La razón por la que los padres le roban el 'Pop it' a sus hijos

Este juego de niños se ha convertido en viral y es común verlo en las manos de niños y adultos. Y no es para menos. Además de entretenido es antiestrés.

Por Nuria Safont

Se llama 'Pop it' y no es más que un juguete de silicona con bolitas que al apretarlas se aplanan y emergen al otro lado. Los Pop it son blandos y de diversos colores, tamaños y formas. Causan furor entre los más pequeños. Pero los adultos también podemos utilizarlos. De hecho, deberíamos porque este inocente juego puede ser un buen método antiestrés. De hecho, no solo es gustoso apretar las esferas, también resulta relajante escuchar el sonido que produce.

"Cualquier juguete que pueda usar un niño puede ser utilizado también por un adulto. Otra cosa es que se le dé exactamente el mismo uso, que genere la misma diversión, o el mismo entretenimiento, o que se use de la misma manera. Pero, ¿por qué no? Creo que esto valdría para cualquier juguete, especialmente para los que tienen usos, digamos, muy sencillos: los que implican funcionamientos, reglas y conductas muy simples en su utilización, como es el caso del Pop it y que lo diferenciaría de juguetes más complejos, que implican más piezas, u otras normas, y que probablemente no llamen tanto la atención de un adulto", señala Rafael San Román, psicólogo de ifeel.  

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¿Cuáles son los beneficios del 'Pop it'?

Como decíamos, el juego es una invitación a relajarnos, a pasar el tiempo apretando las semiesferas y retando a nuestra imaginación a dibujar con ellas distintas formas. O, simplemente, a dejarnos mecer por el suave sonido que emite. Es algo parecido a las burbujas de embalar, pero este juguete tiene la ventaja de que, además de no hacer ruido, como hacen las burbujas de embalar, puede tener más usos.  

"El mero entretenimiento ya tiene valor en sí mismo. Por otro lado, el Pop It permite que ese entretenimiento tenga un componente de cierta regulación emocional y somática, por lo que tiene de procedimental (pulsar, tocar, dar la vuelta). De esta manera nuestra atención se va ahí y eso puede apaciguar cierto nivel de activación que tengamos en un momento dado. Cuando eso sucede, además, resulta relativamente placentero, por eso nos gusta, nos “picamos”, queremos dar la vuelta a todas las burbujas y volver a empezar. Si luego ya utilizamos el Pop It de maneras más elaboradas, como molde para fabricar algo, por ejemplo, el entretenimiento y el disfrute se sofistican mucho más", apunta San Roman. 

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¿Por qué nos ayuda a calmar el estrés? 

Como explicaba el experto en psicología, este juego ayuda a aliviar el estrés porque, en lugar de estar parados con nuestro “nerviosismo” (término coloquial para cuando nuestra activación sube, acompañada de ciertas preocupaciones en nuestra mente, no necesariamente graves o negativas, podemos estar estresados, o nerviosos, pero bien, contentos, expectantes) podemos a través de la acción, el movimiento de los dedos, vehicular esa energía y canalizarla para que salga, poniendo nuestra atención en ese movimiento en lugar de estar rumiando en nuestra mente los contenidos que nos preocupan.

"Obviamente no va a hacer milagros si estamos muy activados o muy sobrepasados, pero puede servir para hacer una pausa, recolocarnos, ocuparnos con algo que no nos haga daño", explica. 

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¿Hay diferencia con las bolas de estrés?

Actúan igual, dado que en todos estos casos el mecanismo básico es el mismo (aunque el objeto cambie): descargar ciertos excesos de tensión o de energía que hemos acumulado de una manera más o menos entretenida, no dañina (ni para nosotros ni para otros) y con capacidad para anclarnos, a través del tacto y la presión, en lugar de estar en nuestra dispersión interior.

El experto insiste, no obstante, que estos juguetes y artilugios parecen milagroso, pero no dejan de ser muy primarios. "Pueden calmarnos un poco en ciertos momentos, o entretenernos, pero no son suficientes para situaciones de estrés o ansiedad más complejas", advierte. 

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¿Pueden convertirse en adictivos estos juegos?

Cuando caen en las manos de los más pequeños o de las nuestras juguetes de este tipo, podemos pensar que podrían volverse adictivos. Sin embargo, Rafael San Román, de ifeel, nos tranquiliza. Pero, ojo, no hay que abusar. 

"No diría tanto como “adictivos” en el sentido literal de la palabra, ya que la recompensa que obtenemos con ellos no es tan potente como la que se obtiene con ciertas drogas y que favorece el establecimiento de una adicción. Otra cosa es que, efectivamente, cojamos el hábito, o incluso la manía, de usarlos mucho, ya de manera automática, como si fuera un tic de tantos que tenemos y en los que no reparamos", concluye el experto.