiado el carácter o es más solitario, menos hablador…

Muchas familias solo ven los cambios físicos, pero es que el adolescente sufre cambios a nivel cognitivo, a nivel psicológico, a nivel social y emocional. Muchos de esos cambios provocan este miedo, esta incertidumbre e, incluso, muchas reacciones desajustadas del adolescente. Piensa que el cerebro del adolescente es un cerebro que se está renovando, y hay una parte muy importante, que es la corteza prefrontal, que es la que controla las acciones ejecutivas como el control de impulsos, la capacidad de planificar, de gestionar correctamente las emociones… Pues esa parte del cerebro ahora mismo está como esas páginas web en las que entras cuesta y pone “no se puede usar porque está en construcción”. Pues así está el cerebro adolescente, sobre todo, esta parte prefrontal de funciones ejecutivas

El adolescente necesita sentir nuestra presencia y nuestro interés por todo lo que le pasa

Sonia López Iglesias, psicopedagoga experta en educación emocional y adolescencia

Si yo entiendo que esos cambios y que ese cerebro aún no está preparado para funcionar correctamente para ayudar al adolescente a controlar, por ejemplo, la impulsividad y esas emociones que muchas veces se desbocan, si yo lo entiendo como familia y como docente, lo que consigo es no tomarme nada como algo personal, sino como algo cerebral. Esto ayuda a acompañar esta etapa tan complicada para las familias y para los docentes. He de acompañar con mucha más calma porque, al final, una de las cosas prioritarias que necesita el adolescente es que sus adultos de referencia le contagien esa serenidad que no encuentran en su interior. 

¿Cómo entender esos cambios? ¿Pueden los padres prepararse (de verdad) para la adolescencia de sus hijos? 

Por supuesto. Lo ideal sería prepararnos cuando nuestro hijo no ha entrado en esta etapa adolescente, o sea, cuando tenga siete u ocho años, si yo voy leyendo sobre adolescencia, me va a ayudar mucho a entender la etapa. El entenderla me hace comprender a mi adolescente y, sobre todo, dar respuesta a sus nuevas necesidades. 

Nos tenemos que formar a través de la lectura de libros, a través de charlas formativas que, por suerte, cada vez más los centros escolares organizan; también siguiendo a perfiles en redes sociales que tienen mucha calidad y que pueden ayudar a ir conociendo muchas de estas conductas que me van a hacer reaccionar y que son totalmente normales para en esta etapa. Y, si ya tengo hijos adolescentes en casa, nunca es tarde para empezar a formarme. 

Advierte en el libro del daño que la sobreprotección puede hacer a los adolescentes. ¿Cómo encontrar el equilibrio para ir dando a los hijos cada vez más libertad, pero sin caer en el error de permitirle ciertas cosas antes de tiempo?

Eso va a depender mucho de cada niño, porque el desarrollo evolutivo de cada niño es muy diferente. Vamos a empezar trabajando la autonomía desde bien pequeños. Y lo que nos va a facilitar mucho trabajar esa autonomía va a ser el establecimiento de unas rutinas y unas responsabilidades.

Las rutinas y las responsabilidades, poco a poco, le dan al niño esa autonomía y esa autoestima que él necesita para poderse enfrentar a todos los retos nuevos que se va a encontrar en la etapa de la adolescencia. 

Esas responsabilidades, sobre todo cuando empiezan la adolescencia, se tienen que consensuar en casa y tienen que ir muy acompañadas de unos límites consensuados que nos van a ayudar mucho a trabajar esa autonomía y nos va a ayudar mucho a que el adolescente se responsabilice de sus conductas, a que sepa muy bien que saltarse ese límite que hemos consensuado en casa tiene unas consecuencias lógicas. 

Un adolescente sobreprotegido no ha desarrollado correctamente su autoestima porque siempre depende de que el adulto le solucione sus problemas. Va a ser un adolescente que no va a saber tomar buenas decisiones y, sobre todo, que se va a frustrar mucho ante esos nuevos retos que le va a plantear la etapa. Hay que hacerlo desde bien pequeños. 

También destaca en el libro la importancia de confiar en el hijo adolescente. ¿Cómo hacerlo cuando los padres ven que cae una y otra vez en el mismo error o que tiene conductas no deseables?

Hay que hacerlo desde la comprensión porque, volvemos a lo mismo, su cerebro aún no está preparado para tomar buenas decisiones, para planificar correctamente. Si nos pasamos todo el día etiquetando o haciendo juicios de valor sobre sus conductas o castigando demasiado el error, ese adolescente lo que va a hacer es no probar nada nuevo porque va a sentir que no se confía en él. 

Si, ante un error del adolescente (que muchos están justificados por esa convulsión de cambios y por ese cerebro inmaduro), si lo acompañamos, le ayudamos a modular las emociones que le surjan, porque muchas veces le surge frustración: “me equivoco, me frustro y lo pago con todos los demás”. Normalmente en casa lo pagan con los adultos, con la familia. 

Si le ayudamos a identificar las emociones, a gestionarlas correctamente y, sobre todo, le decimos “oye, es normal, tienes derecho a que en tu camino vayas tropezando, pero yo tengo ganas de ayudarte a que ese mismo error no se vaya repitiendo constantemente”... Un adolescente que nota que confían en él y que le acompañan con grandes dosis de afecto y de respeto va a ser mucho más fácil que se sienta empático y que tenga más ganas de ayudar, de escuchar a sus padres o a los docentes en el centro. 

Cuando la adolescencia duele, de Sonia López Iglesias

En el libro ocupa un lugar primordial 'la pedagogía del querer'. Qué es y cómo puede una familia ponerla en práctica?

La pedagogía del querer está muy centrada en lo que decíamos, en comprender la etapa, en comprender a nuestro adolescente, en ofrecerle nuestro apoyo incondicional entendiendo esos errores. Hay muchas familias que piensan que en esta etapa no nos necesitan tanto y no es verdad; nos necesitan cerca pero de forma muy diferente. 

El adolescente, en esa pedagogía, necesita sentir nuestra presencia y nuestro interés por todo lo que le pasa. Es una pedagogía que yo me he inventado y que se basa, sobre todo, en las muestras de cariño, en la importancia que tienen nuestras palabras, la importancia que tiene en la adolescencia el respetar los silencios que ellos tanto necesitan que respetemos…

Una de las cosas prioritarias que necesita el adolescente es que sus adultos de referencia le contagien esa serenidad que no encuentran en su interior. 

Sonia López Iglesias, psicopedagoga experta en educación emocional y adolescencia

Muchas veces en esta etapa, como padres, nos olvidamos de abrazarles, nos olvidamos de los “te quiero”, nos olvidamos de ofrecerle amor incondicional. Esta pedagogía no tiene nada que ver con que ese adolescente no tenga responsabilidades en casa, con que no tenga que trabajar esa autonomía y, sobre todo, con que no haya unos límites súper claros en la convivencia. El expresar ese amor incondicional no tiene nada que ver con esa sobreprotección de la que antes hablábamos.

Y también la pedagogía del querer se basa mucho en nuestro ejemplo. Nuestros adolescentes normalmente no nos escuchan, pero nos observan a diario. Entonces, tenemos que intentar convertirnos en el mejor ejemplo o modelo a nivel comunicativo, a nivel de gestión de nuestras emociones, a nivel de nuestras responsabilidades. Porque nos observan y, al final, tienden a funcionar de manera muy similar a como funcionamos nosotros. 

En una entrevista sobre adolescencia, es necesario hablar sobre los problemas de salud mental en adolescentes, que han crecido muchísimo en los últimos años y que tienen muy alertados a psiquiatras y psicólogos. ¿A qué puede deberse esta situación? 

Los últimos datos del informe de la OMS (Organización Mundial de la Salud), que se publicó la semana pasada, dice que uno de cada siete adolescentes en el mundo sufre problemas de salud mental. Eso representa un 15% de los adolescentes. Los trastornos más frecuentes que padecen son la ansiedad, la depresión, problemas graves de conducta, alteraciones alimentarias, de sueño... 

Es un problema que siempre ha existido, pero que ahora, por suerte, estamos dejando de mirar a otro lado. Durante muchos años ha sido un tema súper tabú y nos estamos dando cuenta que la salud mental de nuestros adolescentes está en crisis. Tenemos que entender que, para dar respuesta a este gran problema, tenemos que darle una respuesta integral, y es una responsabilidad que al final interpela a toda la sociedad: a familias, Administración, a los docentes, a los profesionales de salud… porque por fin se ha dejado de pensar que la salud mental de los adolescentes es solo una cuestión sanitaria, sino que vemos que es algo más interdisciplinar. Esto es el primer paso, cambiar la mirada a esta problemática. 

Sobre las causas, puede haber muchísimas. Puede ser porque es una etapa muy vulnerable, repleta de cambios y, sobre todo, si el adolescente tiene problemas psicosociales, una vida familiar o un ambiente complicado… el ambiente escolar también puede provocar muchos problemas... la cosa se complica. El ambiente escolar puede provocar que adolescentes sufran violencia, ya sea física o a nivel psicológico. Hay adolescentes que sufren de pobreza, que tienen una situación muy complicada a nivel familiar… 

También puede provocarlo un abuso excesivo de pantallas, el haber crecido bajo el paraguas de la sobreprotección o simplemente que sean adolescentes que viven en una autoexigencia total. Puede ser a nivel personal, porque ellos necesitan sacar unos resultados perfectos: hay adolescentes que viven en un entorno donde se les exige o las familias son súper autoexigentes.

También lo provoca mucho la soledad no deseada. Hay muchos adolescentes que no encuentran su grupo de iguales y se sienten rechazados. ¿Y dónde construye esa nueva identidad el adolescente? En el grupo de iguales. Ese rechazo, esa soledad no deseada, también puede provocar esos problemas de salud mental. En todo caso, nunca o casi nunca es uno solo el motivo, sino que muchas veces es una mezcla de muchas causas. 

¿Cómo darnos cuenta de que nuestro hijo adolescente puede estar empezando a tener un problema de salud mental? 

Hay muchas señales que nos pueden alertar de que las cosas no van bien. Puede ser, por ejemplo, que de repente él necesite aislarse, que en casa, de repente o casi de repente, deje de comunicarse con nosotros y que se pase todo el día encerrado en su habitación. Puede ser que veamos que ha dejado, también de repente, el grupo de iguales en el que estaba o que va cambiando constantemente de grupo de iguales porque no encuentra alguno con el que se identifica.

También podemos ver que cambie sus patrones de sueño o patrones alimentarios, bien que empieza a comer demasiado o bien que deja de de comer que empiece a mostrar conductas muy disruptivas, que se salte todas las normas, que le den igual las consecuencias y que se muestre muy desafiante o, sobre todo, que se muestre muy irritable, siempre con muy poca tolerancia a la frustración. 

Algunos adolescentes son muy exigentes para sacar buenos resultados en la escuela o a nivel deportivo, por ejemplo. Son niños que nos cuesta mucho identificarlos, pero por ejemplo, podemos identificar que ha empezado a autolesionarse. Otra señal de alarma es que deje una actividad que le apasionaba; por ejemplo, un chico o una chica que practicaba un deporte en concreto que llevaba muchos años practicándolo y, de repente, nos diga ya no quiere seguir jugando a voleibol o a fútbol y que se aleje de todo: de su grupo de de amigos, del equipo... Son muchas las señales que nos alertan de que la cosa no va bien.

Adolescente mira con admiración a su padre© Getty Images/Onoky

¿Qué hacer en esos casos?

Primero, mantener la calma, porque muchas veces a nosotros, como familia, nos entra el pánico (que es muy normal porque nos genera mucha preocupación) y, sobre todo, nos aparece la culpa. Parece que lo que le esté pasando a mi adolescente es mi culpa; puede ser que sí… Si yo he sido una familia que le he permitido todo, que lo he sobreprotegido, de adolescente no habrá desarrollado las habilidades sociales y comunicativas y muestra muchas dificultades para adaptarse al nuevo entorno, a los nuevos retos, a las nuevas necesidades.

Hay que dejar atrás la culpa y mostrarle nuestra calma y nuestra serenidad, es decir, no juzgar emociones y no minimizar lo que siente. Muchas veces les decimos “eso no es importante, eso ya se te pasará”... y debemos permitirles que nos muestren sus emociones, aunque muchas veces no les dejamos que nos las muestren porque nos incomodan y nos producen esa culpa. 

Sobre todo, tenemos que asegurarnos de que nuestro adolescente se siente entendido, siente que nuestra casa es un sitio seguro, se siente escuchado, acompañado. Hay que estar, acompañar y entender. Y si vemos que nosotros no somos capaces de dar respuesta a esa situación o que la salud mental está en desequilibrio, pues deberíamos pedir ayuda a un profesional que nos eche una mano, no solo al adolescente, sino que sea una ayuda a nivel de adolescencia y a nivel también de educación para nosotros como como padres.

Un adolescente sobreprotegido no ha desarrollado correctamente su autoestima porque siempre depende de que el adulto le solucione sus problemas

Sonia López Iglesias, psicopedagoga experta en educación emocional y adolescencia

Cuando un adolescente ingresa en una unidad, por ejemplo, de trastorno alimentario, es que hemos sido muy tarde con esa salud mental. No solo intervenir, sino, sobre todo, prevenir. Por eso el objetivo de este libro es prevenir; hay que educar esa educación emocional de nuestros adolescentes, esa necesidad de autocuidado; tienen que aprender a gestionar correctamente las emociones y la construcción de la autoestima para que no lleguen a tener problemas de salud mental.

Y eso pasa por la creación de programas de prevención y promoción de la salud mental a nivel de entidades, a nivel de los institutos y a nivel de familias. Se debe tener muy claro cómo podemos acompañar la adolescencia para evitar que nuestro hijo tenga problemas de salud mental, igual que lo hacemos a nivel físico, porque cuando nuestro hijo tiene un problema físico, no dudamos en buscar al médico. Entonces, antes de buscar ese médico que necesita ese adolescente con problemas de salud mental, la mejor forma es prevenirlo con esos límites, con esa confianza, con darle esas responsabilidades y, sobre todo, ofrecerle la presencia y la calma que necesitan.

¿Qué consejo le daría a un padre o una madre cuyo hijo esté entrando en la adolescencia, más aún si lo está haciendo de forma un tanto tormentosa?

Yo creo que el mejor consejo es que entiendan la adolescencia para evitar esas reacciones que tenemos a veces las familias que nos lo tomamos todo a nivel personal. Si yo entiendo que lo que hace nuestro hijo no es algo personal, sino que es característico de esa etapa, va a ser mucho más fácil que estemos presentes y disponibles para ellos, dándoles esa serenidad que ahora necesitan y que no encuentran en su interior.

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