María Pía de Saboya habla de los problemas de Victor Manuel con la justicia

Por hola.com
Entrevista con María Pía de Saboya, su hermana
María Pía de Saboya, hermana de Víctor Manuel, nos recibe en su casa de Neully-sur-Seine, en Francia, y tras aceptar hablarnos del caso, contestó así a nuestras preguntas.
—¿Cómo reaccionó ante el anuncio de la encarcelación de su hermano?
Fue mi hijo Serge quien me lo dijo. Evidentemente, he estado muy triste por él. En seguida, con mi abogado y amigo Paul Lombard, le he dado mi apoyo.
—¿Pero le ha sorprendido lo que le pasa?
Francamente, verdaderamente, no. Estoy segura de que Víctor es un hombre honesto, pero su problema es que confía en todo el mundo. Yo creo en la presunción de inocencia y en la honradez de mi hermano. Con mi marido, Michel de Bourbon, pensamos que está rodeado de una banda de aduladores que le dicen continuamente: «Príncipe, tú eres el más atractivo, el más fuerte y el más inteligente », y que se aprovechan de su ingenuidad.
—¿Le pusieron en guardia en algún momento?
Sí, varias veces. Por desgracia, llevado por su temperamento, no nos escuchó. Con él, el último que habla siempre tiene razón. En realidad, no le veo muy a menudo. La última vez fue hace un año, en la beatificación del tío de mi marido, el Emperador Carlos, casado con la Emperatriz Zita de Austria. Sea lo que sea, le adoro. Aun cuando hemos tenido diferencias legales, yo no he llegado a enfadarme con él. Mi hermano es un muchacho delicioso, muy divertido. Si usted le conociera le encontraría muy simpático.
—¿Tenía él problemas de dinero?
Ganó mucho en la época en que hizo las veces de embajador, junto al Sha de Irán, por cuenta de su amigo Corrado Agusta, constructor de helicópteros, muerto hace mucho tiempo. Esa época ya pasó. Mi hermano es impulsivo, muy bueno en relaciones públicas. Es capaz de volcarse a fondo en un proyecto que le entusiasme sin medir siempre las consecuencias.
—¿Su hermano tiene un don para coleccionar catástrofes?
Con él nada es sencillo. Marina, su esposa, da pruebas de mucho coraje en ese aspecto y ella tiene mucho mérito. Víctor Manuel es un niño que no ha crecido. Un día, en los años setenta, prestó a mi madre un «jet» privado, un Mystère 20 exactamente, para permitirle llegar a Saint-Moritz a tiempo para su cita con una cabeza coronada. Bien habría podido tomar el tren, pero el avión, atrapado en una tormenta de nieve, hizo un aterrizaje de emergencia sobre un lago helado y se partió en dos. De milagro, nuestra madre se salvó. Mi hermano, que dirigía las operaciones desde la torre de control del aeropuerto, se llevó el susto de su vida. Este tipo de cosas sólo le ocurren a él.