Así es el verano de María Castro en Baiona, el ‘lugar perfecto’ donde dio el ‘sí, quiero’ a José Manuel Villalba
‘Siempre repito la visita a las islas Cíes. Es donde celebramos nuestra reboda con ‘queixiño’ y pulpo de la tierra y un paraíso natural de una belleza inigualable’
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Sus paradisíacos paisajes, sus calles empedradas, la calidez de sus gentes, su deliciosa gastronomía… Cualquiera de estos motivos son suficientes para caer seducidos por Baiona. Sin embargo, María Castro tiene un vínculo especial con la villa marinera gallega. Tan presente lo tiene que la actriz (acaba de estrenar la película El juego de las llaves y la obra de teatro La coartada) eligió la localidad para celebrar su boda con José Manuel Villalba en septiembre de 2018.
Ahora, María, al igual que hicieron con ella, inculca su pasión por Baiona a sus dos hijas, tanto a Maia, nacida el 22 de junio de 2016, como a la pequeña Olivia, de año y medio.
—¿Por qué Baiona ocupa un lugar tan especial en tu corazón, María? ¿Qué significa para ti?
—Además de ser un lugar increíblemente precioso, para mí significa niñez, libertad, vacaciones eternas y relojes en el cajón.
—¿Desde cuándo vienes a la villa?
—La primera vez, la visité en la barriga de mi madre y fue nacer y no poder pasar ni un verano sin visitarla.
—¿Qué es lo que más te gusta?
—El paisaje, su gente, las calles empedradas, los montes de alrededor y perderme en ella.
—¿Tienes muchos amigos aquí?
—Sí. De esos que apenas ves durante todo el año, pero con los que solo te bastan tres minutos y una mirada para ponerte al día.
—Con tus compromisos como actriz y viviendo en Madrid, ¿consigues pasar ahora muchas temporadas aquí?
—El verano no lo perdono. Y alguna escapadita más durante el año también la disfruto.
—Ahora, como madre de familia, ¿qué planes te gusta hacer? ¿Han cambiado mucho con el paso de los años?
—No, hago con las niñas lo mismo que hacían conmigo. Si algo funciona y es genial, para qué cambiar: playita, helados Gamela, paseos al centro de la villa, la vuelta al Parador, las bicis por el paseo marítimo hasta Panjón o Playa América, excursiones al monte, visita obligada a las islas Cíes y familia, mucha familia.
—¿Qué es lo primero que haces cuando llegas?
—Descalzarme y pisar la arena de la playa.
—¿Y cuál es el plan que siempre repites?
—La visita a las islas Cíes. Es donde celebramos nuestra reboda con “queixiño” y pulpo de la tierra y un paraíso natural de una belleza inigualable.
—¿Todos los planes son en familia o hay momentos solo para dos con tu marido?
—Ahora mismo, los momentos a solas escasean. Hacemos alguna miniescapada que otra, pero no nos agobiamos. Disfrutamos mucho de estos momentos de cuatro, porque sabemos que todo pasa y ya tendremos tiempo de echarlas de menos.
—¿Cuál es tu comida favorita que solo encuentras aquí?
—Eran los gofres de Cerchas, que ya no están, pero me siguen quedando los helados de la Gamela, que son intocables. También, la auténtica empanada gallega de maíz y zamburiñas y las zamburiñas a la plancha, que son un manjar de dioses.
Para disfrutar de Baiona
Sus gentes. Son los que mejor te pueden aconsejar a dónde ir, dónde comer y qué ver.
Para disfrutar de Baiona
Toda Baiona en su extensión, pero es obligatorio coger el barco a las islas Cíes y perderse en ellas.
El Parador de Baiona.
Picar, La Pepita o cualquiera de la zona vieja.
Callejear y disfrutar del mercado local, aunque la ropa marinera de Batela, en la tienda Chalana, me vuelve loca.
En torno al Parador, en la Virgen de la Roca, en las islas Cíes o en cualquier rincón que quieras. Pones la cámara en autodisparador y las fotos se hacen solas.
La playa de Rodas, en las islas Cíes, considerada una de las mejores playas del mundo, y la de los Frailes, detrás del Parador, que es un remanso de paz y de una belleza reparadora.
A la Palma, hay un montón de columpios y oferta cultural en verano para pasárselo en grande. También sigue siendo una gran opción coger las bicis y perderse por el monte. O simplemente bajar a la playa, que es un acierto seguro.
Ponerse el chubasquero y disfrutar de Baiona bajo la lluvia. Hasta así es preciosa. La piedra mojada le regala un brillo y una belleza a la altura de mi preciosa villa marinera.
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