Almendros en flor en el valle de Guadalest

Este año no deberías perderte el gran espectáculo que la Naturaleza ofrece en este valle alicantino, cuando se cubre de color rosa anunciando la llegada de la próxima primavera.

by hola.com
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No existe en la provincia de Alicante un pueblo más encantador y pintoresco que Guadalest. Como salido de un cuento, es tan mínimo como espectacular. Está clavado en lo alto de un peñasco, dominado por el castillo de Sant Josep -desde cuyos torreones se divisa el Mediterráneo-, el puñado de casas blancas que lo conforman se alinean en una sola calle y su campanario blanco, exento, los restos de la Alcozaiba y el castillo se recortan en el horizonte.

Pintado así, la escapada ya merecería la pena, pero estos días hay un motivo más para descubrir el valle que se encuentra a sus pies, donde los miles de almendros y avellanos que crecen en sus campos se cubren de flores blancas y rosáceas componiendo un cuadro difícil de olvidar.

Hasta mediados de marzo, el espectáculo está servido y es una delicia contemplar en la distancia ese manto de color rosa y ese suave olor de azahar que cautiva a quien pasea por sus campos. El almendro es el árbol característico del interior de Alicante, la sequedad de su tierra caliza y el clima subtropical favorecen su desarrollo, que todos los años adelanta la llegada de la primavera a estas tierras.

Una vez en el valle hay que seguir viaje entre sus bellos paisajes, fuentes, cumbres de las sierras de Aitana, Serrella y Xorta y pequeños pueblos que conservan sus nombres árabes: Benimantell, Benifato, Beniará…, pero, sobre todo, el que es la puerta de entrada al valle, El Castell de Guadalest, en su emplazamiento casi imposible.

Posee ocho museos, que son pequeños, pero curiosos. El Etnológico, una casa típica del siglo XVIII del interior alicantino que muestra muebles, aperos, molino, almazara y una colección de armas. También hay uno de miniaturas, con obras de arte como el Guernica pintado en una semilla. Hay también un belén en el que un tren recorre Galilea y los peces nadan en el río. Y no menos insólito, un museo de Arte Contemporáneo con obras de Canogar y Henri Moore.

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