Lorenzo Díaz, hijo de Concha García Campoy, y Paloma de la Hoz, nos presentan a su primera hija, Manuela, en su casa de Madrid

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—¿Cómo estáis viviendo estas primeras semanas con la niña?

—Lorenzo: Con muchísima felicidad y, a veces, la inseguridad de unos padres primerizos.

—Paloma: Es que los primeros días fueron muy duros, porque cada vez que lloraba nos poníamos nerviosos, pero ahora está ideal y, hasta cuando llora, nos la comemos.

—¿Qué tal se porta?

—P: Muy bien, aunque es muy inquieta. Además, pese a que no es muy dormilona, no llora mucho.

—L: A mí me llama la atención lo activa que es. Está siempre con el cuello estirado, mirando de un lado a otro.

“El amor que sientes es diferente, es un amor de superentrega total. Hacía tiempo que no sentía algo así”, nos cuenta el periodista.

—Además de esa sonrisa que no se os borra, ¿en qué os ha cambiado su llegada?

—L: Yo creo que ha reforzado mucho el compromiso con la familia que hemos decidido formar. Hay menos espacio para las individualidades y estamos muy centrados en la niña.

—P: Estoy completamente de acuerdo. Cualquier preocupación se reduce a cero, porque sabes que lo importante está en casa y que es tu prioridad.

—Y aparte de las noches en vela, ¿qué os ha aportado?

—L: Otra forma de querer. El amor que sientes es diferente, es un amor de superentrega total. Hacía tiempo que no sentía algo así.

—P: En cuanto a lo de las noches en vela, yo lo de dormir poco lo llevo bien, porque no he sido nunca muy dormilona. Soy de esas locas que se van al gimnasio a las seis de la mañana (risas).

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—¿A quién se parece más de los dos?

—P: Físicamente es como su padre. Ves fotos de Lorenzo de bebé y es su clon: la cara, las orejas, los pies, las manos... No hay duda de que es hija suya.

—¿Qué te gustaría que sacara de su padre?

—Su inteligencia. Y también su altura y su prudencia.

—¿Y a tí, Lorenzo, de Paloma?

—Se me viene a la cabeza siempre lo mismo: su valentía. Mi mujer es muy echada para adelante y eso le abre muchas puertas.

—Lorenzo, ¿cómo crees que hubiera vivido la experiencia tu madre?

—La verdad es que me habría gustado verla con su nieta, porque estoy convencido de que la habría consentido mucho.

—¿Cómo afrontas su ausencia en estos momentos tan significativos de tu vida?

—Acordándome mucho de ella. Sobre todo, por nuestra hija. Me habría gustado que Manuela hubiese podido conocer a su abuela. Tengo ganas de contarle quién era y cómo era pero, al mismo tiempo, me da pena que tenga que conocerla por lo que yo le cuente y enseñe.

—¿Era niñera?

—Sí. Le gustaba mucho interactuar con los más pequeños y si eran de la familia, ya ni te cuento. Era muy atenta y siempre intentaba tener detalles con los niños de la casa.

—P: ¿Puedo decir algo? A Concha se le caía la baba con sus dos hijos. Los ha consentido siempre, en el buen sentido. Yo, gracias a Dios, pude vivir una etapa corta pero muy bonita con ella y vi cómo los miraba. No les podía decir que “no” nunca.

Paloma: “Físicamente es como su padre. Ves fotos de Lorenzo de bebé y es su clon: la cara, las orejas, los pies, las manos... No hay duda de que es hija suya”

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—¿No te pasó por la cabeza la idea de ponerle el nombre de tu madre a tu hija, Lorenzo?

—No. Prefiero tenerla presente de otra forma y no de una manera tan evidente.

—¿Por qué Manuela?

—P: Un día, incluso antes de saber que era una niña, Lorenzo me dijo: “¡Fíjate, me gusta el nombre de Manuela”. Yo nunca me lo había planteado, pero me pareció que era un nombre con mucha personalidad.

—L: Era lo que yo quería, un nombre con fuerza. Además, me recuerda a Madrid por Manuela Malasaña (risas).

—Lorenzo, os casasteis en la Iglesia de Nuestra Señora de Jesús, de Ibiza, en la que tú fuiste bautizado. ¿Celebraréis también el bautizo de la niña allí?

—Aún estamos pensándolo, porque movilizar a toda la familia no es sencillo, pero si no la bautizamos finalmente allí, haremos una celebración más adelante a modo de homenaje.

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