Una boda para el recuerdo

Por hola.com

La [infanta Elena] y don [Jaime de Marichalar] se casaron el 18 de marzo de 1995 en Sevilla; una boda que sellaba una historia de amor que había comenzado en 1993, cuando la infanta Elena se trasladó a París para realizar un curso de Literatura francesa y don Jaime estaba realizando sus prácticas financieras antes de iniciar su andadura profesional en el banca privada. Su noviazgo, que se desarrolló la mayor parte en la capital parisina, fue todo un ejemplo de discreción. No hubo casi fotografías de la pareja hasta el mismo día del anuncio de su compromiso matrimonial, el 23 de noviembre de 1994. Tres días más tarde, en el Palacio de la Zarzuela, Jaime de Marichalar pedía a los Reyes la mano de su hija mayor, la infanta Elena y algunos otros después Zarzuela hacía público la fecha exacta y el lugar del enlace: el 18 de marzo de 1998 en la capital hispalense, que se vistió de luces para la ocasión.

Sevilla entera se echó a la calle y lució sus mejores galas. No hubo balcón del que no colgara un mantón de Manila, una bandera de España o una guirnalda. En las calles, sevillanas, palmas, arte, colorido, jolgorio, luz, y ritmo... Todo para recibir a la infanta Elena y don Jaime de Marichalar.

Los invitados
El enlace, el primero de los hijos de los Reyes de España, reunió a más de 1.500 invitados (para ser más exactos 1.513 que se acomodaron en los 179 bancos y 484 sillas dispuestas para la ocasión en la Catedral de Sevilla), de los cuales más de 300 eran miembros de 38 Familias Reales. Además asistieron representantes de las instituciones del Estado y de la sociedad civil.

A las doce del mediodía, salía del hotel Alfonso XIII, (donde se alojó el novio, su familia, y la mayoría de los miembros de las casas reales invitadas) don Jaime de Marichalar, serio y aunque bastante tranquilo -por lo menos en apariencia- del brazo de su madre y madrina, Concepción Saénz de Tejada. Media hora más tarde el cortejo nupcial abandonaba el Alcázar de Sevilla, donde la infanta Elena se había vestido. Por la puerta del León salieron el Infante de Calabria y su esposa; los Duques de Soria; la infanta doña Pilar y su hijo Bruno; la infanta Cristina con su primo Juan Gómez Acebo y, tras ellos, la reina doña Sofía, del brazo de su hijo el [príncipe Felipe]. Unos minutos después la novia, radiante con un espectacular traje diseñado y guardado celosamente por el modisto sevillano Petro Valverde, del brazo de su padre, el rey don Juan Carlos. Padre e hija pudieron entonces sentir el estallido de cariño de los sevillanos.

El sí quiero
A la una y siete minutos de la tarde culmina la ceremonia por la que Jaime de Marichalar y doña Elena de Borbón se convierten en marido y mujer. Primero es el novio quien pronuncia el sí quiero; después lo hace la Infanta, con voz muy clara y una sonrisa de felicidad, sin pedir la bendición de su padre, -tal y como ‘manda’ el protocolo. El 'lapsus' de la hija mayor de los Reyes de España no impidió que don Juan Carlos, se emocionara, porque aunque Rey, también es padre.

Tras la ceremonia, presidida por Monseñor Amigo, los novios salieron por la puerta de Palos ante el estallido de alegría de los sevillanos, que desde primera hora de la mañana esperaban para felicitar a los recién casados. Con el rostro ya descubierto, la infanta Elena y su marido se dirigen a una carreta tirada por seis caballos cartujanos de color castaño, donde realizarían un extenso recorrido por las calles de Sevilla hasta la iglesia del Salvador, donde la Infanta depositó su ramo ante la tumba de sus bisabuelos, Carlos de Borbón y María Luisa de Orleáns, tras escuchar con gran emoción una salve rociera que le arrancó algunas lágrimas. Del Salvador, los recién casados se dirigen a los Reales Alcázares de Sevilla, donde todo está preparado para servir el banquete nupcial, que corrió a cargo del restaurador Rafael Juliá.