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¿Conoces a alguna persona que tiene en un alto concepto sus propios méritos y un afán excesivo de ser valorado, considerado y admirado por ellos? Seguro que hay en tu entorno alguien con esos rasgos, característicos de la vanidad. “Las personas vanidosas dan por hecho que los demás les tienen en una muy alta estima y consideración, sin poner en tela de juicio estas apreciaciones”, nos cuenta el psicólogo sanitario Ernesto Martín Lobo, de Psicopartner, que añade que, en consonancia, otro rasgo muy característico de ellos es la soberbia, la falta de respeto hacia todo aquello que no va en consonancia con él mismo. “Muy habitualmente presentan un patrón de ideas asociadas a la megalomanía, y en su esencia se caracterizan por sus aires de grandeza, buscando constantemente y, a veces compulsivamente, la autogratificación”, señala.

 

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¿Qué nos lleva a ser vanidosos?

El especialista nos cuenta que la vanidad no es algo con lo que se nace, sino que se aprende. Para el experto pueden haber influido tanto sus figuras de autoridad e iguales como el entorno social del que formamos parte.

Y nos detalla, además, que cuando exploramos su historia vital, generalmente apreciamos patrones de comportamiento que se tienden a repetir desde la infancia tardía y la adolescencia. “Habiendo sido (en no pocas veces) valorados por los demás en exceso, sin reforzar el esfuerzo para conseguirlo, generando en quien lo recibe conductas orientadas a conseguir sus propios fines minimizando las opiniones, ideas, valores, emociones de los demás”, dice.

Así, matiza que pueden influir también padres excesivamente permisivos que, por miedo al enfado, la frustración o el rechazo del hijo tienden a la sobreprotección. Suelen idealizar los logros y las cualidades de sus hijos, tendiendo a no hacerles ver aquello que, bajo su juicio, deben mejorar. “Obviando el diálogo abierto con sus hijos, la expresión de diferentes ideas-opiniones, no habiendo sido capaces de expresar abiertamente a sus hijos que no están en lo cierto, que no tienen razón y, sobre todo transmitirles que no pasa nada por ello, tienden a crear un patrón inconsciente de pensamientos y comportamientos de estar en lo cierto, evitando el autojuicio y la autocrítica”, nos explica.

Además, junto a la parte relacional (familia, amigos, profesores), vivimos en una sociedad en que impera el resultado, la competitividad, ser el mejor. Cuántas personas “admiran” a quien tiene el mejor coche, la mejor casa, etc,  promoviendo el éxito, el fin último de una persona vanidosa. “Por ello, una persona puede aumentar su vanidad tras un acontecimiento personal importante que le permita mejorar su estatus, posición económica, provocando la valoración de su entorno”, apunta.

 

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¿Cómo se comportan las personas vanidosas?

-La vanidad induce a conductas arrogantes en busca de la tan perseguida admiración. Así, suelen tener un comportamiento egocéntrico y, en ocasiones, explotador, convirtiendo a las personas en medios para conseguir sus fines.

-Buscan ser el centro de atención, y tienden a buscar y mantener conversaciones en torno a sí mismos, magnificando sus logros, expresándose de forma exagerada, con cierto dramatismo-teatralidad.

-Actúan manteniendo una tolerancia muy baja hacia la diferencia de opinión o hacia la crítica sea esta bienintencionada o malintencionada, sintiendo que siempre tienen la razón, poniéndose a la defensiva y, por ende, defendiendo sus ideas de forma vehemente, poniéndose a sí mismos como figuras de autoridad.

 

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¿Es difícil la relación y la convivencia con ellas?

Como podemos deducir de lo mencionado anteriormente, resulta complicada la convivencia con las personas vanidosas, por su necesidad de ser los primeros en todo, el centro de atención, que hace que no se pongan en el lugar de sus interlocutores. "Por sus rasgos, tienden a enfadarse fácilmente, muchas veces por nimiedades, buscando la crítica como forma de engrandecer su propio ego, siendo, por tanto, difícil comunicarse con ellos”, nos cuenta el psicólogo, que considera que, además, asociada a la vanidad se encuentra la baja tolerancia a la frustración, que hace que tiendan en no pocas ocasiones a responsabilizar a los demás de la no consecución de sus logros.

¿Puede la vanidad excesiva, por lo tanto, deteriorar nuestras relaciones con los demás? El psicólogo lo tiene claro: “Sin duda. Una persona que se comporta sistemáticamente de manera egocéntrica, altiva, presuntuosa, con dificultad de reconocer sus propios errores, insensible hacia las dificultades y necesidades de los demás, genera sentimientos negativos en sus interlocutores”. Todo ello hace que se pueda generar mal ambiente en un grupo, llegando a romper la cohesión en el mismo y, en ocasiones, finalmente el rechazo hacia él.

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¿Es lo mismo una persona vanidosa que narcisista?

“Aunque comparten rasgos en común y es muy delgada la línea que las separa no podemos hablar de lo mismo”, matiza el psicólogo. Así, nos cuenta que la vanidad tiene cierta relación con el narcisismo, puesto que se considera que el único importante es uno mismo y los demás están cosificados, como si fueran objetos para satisfacción propia. El narcisismo se considera el icono de la vanidad. “Entendemos el narcisismo como el exceso de complacencia y valoración de las facultades, cualidades y valoraciones propias. Cuando no se emplean en el ámbito coloquial, el término narcisismo y sus derivados son frecuentemente usados denotando vanidad, presunción o egocentrismo”, puntualiza.

 

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La influencia de las redes sociales

Le planteamos al experto una duda clave: ¿Piensa que las redes sociales pueden haber aumentado los problemas de vanidad de algunas personas? “Profesionalmente opino que sí. Tendemos a usar el móvil cuando no sabemos qué hacer; en muchos casos entrando en diferentes redes sociales como forma de entretenimiento. Las redes sociales nos permiten exhibirnos parcialmente, de modo que sólo se muestra lo bueno, lo bonito, lo agradable, una vida perfecta y difícilmente cuestionable, no dando pie a mostrar aquello que no nos gusta; permitiendo así que muchas personas puedan construir la versión idealizada de sí mismos. A su vez, pueden actuar como un fuerte mantenedor de la vanidad, pues es muy fácil y rápido dar a un like, hacer un comentario positivo, etc, reforzando su imagen de grandiosidad”, considera el psicólogo, que matiza que cuando alguien cuestiona la imagen de sí mismo en las redes sociales, instantáneamente la persona vanidosa puede bloquear a esa persona manteniendo su imagen autocreada.

“Asimismo, con las redes sociales podemos llegar a mucha más gente, o al menos de manera más rápida, que a través de las relaciones convencionales; con lo que resulta muy factible que una persona vanidosa pueda crear contenidos que le hagan conseguir gran cantidad de followers, reforzándose a sí mismos por sus logros”, explica.

 

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