Cada vez más mujeres que desean convertirse en madres o que ya están embarazadas son conscientes de la importancia del parto respetado, no solo por todo lo que su opuesto, la violencia obstrética, puede implicar para la salud de la madre o del bebé, sino también desde el punto de vista psicológico. Ya hemos hablado en más de una ocasión de las repercusiones físicas de la violencia obstrética, pero esta vez nos centramos en las psicológicas. Con motivo de la Semana Mundial del Parto Respetado, que, impulsada por Unicef, se celebra desde el 13 al 20 de mayo, hemos hablado con la Dra. Pilar Rojas Martínez, psicoanalista de la Escuela de Poesía y Psicoanálisis Grupo Cero y médico especialista en Reumatología y Medicina familiar y comunitaria.
¿Qué es un parto respetado?
Un parto respetado, también llamado parto humanizado, es aquel en el que se priorizan los deseos y la elección personal de la mujer que va a dar a luz en todo lo que tiene que ver con el parto, así como sus necesidades y las del bebé. “Se trata de ofrecer una atención personalizada y respetuosa, no mecanizada, donde priman las elecciones de la parturienta en cosas tan sencillas como elegir quién le acompaña durante todo el proceso del parto, un miembro de la familia o un acompañante profesional o cómo desea llevar a cabo el trabajo de parto: sentada, en cuclillas, de pie..., todas ellas posiciones que favorecen que las contracciones sean menos dolorosas y naturales, y no como habitualmente se viene realizando, con las mujeres tumbadas, práctica que se debe a una combinación de factores históricos y médicos”, detalla la Dra. Pilar Rojas Martínez.
La médico y psicoanalista nos explica que la posición tumbada se ha extendido en los hospitales porque facilita el trabajo de los profesionales que pueden acceder mejor a la zona vaginal y facilitar la extracción del bebé. Además, en su origen histórico tiene mucho que ver un curioso interés de un monarca: “la posición tumbada permitía que el rey Luis XIV, aficionado a los partos, pudiera ver todo el proceso”.
Se trata de informar a la mujer en todo momento acerca del tratamiento y los procedimientos que se van a llevar a cabo y obtener su consentimiento previo
Otro aspecto fundamental del parto respetado es la búsqueda de la no separación entre madre y bebé los primeros minutos y horas tras el alumbramiento. También promueve el contacto piel con piel entre la madre y el bebé inmediatamente después del nacimiento, así como el inicio temprano de la lactancia materna. “Todo ello puede contribuir a un mejor inicio de la lactancia materna y a un mejor vínculo materno-filial”, señala la especialista.
En el parto respetado, los obstretas, matronas y el resto del equipo sanitario buscan minimizar las intervenciones médicas no justificadas, como la administración de medicación para el dolor (epidural, por ejemplo), el uso de oxitocina (que aumenta las contracciones uterinas), la utilización de la sonda vesical, la práctica de la episiotomía (incisión quirúrgica que se realiza para ensanchar la abertura vaginal) y evitar los continuos tactos vaginales para ver el grado de dilatación vaginal.
Sobre todo, “se trata de informar a la mujer en todo momento acerca del tratamiento y los procedimientos que se van a llevar a cabo y obtener su consentimiento previo”. En consecuencia, el objetivo último del parto humanizado es “respetar al máximo el proceso natural del parto y el papel activo de la mujer en el proceso”.
Un parto no respetado puede conllevar una violencia obstétrica, que ha sido tipificada como una modalidad de violencia de género, con lo que ello conlleva: afectación de la autoestima o sentimientos de soledad y alteraciones emocionales
Consecuencias psicológicas de un parto no respetado
- Consecuencias psicológicas para la madre. Más allá de las posibles y probables consecuencias para la salud física de la madre y del bebé de un parto no respetado, este también puede implicar consecuencias psicológicas, como señalábamos anteriormente. “Un parto no respetado puede conllevar una violencia obstétrica, variable según los casos, que ha sido tipificada como una modalidad de violencia de género, con lo que ello conlleva: afectación de la autoestima o sentimientos de soledad y alteraciones emocionales, tales como estrés, ansiedad, trastorno de estrés postraumático y de depresión postparto”, advierte la Dra. Rojas. “También se puede producir afectación de las relaciones interpersonales y del vínculo materno-filial”.
- Alteraciones en el vínculo materno-filial. Este vínculo es esa conexión emocional profunda que se desarrolla entre la madre y su hijo durante los primeros años de vida. “Este vínculo se basa en la sintonía, la disponibilidad emocional y la empatía que la madre muestra hacia las necesidades del bebé”.
- Consecuencias psicológicas para el bebé. Las alteraciones en el vínculo materno-filial pueden dar lugar a consecuencias psicológicas en el recién nacido, desde dificultades en la regulación emocional a irritabilidad y llanto excesivo, pasando por problemas en la alimentación o dificultad para dormir, según indica la psicóloga. “Y a largo plazo puede favorecer la aparición de problemas de desarrollo cognitivo, social y emocional”, subraya. “Está descrito un mayor riesgo de problemas de salud mental, fundamentalmente ansiedad, depresión y dificultades en las relaciones interpersonales”.
Por todo ello es tan necesario el parto respetado o humanizado. Con él, como indica la Dra. Pilar Rojas Martínez, “la mujer puede sentirse más empoderada y segura durante el proceso de parto, lo que puede reducir el estrés y el miedo, así como favorecer el vínculo materno filial”.