Tratado de las Buenas Maneras IV: Capítulo 1

Jamás solidario

‘Ser solidario es una ordinariez. Ser generoso y discreto, son requisitos indispensables para formar parte de la gente bien’

The Marriage Circle
Alfonso Ussia

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En estos tiempos de cursilerías semánticas, correcciones políticas y buenismos huecos, ha surgido una nueva profesión enervante. La del solidario. Una demostración de supina innecesariedad. Hambruna en Etiopía, inundaciones en Indonesia, tifón en Samoa. Y los solidarios que surgen inmediatamente. Cena en Marbella por los hambrientos en Etiopía. Merienda “solidaria” con las inundaciones en Indonesia. Subasta en solidaridad con el tifón de Samoa, cuyo principal premio a subastar es un viaje para dos personas con alojamiento en el Waldorf Astoria de Nueva York, donde no ha soplado ningún tifón. Y la frase caritativa de moda:

“Ser solidario, en el caso de serlo por voluntad propia y no por postureo, exige la discreción”
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“La cena por los niños hambrientos de Etiopía, estupenda”. Los progres son también muy solidarios. Solidarios con las mujeres maltratadas, pero jamás con los hombres que sufren maltrato, que son muchos. Solidarios con el lobo, pero no con las ovejas que mata el lobo, y menos aún con el ganadero. Solidarios con el paisaje, que ellos estropean con el senderismo, la estética de los pantalones pirata, la camiseta con la efigie del Ché estampada en el pecho y los incendios de sus barbacoas y fuegos de campamento. Recibí años atrás una llamada solidaria. –Nos gustaría saber si podemos contar con su firma a favor del Movimiento Nacional Solidario de apoyo a las focas-. Me defendí como pude. - ¿Hay muchas focas maltratadas en España?-; - no, me respondió la voz solidaria. Pero sí, muchos abrigos de piel de foca-. Y me salió una impertinencia, que reconozco, pudo atribular a los solidarios con las focas. –Me solidarizo con ellos, es decir, con los abrigos-. Colgó inmediatamente después de pronunciar las tres sílabas de rigor, nada solidarias por otra parte: -¡fascista!-.

Benefit Art Auction of Henry Fonda's Artwork©GettyImages
Jean Kennedy Smith y Patricia Kennedy Lawford durante la subasta benéfica de obras de arte de Henry Fonda en Sotheby‘s en la ciudad de Nueva York.

Ser solidario, en el caso de serlo por voluntad propia y no por postureo, exige la discreción. No es necesario demostrarlo. Se puede hacer mucho más por los que sufren desde el secreto que desde la publicidad. Sir Francis Paddington, muy solidario con las mujeres jóvenes del Condado de Surrey, narra su ruptura pasional y sentimental con la bellísima Lucy Hamilton, treinta años más joven que él. Se hallaban juntos en el lecho de Sir Francis, cuando en un emotivo abrazo, previo a la conclusión final, ella soltó un zollipo de encantadora tristeza. - ¿Te sucede algo, querida?. preguntó Sir Francis. –Sí, querido. Estoy pensando en el negro futuro de los elefantes. Soy muy solidaria con la situación del elefante-. Sir Francis enmudeció. Adoraba a su padre, Sir Reginald Paddington, que falleció como consecuencia de un trompazo y posterior aplastamiento de un elefante en Kenya. Y su reacción bien merece un homenaje. –Querida, a pesar de lo buenísima que estás, abandona inmediatamente mi cama-.

Triste final de un efímero romance. Dignidad ante todo. Una mujer que se solidariza con los elefantes es muy capaz, en el futuro, de organizar tómbolas benéficas. Y hay que cortar de raíz, como hacen los elefantes, los árboles de la cursilería y la falsa bondad. Y las tómbolas benéficas.

 Ser solidario es una ordinariez. Ser generoso y discreto, son requisitos indispensables para formar parte de la “gente bien”.


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