Todos hemos conocido a alguien que parece vivir en el centro del escenario. Sus necesidades, deseos y tiempos son siempre protagonistas y están por encima de los del resto. Personas que hablan mucho de sí mismas, que deciden sin consultar, que rara vez devuelven un favor o piden perdón... Personas egoístas. La psicología nos ayuda a entender que el egoísmo no es solo una actitud puntual, sino un patrón que puede desgastar vínculos, generar conflictos y dejar a quien lo ejerce más solo de lo que imagina. ¿Qué rasgos lo definen? ¿Cómo se manifiesta en la vida cotidiana? ¿Y, sobre todo, se puede cambiar? Sobre todo ello hemos hablado con el psicólogo Marc Rodríguez, especialista en Inteligencia Emocional (@rodriemocion).
¿Cómo se define el egoísmo desde la psicología?
Tal y como nos explica el experto, "en psicología, egoísmo es priorizar de forma habitual el propio interés por encima del de los demás, incluso cuando eso perjudica a otras personas o ignora sus necesidades". Matiza que no es lo mismo que autocuidado o que intentar poner límites y pone dos ejemplos muy concretos:
- Autocuidado: “Hoy no puedo quedar porque estoy agotado y necesito descansar”.
- Egoísmo: “Solo quedo si venís a mi barrio, a mi hora y hacemos lo que yo quiero; si no, me enfado”.
Nos ayuda, además, a entenderlo con un ejemplo muy práctico: "Piensa en un semáforo: el autocuidado sería amarillo (precaución, me atiendo y te atiendo), el egoísmo es rojo permanente (yo paso siempre, los demás ya verán cómo se apañan)".
Egoísmo es priorizar de forma habitual el propio interés por encima del de los demás, incluso cuando eso perjudica a otras personas o ignora sus necesidades
¿Hay un egoísmo sano o es un mito?
En opinión de Marc Rodríguez, "lo que a veces llamamos 'egoísmo sano' en realidad es asertividad y autocuidado. Es decir, ocuparte de ti sin pasar por encima de nadie". Y nos da un par de ejemplos muy sencillos:
- Decir “no” a un favor cuando no puedes, pero ofrecer alternativa (“No puedo esta tarde, pero mañana te llevo en coche”).
- Cuidar tu descanso, tu dinero o tu tiempo sin manipular ni culpar a otros.
Mientras, para él, el egoísmo problemático es otra cosa: es mi beneficio por encima del tuyo, y si te molesta, el problema “es tuyo”.
Lo que a veces llamamos 'egoísmo sano' en realidad es asertividad y autocuidado. Es decir, ocuparte de ti sin pasar por encima de nadie
¿Qué rasgos suelen verse en personas consideradas egoístas?
Una de las cuestiones que nos planteamos es cuáles son las características que definen a una persona egoísta. El experto nos explica que no siempre se dan, pero a menudo aparecen estos rasgos compartidos.
- Baja empatía: les cuesta ponerse en los zapatos del otro.
- Auto-referencia: la conversación gira en torno a su vida; preguntan poco y escuchan menos.
- Necesidad de control: quieren decidir planes, tiempos y formas.
- Baja tolerancia a la frustración: si no sale como quieren, se enfadan o se victimizan.
- Autojustificación constante: “si yo no miro por mí, nadie lo hará”, “soy sincero, no egoísta”.
El experto nos pone dos ejemplos muy claros: En pareja, cambiar de canal sin preguntar porque “mi serie es más interesante”. En el ámbito laboral, atribuirse un éxito del equipo: “Lo saqué adelante yo”.
¿El egoísmo está relacionad con el narcisismo y otros trastornos de personalidad?
El psicólogo nos comenta que puede haber cierto solapamiento, pero no son lo mismo.
- En el narcisismo (clínico), hay grandiosidad, necesidad de admiración y poca empatía. Eso predispone a conductas egoístas.
- También puede verse egoísmo en rasgos antisociales (saltarse normas) o histriónicos (centrar atención en uno mismo).
Un matiz importante, en opinión del experto, es que se puede ser egoísta sin cumplir criterios de ningún trastorno. Hablamos de estilo de funcionamiento, no necesariamente de diagnóstico.
¿Cómo se manifiesta el egoísmo en las relaciones?
- Decisiones unilaterales: “Yo ya he reservado el restaurante que me gusta”.
- Poca reciprocidad: piden favores, pero les cuesta devolverlos.
- Monopolio de la conversación: cuando hablas, te cambian el tema: “sí, sí, pero lo mío…”.
- Escasa reparación: les cuesta pedir perdón y corregir.
- Utilitarismo: aparecen cuando necesitan algo y desaparecen después.
Dos ejemplos muy claros son los siguientes: en una relación de amistad, siempre quedáis donde le viene bien a esa persona. Mientras, en el contexto familiar, en las tareas de casa, “siempre” hay excusas para no colaborar.
¿Una persona egoísta nace o se hace?
Pueden influir varios factores en el hecho de que una persona sea egoísta
- Temperamento (con lo que nacemos): personas menos “amables” o más impulsivas pueden tener más tendencia a mirar lo propio.
- Aprendizaje (lo que vivimos): si de pequeño todo se te consiente, o si aprendes que “si empujas, ganas”, esa estrategia se refuerza.
- Contexto: ambientes muy competitivos o familias centradas en “mi niño el mejor” sin educar en la empatía pueden empujar hacia el egoísmo.
"Hay ciertas predisposiciones, pero se aprende mucho… y también se puede desaprender", considera el experto.
¿El entorno familiar o social puede reforzar conductas egoístas?
Para Marc Rodríguez, el entorno en el que estamos puede reforzar conductas egoístas más de lo que parece y cita algunos ejemplos:
- Familias permisivas: “que no se frustre”, y al final no aprende a esperar ni a ceder.
- Modelado: si ve a los adultos imponerse siempre, imita ese patrón.
- Entornos de “sálvese quien pueda”: en trabajos hipercompetitivos, “si compartes, pierdes”.
- Redes sociales: aplauden lo llamativo y lo individual, no siempre la cooperación.
La buena noticia es que otros entornos (equipos colaborativos, parejas sanas, grupos que cuidan) reeducan.
¿Es posible que una persona no sea consciente de su egoísmo?
Una de las dudas que nos surge es si puede ser que una persona no sea consciente de su egoísmo. El experto lo tiene claro: "Totalmente. A veces hay un punto ciego":
- Se vive como eficiencia (“lo hago rápido, sin tanta charla”).
- Se confunde sinceridad con rudeza (“yo digo las cosas claras”).
- Sesgos de autojustificación: “siempre soy yo quien cede” (aunque el registro real diga otra cosa).
Y nos propone lo que denomina un mini-test honesto, con una serie de preguntas sencilla para hacerse en casa:
- ¿Pregunto y escucho, o solo espero mi turno para hablar?
- ¿Pido más favores de los que doy?
- ¿Cuántas veces pido perdón y reparo… y cuántas lo justifico?
"Si te salen varias respuestas 'que duelen', no eres un monstruo; simplemente hay trabajo útil por delante", detalla.
La persona egoísta, a corto plazo, consigue cosas; pero a medio plazo aparecen conflictos, desconfianza, sensación de vacío y menos apoyo social
¿Se pueden modificar conductas egoístas con terapia?
La buena noticia es que las conductas egoístas se pueden modificar son terapia. ¿Cómo se trabaja? El experto nos resume las claves principales:
- Conciencia: ver el impacto real de mis actos en los demás (ejercicios de perspectiva, role-playing).
- Pensamientos: cuestionar creencias tipo “si cedo, pierdo” o “si no decido yo, será un desastre”.
- Habilidades: escuchar de verdad, validar, negociar, reparar.
- Plan conductual: compromisos concretos (por ejemplo, “esta semana hago 2 favores no solicitados y no los cobro”).
- Terapias útiles: Terapia Cognitivo-Conductual, Terapia Centrada en Esquemas, Entrenamiento en Mentalización, Terapia de Compasión.
¿Puede el egoísmo ser funcional en ciertos contextos?
Teniendo todo esto en cuenta, también podemos valorar si el egoísmo puede ser funcional en algunas situaciones y contextos. Hay algunos casos, como estos ejemplos que nos pone el psicólogo:
- Máscara de oxígeno del avión: primero tú, para poder ayudar después.
- Límites ante abuso: priorizarte es autoprotección, no egoísmo.
- Negociaciones o emergencias: decidir rápido y velar por tus mínimos puede ser crucial.
Eso sí, en estos casos, la clave es que sea proporcionado y temporal, no tu modo de vida. "Si 'me priorizo' siempre, acabo solo; si nunca me priorizo, acabo quemado", indica.
¿Cómo afecta el egoísmo a la salud mental del individuo y de quienes le rodean?
- En quien lo ejerce: a corto plazo consigue cosas; a medio plazo aparecen conflictos, desconfianza, sensación de vacío y menos apoyo social. Eso puede llevar a estrés, ansiedad o tristeza (“¿por qué todos se alejan?”).
- En el entorno: pueden aparecer cansancio, resentimiento, baja autoestima (“nunca se me tiene en cuenta”), más discusiones y, al final, distancia.
"Piensa en un banco de favores y cuidados: si solo retiras y nunca ingresas, un día te quedas en números rojos relacionales", nos cuenta.
Ideas prácticas para “desengancharse” del egoísmo (y diferenciarlo del autocuidado)
Marc Rodríguez propone tres hábitos sencillos que podemos tener en cuenta para empezar hoy
- Regla 2×1 al hablar: escucha el doble de lo que hablas. Antes de opinar, parafrasea: “Si te he entendido, te preocupa esto, ¿verdad?”.
- Un gesto gratis a la semana: ayuda a alguien sin contarlo después ni esperar nada a cambio. Apúntalo para ti.
- Reparación rápida: si te pasas (todos nos pasamos a veces), vuelve en 24 horas con un “perdón, te interrumpí/impuse; ¿cómo te sentiste? ¿qué necesitas ahora?”.
En decisiones compartidas (pareja, amigos, trabajo)
- Turnos explícitos: hoy eliges tú; la próxima yo.
- Menús cerrados: 3 opciones que sirvan a ambos (tiempo, dinero, distancia).
- Semáforo interno: si notas rabia porque no sale “a tu manera”, respira (4 segundos inhalar, 6 exhalar) y prueba una alternativa que incluya al otro.