© JAVIER ALONSO HOLA 4043 Juana Acosta

Juana Acosta nos cuenta cómo ha encontrado el perdón casi treinta años después del asesinato de su padre

‘La mayoría de los crímenes en mi país son impunes y el de mi padre lo fue’, afirma la colombiana

La vida de Juana Acosta se trastocó por completo el 16 de mayo de 1993. Ese día, la actriz colombiana, que entonces tenía dieciséis años, recibió la peor de las noticias: su padre había sido asesinado. Ahora, con cuarenta y cinco, Juana ha decidido contar su desgarradora historia en El perdón, una conmovedora obra que ocupa la cartelera del teatro Bellas Artes, de Madrid, y que mezcla dramaturgia y danza. “Es un espectáculo que habla sobre resiliencia y que parte de un lugar doloroso y de la sombra, pero que va hacia la luz”, nos explica la intérprete, que ha sacado adelante el proyecto con el bailarín y coreógrafo Chevi Muraday —Premio Nacional de Danza 2006— y el reputado dramaturgo Juan Carlos Rubio. En El perdón, Juana también rinde un homenaje a su hermano Álvaro José, que decidió quitarse la vida al no poder superar la pérdida de su padre. “Han sido muchos años de terapia y decisiones conscientes para poder contar esta historia, que es la mía”, nos confiesa Juana.

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—El mensaje a transmitir es que, pese a todo, siempre hay luz.

—Sí. Me interesaba muchísimo investigar sobre cómo podemos ir hacia la vida y no quedarnos anclados en la rabia y la ira. Cuando te hacen daño, el impulso es devolver con la misma moneda. La violencia siempre genera violencia. Me ayudó mucho perdonar para ir hacia la vida, pero, primero, me tuve que perdonar a mí misma.

—¿Por qué?

—Por sentir tanto odio y rabia, a mis dieciséis años, cuando me enteré de la muerte de mi papá.

—También cuentas tu historia a través de la danza.

—Hice ballet desde los tres a los seis años y, luego, hasta los dieciséis, danza contemporánea. El dieciséis de mayo de mil novecientos noventa y tres, cuando estaba a punto de salir a mis clases de baile, sonó el teléfono y un familiar me dio la terrible noticia. De alguna manera, la violencia castró mi primera gran vocación, la danza, porque yo iba a ser bailarina, no actriz.

—¿Y no volviste más a la danza?

—Nunca más. Afortunadamente, apareció la interpretación y el teatro para poder colocar ahí mi dolor. Por eso, el arte me salvó la vida.

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—¿Cómo ha sido volver a la danza?

—Un viajazo. He tenido que prepararme muchísimo. Empecé con pilates y he hecho una preparación física casi de deportista de élite. He tenido ensayos de cinco horas de danza contemporánea, como una bailarina profesional. Yo dejé de bailar hace casi treinta años y ahora tengo cuarenta y cinco. Además, justo el año pasado, cuando ya teníamos fechas para ensayos, me tuvieron que operar de una hernia discal. Afortunadamente, quedé muy bien. También voy al fisio una vez por semana. Ahora estoy en forma… ¡No había tenido el cuerpo así en mi vida! Pero de lo más hermoso es verme capaz de superar los límites que me puse.

—Sin duda, El perdón es tu trabajo más difícil y más personal.

—Sí, y el más íntimo. He sentido pudor y vértigo, pero también una felicidad plena. Hay días que he salido de los ensayos sintiéndome plena, pasando de los días más felices de mi vida y volviendo a conectar­me con la danza. Tenía miedo, pero Chevi y Juan Carlos me ayudaron y me impulsaron.

—En esta obra, eres intérprete, autora y también productora.

—Sí. El año pasado, mi hermana Valentina y yo creamos la productora Calité Films, que desarrolla proyectos audiovisuales y teatrales.

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A la izquierda, con Chevi Muraday, en una escena de ‘El perdón’.

‘Mi papá volvía locas a las mujeres’

—Habrá quien se pregunte cómo se puede perdonar después de haber sufrido tanto.

—Eso es lo interesante. El espectáculo incluye este texto: “Perdonar no es olvidar, minimizar o justificar el daño. Perdonar es abrir la puerta al resto de tu vida”.

—Pese a no conocer los motivos por los que murió tu padre.

—Exacto. La mayoría de los crímenes en Colombia son impunes y el de mi padre lo fue.

—¿Qué recuerdo tienes de él?

—Sublime. Era un ser extraordinario y un ser de luz, además de guapísimo… Mi papá volvía locas a las mujeres…, ¡a los hombres y a todo el mundo! Mi papá paraba el tráfico (ríe). No he conocido a nadie con su calidad humana. Era sumamente especial, carismático, generoso y con un humor brutal.

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Sobre estas líneas, Juana en el teatro Bellas Artes, de Madrid.

—Este es un homenaje a tu padre, pero también a tu hermano mayor.

—Sí. Le costó muchísimo ir para adelante. Quince años después de la muerte de mi padre, no consiguió avanzar y terminó acabando con su vida. Por eso digo que la violencia termina generando violencia. Es tan terrible y tan real…

—¿Cuál ha sido la respuesta de tu familia a la obra?

—Mi madre ya la vio, mi hija también… Con mis hermanos y mis tíos tuve entrevistas durante el proceso creativo para recuperar la figura de mi padre con el recuerdo de todos. Escuchar sus testimonios, ver quién había perdonado y quién no… Para mí, ha sido un proceso muy enriquecedor.

—¿Y a tu entorno y a tu pareja? ¿Qué les ha llamado la atención?

—La valentía de poder compartir algo tan íntimo y personal. Para mí, este es un acto de amor.

“Perdonar no es olvidar, minimizar o justificar el daño. Perdonar es abrir la puerta al resto de tu vida”, recita Juana sobre el escenario

—Al margen de la obra, ¿cómo definirías tu momento actual?

—Muy grande, en lo personal y lo profesional. Estoy cumpliendo el sueño de actuar en el teatro Bellas Artes junto a Chevi Muraday, a quien admiro profundamente. Con textos de Juan Carlos Rubio, a quien también admiro muchísimo. Con poesías de poetisas colombianas, que también hemos incluido en el espectáculo para universalizarlo, sacarlo de mi drama personal y hablar de algo que pueda resonar en el público.

—¿Qué proyectos tienes?

—Con este espectáculo estaremos dos semanas y, después, haremos gira. En marzo estrenamos Llegamos de noche, la película de Imanol Uribe, y estoy superilusionada. También, en breve, estrenamos El lobo feroz, película de Gustavo Hernández, y la segunda temporada de Now And Then, serie de Apple TV.

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Su padre, Álvaro Acosta, asesinado en su Colombia natal, en 1993. La actriz también ha sufrido el suicidio de su hermano Álvaro José, el secuestro de otro hermano y el asesinato de una prima de su madre.

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