Se habla mucho de las medidas a tomar en los centros escolares para prevenir el acoso escolar y para, cuando se da, atajarlo lo antes posible. Y, si bien es necesario tener claras esas medidas, donde verdaderamente se trabaja en contra de esta lacra social es en casa. Son las familias las que han de evitar que su hijo se convierta en un potencial acosador y también son las que deben procurar fortalecer habilidades sociales y comunicativas en sus hijos para que sepan cómo actuar en caso de que otros les traten mal. María Bustamante, psicóloga sanitaria especialista en Psicología infantil y terapia familiar de Instituto Centta (www.centta.es), explica cómo lograrlo.
¿Cómo educar a los niños en casa para evitar que se conviertan en potenciales acosadores?
Para prevenir que un niño desarrolle conductas de acoso, es fundamental que la educación en casa se base en un ambiente cálido, seguro y respetuoso. La familia debe ser un modelo de convivencia, mostrando formas adecuadas de gestionar los conflictos y relacionarse con empatía. Establecer normas y límites claros, coherentes y respetuosos ayuda al niño a comprender que la convivencia se basa en el respeto mutuo. También es importante no permitir comportamientos agresivos y evitar el uso de amenazas o presiones como método educativo, ya que estos patrones pueden normalizar la intimidación.
La familia debe ser un modelo de convivencia, mostrando formas adecuadas de gestionar los conflictos y relacionarse con empatía.
La educación emocional, la escucha activa y la capacidad de ponerse en el lugar del otro son pilares fundamentales para que un niño aprenda a relacionarse sin dañar a los demás. Otro punto clave: desde la familia se deben conocer las emociones, validarlas, legitimarlas y gestionarlas como manera de afrontar cualquier tipo de dinámica. Un espacio seguro tiene que ofrecer la contención de cualquier emoción y aportar regulación para responder de una manera coherente al entorno.
¿Cómo ayudarles a entender y actuar si ven que se hace daño a otro compañero?
Para que un niño sepa cómo actuar si presencia una situación de acoso, es importante hablar con él de manera abierta sobre qué es el bullying y cómo afecta a quienes lo sufren. Educar en valores de empatía y justicia es clave para que entiendan que intervenir no es “chivarse”, sino proteger a alguien vulnerable.
Es útil enseñarles a identificar señales de malestar en los demás y explicarles que, ante un daño, la actuación más segura y eficaz es pedir ayuda a un adulto. Además, reforzar habilidades de resolución de conflictos y cooperación les ayudará a sentirse capaces de actuar de forma adecuada ante estas situaciones.
¿Qué hacer si vemos que nuestro hijo hace amistad con niños con tendencia agresiva o acosadora?
Si un niño se rodea de compañeros con comportamientos agresivos, es fundamental acompañarlo sin imponer prohibiciones tajantes. La comunicación abierta, sin juicios, permite conocer qué le atrae de ese grupo y le ayuda a reflexionar sobre aquellas conductas que pueden ser dañinas. Es positivo reforzar en casa los valores del respeto y la responsabilidad, supervisar los espacios donde interactúan y fomentar actividades que le permitan construir vínculos más saludables con otros compañeros. El objetivo es que el niño desarrolle criterio propio para elegir relaciones que le aporten bienestar.
¿Cuál debe ser el papel de los padres que descubren que se está acosando a otro niño, aunque su hijo no esté implicado?
Cuando unos padres detectan una situación de acoso, aunque su hijo no sea partícipe, su papel es actuar con responsabilidad y colaborar con la comunidad educativa. Lo adecuado es informar al centro escolar con claridad, mantener una actitud cooperadora y permitir que la escuela active los protocolos correspondientes. No es recomendable contactar directamente con las familias implicadas sin mediación, ya que pueden generarse tensiones innecesarias. En casos de gravedad o riesgo físico, puede valorarse informar a las autoridades siguiendo siempre las indicaciones del centro.
¿Cómo darnos cuenta de que la víctima es nuestro hijo, si no dice nada?
Muchos niños que sufren bullying no lo verbalizan por miedo, vergüenza o confusión, por lo que es importante estar atentos a señales indirectas. Cambios en el estado de ánimo, tristeza, irritabilidad, aislamiento, alteraciones en el sueño o el apetito, así como el deterioro o pérdida de objetos personales, pueden ser indicios de que algo no va bien. También hay que observar si el niño evita ir al colegio o muestra quejas físicas recurrentes sin causa médica aparente. La detección temprana de estos cambios, aunque parezcan pequeños, puede ser crucial para identificar una situación de acoso.
¿Qué hacer para ayudarle?
Si existe la sospecha de que un niño está sufriendo acoso, es importante ofrecerle un espacio seguro en el que pueda expresarse sin miedo a ser juzgado. Acompañar con calma, validar sus emociones y transmitirle que no está solo son pasos esenciales.
Si un niño se rodea de compañeros con comportamientos agresivos, es fundamental acompañarlo sin imponer prohibiciones tajantes.
Hay que evitar minimizar su malestar o buscar culpabilidades, y es crucial coordinarse con el centro escolar para activar medidas de protección. Buscar ayuda profesional también puede ser necesario para que el niño recupere la seguridad, la autoestima y las estrategias para manejar lo ocurrido.
¿Cómo darnos cuenta de que nuestro hijo necesita ayuda psicológica?
Un niño puede necesitar ayuda psicológica cuando muestra cambios persistentes en su comportamiento o estado emocional. Señales como tristeza prolongada, ansiedad, irritabilidad, aislamiento, miedo intenso o conductas agresivas pueden indicar que está sufriendo de forma significativa. También es importante prestar atención a comportamientos compulsivos, inquietantes o que reflejen dificultades para gestionar sus emociones. Ante cualquiera de estos indicios, es recomendable consultar con un profesional que pueda evaluar la situación y orientar a la familia.
¿Es recomendable cambiarlo de centro escolar?
El cambio de centro escolar puede ser una opción cuando el entorno se ha convertido en un espacio inseguro para el niño y las medidas implementadas por el colegio no han sido suficientes. Si el acoso persiste, el menor experimenta un miedo intenso o su bienestar emocional se ve gravemente comprometido, el cambio puede facilitarle un nuevo comienzo en un entorno más seguro. No obstante, esta decisión debe tomarse tras dialogar con el centro y con profesionales especializados, valorando cada caso de manera individual.
¿Qué hacer si los padres descubren que su hijo es el acosador?
Descubrir que un hijo está ejerciendo acoso requiere una intervención firme pero respetuosa. Lo primero es no minimizar la situación y evitar justificar su conducta. Es importante hablar con él para entender qué puede estar generando este comportamiento y ayudarle a tomar responsabilidad por sus actos sin recurrir a la culpa o la humillación. Se debe trabajar con él habilidades de empatía, regulación emocional y resolución de conflictos, además de supervisar de cerca sus actividades, incluidos los espacios digitales donde también pueden darse conductas dañinas.
¿Qué medidas tomar después de hablar con él?
Una vez que los padres han hablado con su hijo y han abordado su comportamiento, es necesario actuar en coordinación con el centro escolar para que se implemente un plan de intervención adecuado. También es conveniente participar en las medidas reparadoras o educativas que el colegio proponga y permitir que el niño, siempre de una forma segura y supervisada, repare el daño causado. Contactar con la familia de la víctima solo debe hacerse con mediación del centro para evitar tensiones. Finalmente, si el comportamiento agresivo persiste o revela dificultades emocionales profundas, será recomendable buscar apoyo profesional.





