El exfutbolista Michael Owen revela la enfermedad rara e incurable que está dejando ciego a su hijo de 17 años

Padece Stargardt, la misma dolencia que tiene Julián Porras, marido de Olivia de Borbón

Por M. J. S

"Cambiaría mis ojos por los suyos y le quitaría el dolor". Con estas desgarradoras palabras el exfutbolista Michael Owen, de 44 años, se refirió a la complicada situación que atraviesa su hijo James, de 17 años, que sufre una rara enfermedad que le está dejando sin vista. James fue diagnosticado con la enfermedad de Stargardt, una rara condición genética que va degenerando la visión, cuando tenía solo ocho años. Desde entonces su vista se ha ido deteriorando cada vez más hasta que ahora está "clínicamente ciego", lo que ha obligado al joven a abandonar su deseo de seguir los pasos de su padre en los terrenos de juego. Michael Owen jugó a lo largo de su carrera en equipos como el Real Madrid, Newcastle United, Manchester United y fue internacional con Inglaterra hasta que se retiró en 2013. El amor por este deporte corre por las venas de esta familia pues el abuelo de James, Terry Owen, también fue delantero del Everton y Chester.

Michael se sinceró sobre esta situación en la presentación del documental Football is for everyone y comentó lo complicado que fue aceptar el diagnóstico de su hijo, recordando cuántas veces se ha desesperado en privado pensando cómo va a afectar esta pérdida de visión a su vida. En este sentido comentó que la independencia de James es limitada pues, por ejemplo, no puede conducir. Además Owen se confesó triste porque su hijo no puede participar en los comentarios cuando ven un partido pues no puede ver ya imágenes muy nítidas y no tiene visión periférica. Aunque desean que aparezca una cura, el que fuera capitán de la selección inglesa se mantiene positivo acerca del futuro de James e incluso hizo bromas al respecto, asegurando que esto obligaría a su hijo a pasar más tiempo con él.

Ese optimismo es algo por lo que James le dio las gracias, pues aseguró que eso le ha ayudado a él a serlo también. "Antes me enfadaba al volver del colegio porque no podía hacer lo mismo que mis compañeros y algunos se metían conmigo. Era alguien diferente entonces, mucho más negativo. Ahora veo todo de una manera más positiva y es gracias a mi padre. Me ha ayudado y me ha hecho ser más feliz, enseñándome cómo tomarme los comentarios y las bromas" dijo. Con sinceridad y fortaleza, Michael explicó que ya no acuden a tantas revisiones médicas como antes pues necesitan protegerse de alguna manera. "Antes íbamos cada mes, pero ahora no tanto. ¿Para qué? ¿Para que nos digan que no mejora?".

Una familia numerosa de cuatro hijos

El deportista destacó la importancia de las revisiones, pero reconoció que, dado que por el momento no ha aparecido un tratamiento, tienen que seguir con su vida. Owen colabora con diversas iniciativas como el documental en el que ambos han participado para dar visibilidad a su caso, que verá la luz en TNT Sports, y recauda fondos para diversas asociaciones como Fight for Sight. "Seguimos adelante y si hay algún avance en el futuro será genial y si no, todavía tendrá una vida increíble". James está de acuerdo con su padre, pero él no desea una cura pues no quiere que la enfermedad dirija su vida. "No suelo pensar en eso, aunque sé que hago cosas muy distintas que las que hacen los chicos de mi edad. Pero lo he superado, no noto la diferencia. No estoy sentado esperando que aparezca una cura".

Michael Owen, que fue balón de oro en 2001, se casó con Louise Bonsall en 2005 y llevan juntos desde entonces. La pareja formó una familia numerosa con cuatro hijos, Gemma, Emily, James y Jessica. Su hija Gemma, de 20 años, es una conocida influencer y amazona profesional que entrena en los establos de Cheshire (Reino Unido), que desde 2008 gestiona la familia. La enfermedad de Stargardt - la padece también Julián Porras, marido de Olivia de Borbón - es una dolencia ocular genética poco común que ocurre cuando se acumula materia grasa en la mácula, la parte pequeña de la retina que se necesita para una visión central nítida. Quien la sufre pierde unas células especiales que detectan la luz, llamadas fotorreceptores, ubicadas en la mácula. La visión central, o de detalle, se vuelve borrosa o tiene zonas oscuras y también puede resultar difícil ver bien los colores, como señala la Academia Americana de Oftalmología.