¿Por qué muchas mujeres se sienten mal por necesitar recurrir a la epidural o a otro analgésico durante el parto? ¿Por qué sienten que otras muchas se sienten culpables por haber tenido una cesárea en lugar de un parto vaginal? La Dra. Marimer Pérez, ginecóloga y obstetra y fundadora del Centro WoMer de Barcelona envía un mensaje tranquilizador y necesario a todas estas madres.
Hemos hablado con ella con motivo de la publicación de su último libro, No me sueltes: Historias reales de una obstetra (Lunwerg Editores), y se ha mostrado tal cual es, nos ha contado por qué no ha tenido hijos y cómo la pasión por su trabajo ha interferido en su vida social y amorosa, pero también le ha llevado al éxito y al reconocimiento profesional. Una pasión que le ha llevado a poner en el centro de la sala de partos a la mujer, a ensalzar el valor de quien, de una forma o de otra, está dando o ha dado a luz.
Y, sí, le hemos preguntado por su no maternidad, una pregunta indiscreta y, a veces, dolorosa, como ella misma explica. Lo hemos hecho porque ya habla de esta renuncia en su libro y, sobre todo, para ayudar a concienciar de lo que una simple frase puede provocar en una persona.
A un bebé lo va a mirar todo el mundo desde que nace, y la foto, al bebé. Yo solo os miro a vosotras. Tenéis que volver a estar en el centro en todos los paritorios y en todas las salas de quirófano
Te abres en canal en el libro...
La verdad es que fue un cambio de rumbo, no era la idea abrirme en canal. La idea inicial de la editorial era hablar sobre obstetricia, partos que habían marcado mi vida, y les planteé hacer un libro un poco más transversal en donde pueda explicar un poco cómo he vivido yo y hablar de todos esos valores que echo un poco de menos en la sociedad actual en torno a la cultura del esfuerzo, la entrega, la dedicación... que laboralmente muchas veces no se asocian a mujeres.
Entonces lo que he querido era un poco decir oye, mira, es que habrá mujeres que a lo mejor no han sido madre, como es mi caso, o incluso alguna joven que le puede inspirar porque está estudiando la carrera y no sabe cómo. Ahora se ha perdido mucho ese interés por la medicina y la vocación y buscan muchas especialidades que a lo mejor le sean más rentable. Oye, pues voy a escribir lo feliz que he sido ejerciendo esta profesión y a ver qué tal. Y se lo propuse a la editorial porque, como te digo, no era la idea inicial, y les pareció que podía llegar a más mujeres.
¿De dónde te nace esta pasión por la obstetricia?
Yo soy una apasionada en general, intento entregarme en todo lo que hago. Y resultó que, dentro de la medicina, toda esta rama de la obstetricia tiene una parte muy humana. De la obstetricia, lo que lo que atrapa es que tiene una parte muy de magia, de impredecible, que tiene mucho que ver con el estar ahí, porque las cosas pueden cambiar en poco tiempo.
En un mundo en donde todo parece que está protocolizado y que tenemos que actuar según esto y según lo otro, de pronto dices “¡ostras! Yo no sé por qué, pero va a parir”. Vas captando pequeños detalles. Yo lo comparo a esa gente que te hace un guiso y dice “esto yo lo voy a poner a punto; yo creo que poniendo esto y aquello, esperando un poquito más, va a quedar perfecto”. Pues es que esto es así porque, por mucho que escriban y por mucho que se desarrolle toda esta inteligencia artificial y este mundo que nos hace seguir unas guías clínicas, la obstetricia no va de eso; va de muchas otras cosas, porque al final tratas no solo con una paciente, sino que tienes un bebé en marcha, tienes un marido con sus miedos. Hay un componente emocional y psicológico brutal, te cubres con un montón de cosas que a mí me encantan y que creo que me hacen disfrutar tanto.
No solo atiendes a tus pacientes cuando hay una emergencia que no pueden seguir las matronas; estás en todo el proceso. ¿Cómo de importante es el acompañamiento por parte del profesional en un parto?
La obstetricia es una especialidad de tiempo y de estado. Las comadronas lo saben, que si me avisan a última hora me enfado. Me avisan con tiempo porque me gusta estar ahí un rato hablando, porque me gusta captar qué hay en el ambiente, qué miedos se han desatado. Llevo mucho tiempo hablando con ellas; si ya me había dicho que no a una cesárea y el proceso de parto está estancado, pues empezar a trabajarlo con ella. Es decir, yo creo que hoy en día lo que no estás habituado es encontrarte una persona que quiera estar, y para mí esa es la vida en general. Las relaciones humanas se basan en esto; ¿por qué una amiga es amiga tuya? Porque cuando te llama, tú estás.
Yo creo que la relación-médico paciente también es de estar. A mí me encanta estar. Por ejemplo, en esos casos malos, con malos diagnósticos, que no puedes casi ni hablar, solo puedes abrazar. Es lo que estoy estoy haciendo ahora mismo con dos pacientes mías: una está abortando (por causas médicas) y la otra no sabe qué le pasa al bebé. Cada día, a primera hora de la mañana, le mando un abrazo. Si te apetece hablar, me lo dices. Que tengan esa sensación de que estás. A veces no tienes que hablar; yo estoy y te lo demuestro. A veces tienes que diagnosticar un cáncer (los que me conocen saben que en esos momentos yo no duermo) y llamo a todo el mundo que sé que puede estar implicado. He llegado a llamar a maridos para intentar estar de otra manera; el otro día me reuní con una hermana de una paciente mía muy joven, con un proceso oncológico para ver cómo la veía ella. ¿Qué ideas he estado yo pensando? ¿Qué podía hacer para ayudarla? Yo creo que hay que saber estar y lo hemos perdido un poco.
Además, es que a mí se me nota clarísimamente porque, al no haber tenido bebés, no entiendo nada de bebés. A un bebé lo va a mirar todo el mundo desde que nace, y la foto, al bebé. Yo solo os miro a vosotras. Tenéis que volver a estar en el centro en todos los paritorios y en todas las salas de quirófano, que esa es mi lucha.
Una cesárea no es una cirugía cualquiera. Esa paciente probablemente no haya pasado nunca por quirófano, sea su primera vez. Aquí es muy importante el equipo: desde un celador amable, anestesistas que le preguntan qué música le gusta en medio de ese silencio en el que estamos abriendo los instrumentos y colocándonos los guantes. “¿Qué te apetece que suene?” - “Pues me pones una de Coldplay”; ¿cuándo entrará mi marido?”. O sea, hacerlo todo un poco más amable porque sois vosotras nuevamente las protagonistas de eso.
¿Cómo explicas a una mujer que iba a tener un parto natural y, de repente, se complica y tienes que comunicarle que vas a practicar una cesárea de urgencia?
Normalmente conozco a la pareja y, a veces, con una mirada, ya es suficiente. A la mujer, cuando sucede algo emergente, puedes desde decirle “mira, cielo, ahora necesito pasar a hacerte una cesárea”. Por ejemplo, con un prolapso de cordón, imagínate, tienes que tener el puño metido entre las piernas de la paciente mientras la van pasando mucha información; ahí tenemos que volver un poco a la esencia: “ahora no te voy a poder explicar bien lo que está sucediendo, pero necesito que cierres los ojos (la mejor manera de concentrarse si ves a mucha gente moviéndose) y respires bien hondo para darle oxígeno a tu bebé”. Lo importante es comunicarte y decir que, cuando acabe todo esto, “ya verás cómo lo oirás llorar”
El caso, para mí, más extremo yo te diría que es un prolapso de cordón, que enseguida, en cuanto ves el asa (que sale como un asa), lo tienes que que invertir para adentro. La verdad que es de las cosas que más te pone la piel de gallina porque vas notando cómo, entre tus manos, va latiendo y cómo cada vez late más despacio y todo el mundo de alrededor tiene que ir corriendo. Yo muchas veces voy hablando a la mujer para pedirle que respire y para darle ánimo. Y al resto de la gente, con gestos, estar coordinando como quien coordina una orquesta. Pero, luego, si no le puedes explicar en ese momento lo que está sucediendo (y te he puesto el caso más extremo), le dices “luego, cielo, te explico”.
Muchas veces la propia madre, cuando tú ya la estás poniendo un poco en situación, te dice “haz lo que tengas que hacer”. A mí me parece impensable irme después de acabar cualquier acto quirúrgico sin más, porque me gusta darle un abrazo, comentar la jugada… A veces, estáis en tal estado de shock porque estáis con el bebé encima, sois todo oxitocina, todo alegría... que a lo mejor ni os habéis enterado de nada. Y el marido es el que, el pobre, se ha enterado de todo. Les doy un abrazo al salir y les digo “mañana, cuando pase por la habitación, os hago un repaso”.
Y, al día siguiente, que les cuento un poco más lo que ha sucedido, se lo recalco mucho porque creo que es lo que os hace falta a todas: “¿tú sabes lo que has hecho?”. Es que, claro, parir no es tan fácil a veces. Hay que dar valor, una vez más, a la mujer. Es que, piénsalo, tú estás dando todo tu cuerpo, todo tu ser para traer al mundo una criatura sin importarte lo que te hagan a ti; hay pacientes que me dicen “como si me haces una Z, lo que haga falta”. Se me pone la piel de gallina. ¿Tú sabes el poder y la responsabilidad que repercute esa frase? “haz lo que tengas que hacer.” Cuando tú ves a una mujer así, ¿no crees que también es de valor y lícito luego poder volver y decirle “oye, lo bien que lo hiciste, lo mucho que me ayudaste”?
Comentas en el libro que hay mujeres que se sienten culpables por pedir en el último momento epidural o por haber dado a luz por cesárea. ¿Es habitual que esto ocurra?
A veces me dicen “igual no apreté lo suficiente”; no, es que no había nada más que hacer. Si tratáramos de reconciliar a cada mujer con su parto, yo creo que habría menos desazón.
Hay tanta información que yo a veces la llamo infoxicación. Claro, si estamos todo el rato venerando el parto sin epidural, el parto en una bañera... que fenomenal, no me malinterpretes, es fenomenal que haya quien lo pueda hacer así. Pero frente a esas mujeres, que son la minoría, porque hoy en día la media de edad a la que se da a luz no son 25 años ni 28, pues normalmente tenemos que ayudar más en el momento del parto.
A mí me llama mucho la atención que si un bebé no baja o sus pulsaciones no son las adecuadas o se coloca de nalgas y tenemos que optar por una cesárea, que esa mujer se sienta mal. No creo que se deba solo al entorno obstétrico-médico; yo creo que hay una parte muy social arraigada, que la sociedad parece que te premia, parece que la medalla de oro es al parto sin anestesia. Si al que inventó la anestesia, en los 60, que lo hizo totalmente para el confort de la mujer, le dijéramos que ahora es un arma arrojadiza, como que es un fracaso para quien la usa, estamos haciendo fatal las cosas.
Es que es que el gasto calórico, el gasto energético es muy algo en la mayoría de los partos y la epidural te ayuda a parir. Es un mito que no ayuda. ¿Qué haríamos sin la epidural? Si te fijas, tenemos un sistema muy viciado en el que parece que nos tiene que doler la regla, nos tiene que doler el parto, la menopausia la tenemos que pasar a pelo... Es como si en todas las etapas de la vida de la mujer que llevaran cierto grado de malestar, no pudiéramos utilizar todas las herramientas que tenemos para saberlo llevar mejor.
¿Cómo ayudar a la mujer parturienta a llevar también mejor la cesárea desde el punto de vista emocional?
La cesárea es otra puerta por donde nacerá ese bebé. Ahora se ha puesto muy de moda la palabra cesáreas humanizadas, pero yo hace ya muchos años que lo hago. Hay una modalidad que en Australia la hacen, yo creo, que de forma casi sistemática y que estamos haciendo nosotros y el resultado está siendo buenísimo, que es hacer cesáreas en las que, si la mujer y la pareja no tienen miedo, les bajamos el telón. Cuando ya tengo la cabecita y al bebé preparado, ayudamos a que se incorporen y ellas ven salir a su bebé. Incluso a veces les ponemos guantes, lo pueden sacar ellas y se lo ponemos encima. Y pueden hacer un piel con piel de inmediato. O sea, ven nacer a su hijo, como digo yo, por otra puerta, pero igual.
Con el transcurso del tiempo, esto es una técnica que cada vez hacemos más. Mujeres que tuvieron una cesárea convencional y después una de este modo, me dicen “Mer, si puedes recomendarlo, porque para mí ha cambiado tanto verlo nacer”. También hay a quien le da reparo, quien tiene un miedo atroz; ahí les digo: “bueno, os lo vuelvo a preguntar en el último momento”, porque luego a veces también se vienen arriba.
Normalicemos que una cesárea es una manera más de venir al mundo y puede ser maravillosa
Lo importante sería para mí el mensaje de que una cesárea es una puerta más de salida de tu bebé y, a veces, es tan necesaria que la tenemos que poder contemplar. No todos los bebés pueden salir por vía vaginal; es un tema continente contenido: no cabe, no baja, no se coloca bien, llevamos muchas horas de parto, empieza a estar cansado... Normalicemos que una cesárea es una manera más de venir al mundo y puede ser maravillosa.
Lo digo siempre, ¡sois tan valientes! Al final, estáis dando vuestra vida para dar vida, ¿de verdad creéis que porque un bebé salga por el introito o salga por la barriga os hace menos madre, cuando muchas veces os tenéis que recuperar de muchos más puntos, de muchos más cicatrices? A parte, muchas veces no hay otra manera de recibir a vuestro hijo. Sentíos orgullosas de cómo habéis recibido a vuestro hijo. Y, si no habéis podido dar el pecho, que este es otro tema mega íntimo, que no os lo cuestione nadie, porque porque tu hijo, y más con las fórmulas actuales y preguntado a un montón de neonatólogos, va a estar súper bien nutrido. No por eso eres menos madre.
Muchas mujeres se sienten juzgadas en todo lo que tiene que ver con la maternidad. Tú misma confiesas en el libro cómo has sentido miradas de incomprensión hacia tu persona por no haber tenido hijos, pese a llevar años ayudando a otras mujeres a dar a luz.
Este capítulo no tenía pensado escribirlo y lo he escrito, no a petición popular, pero sí desde que tengo redes es que me preguntan todo el rato. No me preguntan cuál es la última serie he visto o qué libro he leído; todo el rato es “qué hijos tienes”, “a qué cole les has llevado”, “por qué estilo de crianza has optado”... Y quiero que vean que eso no lo podemos preguntar hoy en día. ¿Tú entiendes que tú no le puedes preguntar a alguien, aunque sea tu compañera, si no le apetece tener hijos?
Porque es que detrás de esa pregunta puede haber una mujer abortando ese día y que, como somos tan bravas, vamos con la compresa. O que, a lo mejor, le está empezando a doler la barriga, sabe que el bebé no está vivo y que no lo va a tener, o que está en un estudio de infertilidad o que tiene una menopausia precoz... Que este es otro temazo, que no sabes lo mal que lo pasan esas mujeres que, con 30 años, tienen una insuficiencia ovárica prematura y no van a poder tener hijos.
Es un tema tan íntimo que no podemos irlo preguntando así por así. Desgraciadamente, somos las mujeres las que lo preguntamos, los hombres pasan que si tienes hijos; ellos normalmente no te preguntan “oye, Mer, ¿tú tienes críos?”. Un anestesista, un camillero, se sienta a tomar un café contigo y no te dicen “¿usted tiene hijos, doctor?”; me hablan de otras cosas y yo lo agradezco un montón.
A veces escuchas “claro, lógicamente, por eso va al gimnasio, por eso se cuida tanto”. Y a mí me llama la atención, ¿es que ellas se piensan que yo soy sorda?. Porque lo que están diciendo y, además, te ven. Cuando yo vivía en Barcelona y no tenía pareja, ¿yú sabes que vida llevo yo? Incluso la palabra egoísta rondaba por allí. O sea, te estoy haciendo guardias cada 72 horas, te quedas embarazada y te hago tu baja, te he hecho tu parto... ¿de verdad no podemos ser más compasivas las unas con las otras?
Es que es un tema, te diría, de una intimidad casi sagrada. Es como preguntas ¿tú has tenido relaciones sexuales esta noche? Es que a nadie se nos ocurriría preguntar esto; pues es que lo de la maternidad hoy en día puede hacer mucho daño.
En mi caso, incluso mi madre nunca se atrevió mucho a preguntarlo. En casa, la verdad es que no tenía mucha presión y, cuando ha leído el libro, dice “pero, entonces, ¿igual tú hubieras querido?”. - “Pues igual sí, mami”. Pero, para cuando llegué, yo tuve que sopesar; cuando vino este compañero de vida, yo tenía 44. En nuestra época nadie nos hablaba de preservar la fertilidad. Y me dije “vamos a ver, Marimer, tú ahora te vas a someter a una fecundación in vitro, probablemente con óvulos de donante, para traer a un hijo que como ya te he dicho desde el principio, yo que me meto hasta la yugular en todo, pues igual no voy a poder”. Y por eso he querido también hablar de la renuncia.
A mí me parece fenomenal, y lo saben todos mis pacientes, las ahora que son madres solteras con 45 años con donación de embriones, pero no era mi opción. Mi opción hubiera sido intentar tenerlo en el contexto de una familia y, por tanto, es una renuncia dura que tienes que hacer. Precisamente en esa escala de grises, en donde no todas las mujeres han dicho “no, no quiero, yo no voy a tener hijos” o “sí quiero, he nacido para ser madre”; entre esos dos polos, hay toda una serie escala de grises que deberíamos cuidar mucho porque de verdad que nos hacemos mucho daño.
Cuentas en el libro también cómo conociste a tu pareja y cómo ha sido determinante que él entendiera tu manera de entregarte al trabajo para seguir adelante con la relación
Yo no tengo que ser una mujer fácil porque a mí se me nota tanto que, para mí, mis pacientes, mis niñas, como me gusta llamarlas (que en redes me han tachado de que esa expresión las infantiliza; creo que poco me conocen, la palabra ‘niña’ es una palabra cariñosa; las llamo mis niñas porque me sale del alma), es tan evidente que he renunciado a tantas cosas en la vida por estar con ellas, que es verdad que es difícil que un hombre o una pareja entienda que tú vas a estar mirando el móvil constanmtemente.
Sí que es verdad que me tengo que aprender a cortar; de hecho, lo he trabajado mucho para que no abarque todo mi tiempo. Intento concentrar momentos en donde esa persona está haciendo otra actividad para mirar yo el móvil, pero la verdad es que a mí me ha me ha costado estar muchos años sola. Y pasa lo mismo con las amistades; cuando llegué a Barcelona en el año 99, yo soy madrileña, toda mi familia es de aquí y llegué para hacer la especialidad. Y claro, si tú continuamente dices “no, mira, es que tengo guardias”, “igual no puedo ir”... Claro, al final la gente dirá “bueno, es que esta chica está casada con su trabajo”.
La sociedad parece que te premia, parece que la medalla de oro es al parto sin anestesia
Es muy difícil dedicarte a algo de una forma tan plena o que requiera tantas horas y tener, además, vida social. Y yo lo que he intentado en este libro es un poco explicar , y va a ser difícil que no me emocione, que yo pueda compartir mis momentos de felicidad porque no son los momentos de felicidad al uso del resto de la gente. Mis momentos de máxima felicidad probablemente los he vivido viendo llorar a una madre de felicidad o cómo su marido le ha dado un beso en la frente o cómo se han abrazado tras dar a luz. Pero eso es un microsegundo, un momento que me quedo yo guardado; me quedo con él en mi retina, en mi corazón.
Yo lo pienso y, si a mí me dicen que ahora me dan el premio gordo de la lotería, es que no lo quiero, es que es tal la sensación de satisfacción, que no necesito más. Pero claro, eso conlleva que tu vida personal se ve francamente mermada y la persona que está a tu lado te tiene que entender. Pero tanto es así que ahora Jorge, mi pareja, -que claramente, con la perimenopausia, estoy con peor humor- me dice “oye, ¿cuándo tienes el siguiente parto?”. Sabe que, cuando me voy a asistir un parto, vuelvo mejor.
En muchos encuentros o en podcasts me preguntan “Doctor, ¿cómo no deja los partos?”. Es que no me lo planteo. Evidentemente, mi vida sin partos sería otra completamente diferente, haría una vida normal, no programada, podría comer, podría ir a un cine sin dejar la entrada, podría decir “sí puedo” a muchas cosas a las que ahora digo “ya veré”... Pero es que mi vida va de eso, el libro va de eso, y aprender a vivir con eso no es fácil.
Y también creo que es una forma de reflejar que no puedes tener todo planeado a veces y que tienes que aprender a renunciar: no vas a llegar a todo, no vas a poder cumplir con todo y eso conlleva renuncias. Hoy en día. yo creo que la gente es que se cree que podemos tenerlo todo sin fin y, por eso, lo he querido escribir para que vean que ni soy superwoman, que no he llegado a todo, no he podido hacer todo.
Si tratáramos de reconciliar a cada mujer con su parto, habría menos desazón
¿Afecta tu manera de entender tu profesión a otros planos de tu vida?
Si llego a perder esta vocación o llego a perder un ápice de lo que yo disfruto, es que no he elegido bien. He dejado muchas cosas por ellas, por mis niñas. Sin embargo, yo he sentido muchas veces, y más con mis padres aquí, en Madrid, y yo en Barcelona, un sentimiento de culpabilidad. De verdad que se te hace un nudo porque no puedo ir al cumple de Iñigo, de Gonzalo, mis sobrinos, y te sientes culpable.
En la presentación del libro en Barcelona, le dije a mis padres, mirándoles a la cara, que no he sido la mejor hija y lo siento. Y mi pobre padre… el hombre no paraba de llorar. “Pero papá, no he estado los domingos para comer contigo, no he tenido nietos, que a ti te han dado tanta felicidad...” Y me rompo porque no he hecho lo que a lo mejor… a ver, con mi hermano intentado estar, pero telefónicamente. Le he asistido el parto de mis sobrinos y, cuando estuvo embarazada su mujer, intenté estar al máximo, pero a lo mejor no he cuidado… A Jorge no se lo digo llorando porque al fin y al cabo le veo más cada día, pero yo sé que no soy la mejor pareja que él pueda tener.
Mis pacientes, cuando me ven así, me abrazan y me dicen “Mer, pero si eres una mujer maravillosa”. A su manera, él lo sabe, pero yo tengo este nudo… En Barcelona, en la presentación, hace 15 días, les dije “lo siento, papis, no he sido la mejor hija”.
¿Por qué decidiste renunciar a un hospital como el Clinic de Barcelona para abrir tu propio centro?
Pues mira, en la sanidad pública, no se da abasto, es decir, no puedes hacer la atención que tú querrías hacer. Y ¿sabes qué pasa? Que yo tengo que hacer las cosas como me gusta hacerlas, y llega un momento que estar cumpliendo tanto el protocolo, inducir sí o sí en la semana 39 o a veces no poder estar con la mujer porque tienes otras cinco de parto... Para mí era tan satisfactorio el poder seguir a la paciente de principio a fin…
He querido, a parte, montar un centro en donde no solo nos dedicamos a la atención personalizada del parto, porque hay mujeres que, después de su parto, aunque han quedado con un trauma, por eso tenemos una psicóloga perinatal que te ayuda a hablarlo; tenemos una fisio de suelo pélvico para que cada vez se hagan menos operaciones de incontinencia urinaria y porque, desde el primer momento, queramos cuidar y trabajar ese suelo pélvico. Tengo una acupunturista que nos ayuda mucho con sintomatologías de la menopausia, y no te imaginas cómo ayuda a rebajar esos niveles de estrés. Llevo muchos años colaborando con ellos de forma externa y tener todo eso en un centro me parece maravilloso. Es como para mí un sueño hecho realidad.