Se acaban las existencias

Por hola.com

Entre noviembre y enero llegan los frentes fríos, y con ellos el agua de lluvia. A Lucio le revientan los tímpanos, le sale mucha sangre, pero aguanta la fiebre y el dolor. Las semanas pasan sin cruzarse con barco alguno. La desesperación va en aumento, y el hambre es cada vez mayor. "Hay que comer lo que sea", se dicen como alucinados, y para lograrlo nada más fácil que recurrir a los palangres (arte de pesca al anzuelo) que se han salvado.

Jesús y Lucio empiezan el "banquete" con unos pececillos que les saben gloria a pesar de estar crudos, y al poco Ordóñez logra capturar una tortuga: la diseccionan con ayuda de un par cuchillos que se han salvado, la secan un par de días al sol para evitar que siente mal al estómago y hacen de tripas corazón cada vez que se llevan un fragmento de carne a la boca. Juan David y 'Farsita' sienten repugnancia y se resisten a probar nada; al principio se mofan de sus compañeros demuestran que aún tienen fuerzas para mantenerse en pie. Al poco, Juan cae presa de una crisis nerviosa: "Ya no habla ni toma agua, solo se ríe y abre mucho los ojos", comentan asustados.

Velatorio en alta mar
El 20 de enero, pasado el mediodía, el capitán el capitán de inanición, y al poco le sigue 'Farsita'. El velatorio es breve, se escuchan siete "Padrenuestros" y otras tantas "Avemarías", y por unanimidad deciden "poner los cuerpos en el agua". El alivio de no haber tenido que recurrir a los cuerpos para alimentarse ha subido la moral de los tres supervivientes, que a estas alturas de la deriva tienen la despensa llena.

Las aves marinas que capturan con destreza natural a primera hora de la mañana son otra agradable sorpresa: unas veces se posan en la proa y el "gato" Ordoñez sólo tiene que dar un brinco y agarrar la presa; otras, en cambio, son los tres los que cazan a seis manos cada vez que un pato o una gaviota vuela raso. Le atizan con un madero y ya está. La higiene es importante; tras la comida, se lavan los dientes con el cepillo y se enjuagan la boca con de agua de mar.

Por la noche reponen fuerzas y duermen como pueden. Por el día, la consigna es exponerse lo menos posible a las radiaciones solares, refugiándose a la sombra de las bancas y de la vela, que sigue resistiendo. Dan paseos sistemáticos por cubierta, a veces hacen un poco de gimnasia y, si hay ganas, se entretienen cantando canciones religiosas como "Yo era uno más" o "El fin del mundo", y algún corrido de Los Tigres del Norte: "Un día a la vez" es la favorita de los marineros. …