Son numerosas las ocasiones en las que la reina Letizia ha mostrado su interés por la cocina saludable. En el ámbito de lo privado, por ejemplo, ya pudimos comprobar cómo los buenos hábitos de alimentación forman parte de los menús diarios en el Palacio de La Zarzuela (en los que, al parecer, la Reina interviene de forma directa). Fue cuando la Casa Real Española compartió en 2018 las imágenes de un almuerzo en familia de los Reyes con sus hijas, mientras disfrutaban en la mesa de recetas sanas como una sopa o un pescado a la plancha con verduras.
Pero ha sido en el ámbito de lo público donde Doña Letizia ha demostrado de forma más evidente su compromiso e interés en este terreno. Ya sea en su papel como Embajadora Especial para la Nutrición de la FAO o en el marco de otras intervenciones, siempre que ha tenido ocasión, la Reina se ha referido a la importancia de promover una alimentación saludable bajo distintos prismas: la apuesta por productos frescos y de temporada, la revalorización de la dieta mediterránea, la conveniencia de reducir el consumo de productos procesados, el fomento de una producción agrícola sostenible…
Al igual que Doña Letizia, muchas personas están concienciadas con la importancia de integrar la cocina saludable en nuestro día a día. Así que nos hemos preguntando qué rasgos de personalidad están asociados a este interés tan común. La psicóloga Ana Morales (especializada en nutrición emocional) nos ayuda a descubrirlo en esta entrevista:
Desde un punto de vista psicológico, ¿qué rasgos de personalidad definen, como en el caso de la reina Letizia, un marcado interés por la cocina sana?
Cuando alguien se interesa por la cocina saludable desde siempre lo que está mostrando es una necesidad de orden y planificación, incluso en el plato. No hablamos de improvisar con lo que haya en la nevera, sino de pensar menús, hacer listas y tener las cosas bajo control. Y eso refleja una personalidad organizada, de las que sienten calma cuando saben qué hay para cenar antes incluso de desayunar. También hay un punto de responsabilidad y mirada a futuro: quien se cuida con constancia entiende que lo que come hoy impacta en cómo se va a sentir mañana.
¿Y podría tener alguna relación con el perfeccionismo?
También. Y ojo, puede ser un perfeccionismo muy sano: querer hacerlo bien, sostener un estándar alto. El problema, hablo de forma genérica, puede darse cuando se cruza la línea y lo saludable deja de ser elección para convertirse en obsesión. Ahí el plato pasa de ser aliado a convertirse en cárcel. Lo importante es que esa búsqueda de salud no se convierta en exigencia.
Se dice que la reina Letizia suele supervisar los menús en el Palacio de la Zarzuela. ¿Cómo podría interpretarse a nivel psicológico?
Supervisar los menús puede hablar de una mujer implicada, organizada y responsable, que quiere asegurarse de que su familia come bien. Hay un componente de cuidado hacia los demás, transmite protección y afecto. De nuevo, aquí puede haber un reverso, y hablo también de forma genérica, y es que el control sustituya al disfrute. Porque ahí ya no hablamos de bienestar, sino de vivir en alerta constante.
¿Qué lectura puede hacerse de la preferencia por lo ‘natural’, lo ‘ecológico’ y lo poco procesado?
Buscar lo natural suele ir de la mano de ciertos valores personales: respeto por el cuerpo, por el planeta y por lo auténtico. El problema puede llegar, a veces, cuando 'lo natural' se convierte en una especie de religión moderna. Si todo lo que no es ecológico te parece 'malo' o te genera culpa, ya no estás buscando bienestar, estás buscando control. Comer más natural está genial, pero también hay que dejar hueco para lo emocional. Que un día te comas una pizza con tus hijos y no pase nada… eso también es salud mental.
Desde la psicología, ¿qué mensaje transmite una persona que convierte su alimentación en parte de su compromiso público, como hace la reina Letizia en su papel con la FAO?
Cuando alguien convierte su manera de comer en parte de su compromiso público, lo que está transmitiendo es coherencia. No solo predica salud, la encarna. Y eso tiene un valor enorme, sobre todo en una figura que representa un modelo social. Y desde la coherencia, el mensaje llega. Cuando hablas de salud con cercanía, no con culpa o superioridad, conectas. La clave está en la humanidad. En poder decir 'Yo también intento cuidarme, aunque a veces me apetezca una galleta'. Ahí es donde la gente escucha de verdad.
¿Hasta qué punto los hábitos alimentarios de figuras públicas pueden influir o modelar los comportamientos del resto de la sociedad?
Muchísimo. Las figuras públicas son espejos. Si alguien como la reina Letizia muestra interés por una alimentación equilibrada, puede inspirar sin decir una sola palabra. El problema podría llegar cuando esa inspiración se convierte en presión social. Cuando vemos el estilo de vida de alguien relevante y pensamos: 'Si ella puede, yo también debería'. Ahí ya no hablamos de admiración, sino de comparación. Y la comparación, lo sabemos bien, es el camino más corto hacia la frustración. Todo depende de cómo se transmitan los mensajes. Si es 'Cuídate, porque lo mereces', suma. Si es 'Cuídate, porque debes', resta. El impacto psicológico está en el tono: cuando el ejemplo inspira, ayuda; cuando impone, hace daño.
¿Qué riesgos o beneficios psicológicos puede tener llevar la búsqueda de una alimentación saludable al extremo?
Comer bien tiene muchísimos beneficios físicos y emocionales: te da energía, mejora el ánimo, ayuda a dormir mejor… Pero cuando la alimentación se lleva al extremo, puede volverse peligrosa. Cada vez vemos más mujeres que no comen azúcar, ni gluten, ni lácteos, ni pan… y tampoco disfrutan. Han cambiado la palabra 'dieta' por 'estilo de vida', pero el miedo a engordar y la necesidad de control siguen intactos. Cuando la comida se convierte en una prueba constante de disciplina o en un marcador de valor personal, deja de ser salud y se transforma en una cárcel mental. Si tu cabeza está más pendiente de contar calorías que de vivir, ya no estás comiendo sano. Comer saludable no debería significar vivir con miedo, culpa u obsesión. La verdadera salud es poder comerte una ensalada… y también un trozo de tarta sin sentir culpa.








