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PUEBLOS MEDIEVALES DEL BAIX EMPORDÀ

Esculpidos en piedra color miel, custodiados por murallas, torres y fortalezas, pasear por los pueblos de esta comarca es retroceder en el tiempo e iniciar un viaje a la Edad Media. Hay quien habla de «Toscana catalana», porque como la región italiana goza de un bonito paisaje plagado de viñedos, una excelente gastronomía y aquí la vida se vive a un ritmo pausado.

Para iniciar la ruta lo hacemos en Pals, para luego acercarnos a Púbol, el más pequeño y conocido gracias a su castillo, una mansión en la que Dalí volcó toda su creatividad. Le siguen Gualta, con su magnífico puente románico sobre el río Daró, Ullastret, el precioso pueblo amurallado de Palau Sator, la magnífica plaza porticada de Monells, y así uno tras otro van salpicando la ruta hasta llegar al más conocido (y turístico) de todos. Peratallada es un laberinto de calles tapizadas de enredaderas, romántico a más no poder.

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UN VALLE LIBRE DE COCHES

Si hay un paraje hermoso por descubrir en la provincia de Girona es el valle de Núria, que remonta el río Freser hasta su santuario y es el único habitado del Pirineo al que no se puede llegar en coche. Hay que hacerlo en tren cremallera, también el único de este tipo en toda la cordillera pirenaica. El tren parte a diario de la localidad de Ribes de Freser, haciendo parada intermedia en Queralbs, a partir de aquí la pendiente se incrementa y salva los 1000 metros de desnivel. En total, 12,5 kilómetros de trayecto.

En este circo glaciar rodeado de montañas (algunas con más de 2500 metros de altitud) encontramos este lugar de peregrinación, el segundo más frecuentado de Cataluña, después de Montserrat. En verano pueden realizarse actividades en contacto con la naturaleza, como rutas senderistas, paseos en barca por el lago…; en invierno es una pequeña estación de esquí de montaña.

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VOLCANES Y PUEBLOS DE LA GARROTXA

Hubo un tiempo, hace centenares de miles de años, en el que la actividad volcánica de esta zona modeló un paisaje con 40 conos volcánicos y más de 20 coladas de lava que hoy en día es uno de los grandes tesoros de esta comarca, el Parque Natural de la Zona Volcánica de la Garrotxa.

Hoy podemos dar un paseo a caballo, o en burrito catalán, adentrarnos en la mágica espesura de La Fageda d’en Jordà, hacer una caminata por uno de los 28 itinerarios señalizados o realizar la una ruta en bici llamada Ruta del Carrilet, entre Olot y Girona. El trayecto que seguía el tren de vía estrecha entre ambas poblaciones y que discurre por deliciosos paisajes volcánicos. Para los amantes de los pueblos algunos tan encantadores como Castellfollit de la Roca, en un paraje único, o Santa Pau (en la imagen), de pasado medieval.

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CADAQUÉS, UNA POSTAL MEDITERRÁNEA

Tal vez el pueblo más chic de la Costa Brava, con un blanco caserío de calles estrechas perfumadas de plantas y flores y enlosadas con rastel, un pavimento realizado a mano con piedras que se extraen de la orilla del mar pulidas por el vaivén de las olas. Este pequeño pueblo de pescadores sigue manteniendo su espíritu solitario que le ha hecho mantener su esencia.

Dejarse llevar entre galerías de arte y tiendas coloridas, descubrir el legado indiano, acercarse al museo de la ciudad, pasar un día de playa o disfrutar de la buena cocina de mar con un suquet de peix, un sabroso guiso de pescados y marisco, son alguno de los must.

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RUINAS ROMANAS FRENTE AL MAR

Desde la localidad de L’Escala, el Mediterráneo más azul contrasta con el verde de los pinos. En este escenario idílico podemos visitar las ruinas grecorromanas de Empúries, los restos de la ciudad que fueron levantando los primeros griegos que desembarcaron en el siglo VI a. C. procedentes de Focea, y único yacimiento de la península donde conviven restos de una ciudad griega –Emporion- y otra romana, Emporiae.

El recorrido por el yacimiento discurre por sus dos áreas diferenciadas: la griega, junto al mar, donde se pueden ver mosaicos, cisternas y la fábrica de salazón del asentamiento; y la romana, en mejor estado de conservación y dominando la colina, que muestra varias viviendas, el foro y tavernaes de la vida romana. En el mismo recinto de las ruinas se encuentra también la sede del Museo de Arqueología de Cataluña.

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POR LOS JARDINES HISTÓRICOS DE LA COSTA BRAVA

De la Costa Brava son célebres sus playas, pueblos, la gastronomía, pero, junto a todo ello, hay tres tesoros en forma de jardín que tienen el Mediterráneo como telón de fondo: los Jardines de Cap Roig, en Palafrugell; los de Santa Clotilde, en Lloret; y el Jardín Botánico de Marimurtra, en Blanes.

Parecen colgados entre el cielo, la tierra y el azul del Mediterráneo. Durante el verano se puede disfrutar en ellos gracias a numerosas experiencias culturales, gastronómicas y lúdicas en Marimurtra (marimurtra.cat) o en el prestigioso Festival Jardins de Cap Roig (caproigfestival.com), con numerosos conciertos programados en julio y agosto.

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GIRONA, CASAS DE COLORES ASOMADAS AL RÍO

El casco antiguo medieval de Girona es uno de los mejor conservados de Cataluña. Entre todos los edificios destaca la catedral, con una espectacular escalera en su fachada. El paseo arqueológico por las murallas; los baños árabes, cuya visita permite descubrir el edificio más completo en su género de Cataluña; la iglesia medieval de Sant Pere Galligants; la joya románica de Sant Nicolau, el barrio de la judería... Son imprescindibles en una visita a la ciudad a orillas del Onyar. Los que hayan planeado la visita con mucha antelación igual pasan por El Celler de Can Roca (cellercanroca.com), donde los hermanos Roca muestran su talento en su restaurante elegido varios años el mejor del mundo.

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UN SANTUARIO CON VISTAS AL MAR

El Parque Natural del Cabo de Creus mantiene intacta la belleza de una costa que aquí es donde más merece el apelativo de brava. Con vistas privilegiadas a los acantilados, el monasterio de Sant Pere de Rodes, encaramado desde el siglo IX a la montaña, llegó a ser, en la baja Edad Media, el cenobio más importante del Ampurdán. Una muestra excepcional de arte románico que se puede visitar por libre o con una visita guiada y admirar su claustro, la magnífica iglesia, la torre de defensa o el campanario.

Luego hay que asomarse y contemplar el entorno, pues desde aquí, las panorámicas de la costa son únicas.

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DOSIS DE SURREALISMO

Un genio irrepetible capaz de trascender fronteras como era Salvador Dalí forjó su mito y universo particular en este pedazo de la Costa Brava al que no le falta magia. Una ruta por los escenarios que eligió para vivir y crear su obra traza un triángulo nos lleva de la ciudad de Figueres a Portlligat, y de allí a Púbol.

En Figueres todos los caminos del universo daliniano conducen al Teatro-Museo Dalí. Diseñado por él mismo, aquí todo es onírico, transgresor, anárquico. Puro surrealismo tanto en el continente como el contenido. Más apacible es la Casa-Museo de Portlligat, su refugio más perdurable. Hoy conserva los objetos y muebles cotidianos de Gala y Dalí. El tercer vértice se localiza en Púbol, donde Dalí regaló un castillo a su amada, que después se convertiría en su mausoleo.

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BAÑARSE EN CALAS PARADISÍACAS 

El objeto de deseo de todos los viajeros que en los meses de verano recalan en las costas de Girona son las famosas playas de la Costa Brava. Un rosario de arenales entre las que destacan la de Aiguablava de Begur, de aguas cristalinas y una frondosa vegetación. También las bellísimas calas entre Sant Feliú de Guíxols y Tossa de Mar, camufladas entre los acantilados; la de Es Castell, en Palamós, una de las más vírgenes de la zona, o las tres calas vírgenes de cala Lledó, cala Murtra y cala Rustella en la zona de Roses.

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