¿Mariposas en el estómago? Sí, el amor puede llegar a impactarte también a nivel físico

Cuando nos enamoramos, nuestro cuerpo reacciona ante al estímulo que se produce. Las hormonas también juegan su papel

Por Pilar Hernán

Seguro que, en alguna ocasión, has sentido mariposas en el estómago. Es una sensación real que puede suceder cuando aparece el amor y lo cambia todo. Cuando nos enamoramos, nuestro cuerpo responde de forma física al estímulo que se produce, y un ejemplo son estas famosas mariposas que revolotean por nuestro estómago. “Cuando estamos en contacto con la persona de la que nos estamos enamorando, enviamos señales a nuestra corteza insular y hace una conexión con nuestro cerebro y con el estómago, por eso notamos esas mariposas. Puede que tampoco tengamos hambre, porque de cierta manera nos estamos ‘llenando’ de amor”, nos detalla Emma Ribas, doctora en psicología, sexóloga clínica y experta en terapia de pareja.

Pero es que hay más formas en las que el amor nos afecta a nivel físico, como nos detalla la experta: “También se reduce el estrés, se reduce el ritmo cardíaco y respiratorio, también porque el abrazo reduce el cortisol, que es la hormona del estrés. Por lo tanto, al reducir la presión sanguínea, el enamoramiento también reduce la posibilidad de tener paros cardíacos. Otras reacciones físicas: cuando miramos a esa persona nuestras pupilas se dilatan; nuestra temperatura cambia, aumenta cuando estamos en pleno clímax; en la piel también se nota el efecto del enamoramiento, ya que los capilares subcutáneos se expanden, por eso es más fácil ponernos rojos. Además, el enamoramiento actúa como analgésico contra el dolor físico y emocional, porque activa el sistema de recompensa en nuestro cerebro. Por otro lado, cuando nos enamoramos liberamos dopamina, lo que favorece que estemos más concentrados, tengamos más determinación y también más creatividad”, nos explica.

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Se alteran las redes neuronales

Una de las preguntas que nos surge es si pueden las redes neuronales verse alteradas cuando nos enamoramos. La experta confirma que así es y que, además, la neurociencia lo ha demostrado. “Cuando estamos en la fase del enamoramiento, bajamos todas nuestras barreras, por eso dicen lo de que el amor es ciego, ya que estas redes neuronales se ven alteradas por la experiencia del amor en cualquiera de sus dimensiones. A medida que pasa el tiempo, estos circuitos neuronales se adaptan a una nueva realidad y ya van apareciendo nuevos estados psicológicos como el miedo, el egoísmo o el juicio, que en un primer momento no había aparecido”, detalla.

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El papel de las hormonas

Como suele suceder, las hormonas tienen, una vez más, mucho que decir. “Las hormonas y los neurotransmisores juegan un papel fundamental en el enamoramiento”, explica Emma Ribas, que detalla cuáles son las que están implicadas:

  • La dopamina es un neurotransmisor que liberamos cuando experimentamos placer y recompensa.
  • También liberamos serotonina, que es un neurotransmisor que se libera en el cerebro y que tiene que ver con la regulación del estado de ánimo. Cuando tenemos una concentración alta de serotonina nos sentimos más felices y satisfechos, y cuando esta es más baja nos sentimos en peor estado de ánimo: ansiedad, depresión.
  • Se libera, además, oxitocina, que es la que se conoce como la hormona del amor y que juega un papel súper importante en el enamoramiento y también en el amor a largo plazo, pues genera una sensación de confianza en el otro, de vínculo emocional profundo.
  • Y luego tenemos la norepinefrina, que es un neurotransmisor que se libera cuando hay enamoramiento y que aumenta la excitación, la concentración y la motivación.

El amor más allá de la fase inicial de enamoramiento

¿Qué le sucede a nuestro cerebro cuando pasan esos primeros momentos, en los que todo se magnifica? En opinión de la psicóloga, durante el enamoramiento todo se magnifica en el cerebro. “Al principio tenemos ese impulso y se ponen en marcha esos circuitos cerebrales que tienen que ver con la confianza, para poder consolidar el vínculo con el otro, y quedan absolutamente silenciadas las áreas que crean distancia, por eso bajamos las barreras. En la neurobiología del amor los neurotransmisores, las hormonas y feromonas son los protagonistas”, apunta.

Y añade que también existe un tema de plasticidad cerebral, cuando estamos enamorados nuestro cerebro cambia y se adapta a nuevas experiencias, a ese nuevo estímulo. “Y es que el enamoramiento y el amor son experiencias súper intensas, que pueden tener un impacto realmente significativo en la estructura del cerebro y a nivel funcional. También aumentan las áreas del cerebro relacionadas con la empatía, la emoción, el bienestar emocional. Otra área asociada al amor y que se ve afectado es el sistema límbico: esta región puede aumentar durante el enamoramiento y disminuir cuando las emociones se estabilizan. Otras áreas cerebrales que también se ven afectadas son las que tienen relación con la recompensa y con la memoria, que en este caso serían la corteza prefrontal y el hipocampo, también involucradas en el tema del amor y que pueden ayudar a enfocarte en tu pareja y a recordar emociones y momentos positivos”.

Entonces, nos cuenta que cuando el enamoramiento ya ha pasado, cae esa proyección de nuestras propias necesidades, porque al final el enamoramiento es una proyección de nuestras propias necesidades, por eso idealizamos al otro, y te encuentras con la realidad. “Entonces, en ese momento puedes escoger construir una relación desde la aceptación de aquello que ves o no; luego hay personas que van de un enamoramiento a otro. Cuando construimos el amor generamos más otro tipo de hormonas, no tanto la dopamina o adrenalina (que están más ligadas al placer y a la adicción), sino otras hormonas que nos generan paz, bienestar, tranquilidad y serenidad, como son la serotonina y la oxitocina, que me genera una sensación de vínculo profundo con el otro”, dice.

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Cómo impacta una relación tóxica

También nos planteamos el tema de las relaciones tóxicas. Una de las dudas es hasta qué punto puede llegar a impactar una relación tóxica en nuestro cerebro. “Una relación tóxica tiene un impacto muy grande en nuestro cerebro y sistema nervioso, es un gran estresor que puede causar estrés postraumático, ansiedad, depresión, pérdidas de memoria, afecta a nivel estructural y funcional. Cuando estás en una situación en la que estás obsesionado por el otro y recibes el refuerzo intermitente (una recompensa que es imprevisible, aleatoria e inconsistente de la otra persona como, por ejemplo, las famosas migajas de amor -breadcrumbing-) eso activa el sistema de recompensa y acaba reforzando conductas que se activan cuando tienes señales de validación del otro, de aprobación”, comenta.

La psicóloga explica que en ese momento se liberan la dopamina y la serotonina con la recompensa, buscando el placer cuando hay ese estímulo, pero este estímulo no es previsible porque es aleatorio, y el cerebro se acostumbra a liberar estas sustancias. Es como una droga y es cuando aparece la adicción, la dependencia emocional, se vive en una montaña rusa, con esa sensación imprevisible de cuándo volverá el subidón o no en el cerebro. Entonces tus neuronas necesitan cada vez más, están enganchadas a este estímulo fuerte, y también se genera síndrome de abstinencia.

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Gestionar las relaciones tóxicas

¿Cómo debemos gestionar estas relaciones que no nos hacen bien, tampoco a nivel físico? “Trabajar nosotros mismos es la principal clave. La pareja que escogemos es el reflejo de nuestras propias heridas, por lo que si quedamos atrapados en una relación tóxica es porque que hay algo en mí que hace que no detecte las banderas rojas, y reproduzco dinámicas de mi infancia. Por lo tanto, será clave tener en cuenta esas banderas rojas cuando aparecen, escuchar cómo nos sentimos y detectar si estamos a punto de caer en una relación tóxica”, comenta la experta.

Y añade que cuando ya estamos enganchados, seguramente necesitaremos ayuda profesional para trabajarnos, porque cuando estamos enganchados a una relación tóxico nos acabamos perdiendo, nos abandonamos a nosotros mismos, perdemos nuestra autonomía e identidad y podemos caer en la manipulación. “Y es que ya no tenemos el control de la situación, nos podemos desregular a nosotros mismos y acabar en una relación asimétrica, es decir aquella en la que la otra persona tiene el control y yo no. Es muy importante escucharte a ti mismo, serte fiel y poder ser tú, trabajar tu propia autoestima, saber qué quiero, poner límites, aprender a gestionar conflictos y a detectar manipulaciones para no caer en el breadcrumbing, el love bombing, el hovering o el benching”, concluye.