Las duras noticias del declive en la salud de la reina Isabel llegaron del lugar menos esperado, Balmoral, la residencia de verano en donde la monarca históricamente pasaba un par de meses al año y en donde apenas a principios de esta semana recibía a Liz Truss, nueva primer ministro de Reino Unido. Después de meses en el Castillo de Windsor, en donde se refugió desde el comienzo de la pandemia, dejando atrás el Palacio de Buckingham, que fuera su residencia durante las últimas décadas, la monarca había podido hacer el viaje a Escocia, en donde durante los meses de julio y agosto recibió la visita de sus familiares más cercanos. Fue precisamente en ese lugar que, en palabras de quienes la conocieron, era más feliz, ha partido una mujer excepcional, pilar de Reino Unido y admirada alrededor del mundo. Isabel II ha dejado un entrañable legado, lo que hace especialmente significativo que haya partido en aquel lugar en el que su corazón disfrutaba de pasar el tiempo con el Duque de Edimburgo. Precisamente fue en los terrenos de Balmoral en donde posó para aquella imagen con la que ella quiso agradecer los mensajes de condolencia ante el fallecimiento de su amado príncipe Felipe, demostrando los lazos que tenía con aquellos terrenos. Pero, ¿qué hace tan especial este lugar?