Psicología perinatal. Violencia de género durante el embarazo.©AdobeStock

Psicología

Estrés, ansiedad y depresión, tres consecuencias de la violencia de género en embarazadas

Pero hay más. Ser víctima de violencia machista o haberlo sido en el pasado puede suponer complicaciones a nivel psicológico y físico que afectan, no solo a la futura mamá, sino también a su bebé.

La violencia de género es un problema de salud pública mundial. Los datos de la Organización Mundial de la Salud (OMS) hablan de hasta un 35% de las mujeres que, a lo largo de su vida, han experimentado violencia física y/o sexual por parte de su pareja o expareja. Suele ser un proceso que puede durar más o menos tiempo y que se inicia con conductas abusivas que van aumentando tanto en intensidad como en frecuencia. Independientemente del momento en el que la mujer se encuentre dentro de este proceso, la violencia de género afecta tanto a la mujer como al bebé en caso de estar embarazada. Por ello, los sanitarios advierten de la importancia de atender especialmente a este colectivo. Es más, el hecho de quedarse embarazada es un factor de riesgo para sufrir violencia de género por parte de la pareja.

De hecho, la violencia de género suele ser más frecuente durante el periodo reproductivo de la mujer y, muchas veces, empeora cuando la mujer se queda embarazada por primera vez. Se convierte en una etapa de alta vulnerabilidad, dado que las mujeres experimentan muchos cambios a nivel emocional, físico y social, que Borja Farré Sender, psicólogo especialista en salud perinatal y miembro de la Unidad de Salud Mental Perinatal del Hospital Universitari Quirón Dexeus, además de profesor en la Universidad Autónoma de Barcelona, nos ayuda a entender.

Pero antes, debemos entender la violencia de género durante el embarazo, tanto en el momento en el que el proceso de gestación se ha producido ya, como en el momento en el que la mujer se está intentando quedar embarazada y justo después de nacer el bebé, lo que conocemos como puerperio. En todo este momento, la violencia de género tiene un curso típico que nos ayuda a poder ver sus consecuencias de una manera general.

Una mujer que se queda embarazada, ¿lo vive de forma diferente si ha sido víctima de violencia de género?

Sí, sin duda. La mujer que ha sido víctima de violencia machista, dentro de la propia pareja, vive con un mayor riesgo de vulnerabilidad esta situación, sobre todo, por cómo afecta a su nivel de estrés. Hay que tener en cuenta que, en su caso, se ha visto alterada su capacidad para hacer frente a áreas importantes de su vida (una de ellas puede ser un embarazo), con el recrudecimiento de las sensaciones. Por tanto, la gestación puede suponer un aumento del malestar general y, en concreto, de los cuadros de ansiedad y depresión.

¿Qué problemas derivados de esta violencia pueden encontrarse estas mujeres durante la gestación?

Durante la gestación, puede haber varios problemas si una mujer es víctima de violencia de género, pues las consecuencias son casi siempre manifiestas en la realidad en la que viven estas mujeres. Los más fácilmente reconocibles, desde el punto de vista psicológico son:

  • La ansiedad y la depresión.
  • Procesos severos de estrés. En estos casos, la mujer está liberando mucho más cortisol materno del que se considera saludable y, en altas cantidades, puede llegar a ser perjudicial, ya no para ella, sino también para el bebé si consigue traspasar la barrera placentaria.

El estrés agudo y crónico que se relaciona a este cuadro de violencia, se asocia con problemas importantes para la salud, como afectaciones en el sistema inmunológico y las respuestas neuronales y neuroendocrinas.

Por último, en casos más graves, podemos ver cómo las mujeres que sufren violencia de género y, además, se quedan embarazadas, sufren un maltrato aún más acusado, pudiendo llegar a sufrir agresiones en la propia barriga. Esto es porque el maltratador percibe que ahora se está cuidando más e intenta atenderse a sí misma. En estos casos, las consecuencias entrarían dentro de la salud física, con golpes que pueden provocar rotura de membranas, desprendimiento de placenta y útero con sus propias consecuencias negativas para el transcurso del embarazo.

Por tanto, aún sintiéndose ya reconocida como víctima de violencia de género, en estos casos, ¿es necesario la búsqueda de apoyo profesional?

Siempre hay que buscar ayuda, se reconozca víctima o no. El problema de hacerlo, en la gran mayoría de los casos, son dos:

  1. La mujer no siempre se reconoce como víctima, ya que la mujer que sufre violencia machista, previamente ha sido anulada como persona y, además, maltratada psicológicamente. Es decir, vive de una manera en la que no tiene la visión de este problema, aunque desde fuera sea evidente.
  2. Y, en el caso de saberse víctima, tiene miedo de las consecuencias de pedir ayuda, no solo de las consecuencias que pueda conllevar, sino también de lo que llamamos el proceso de victimización, es decir, aquél en el que tiene que demostrar ser víctima.

Sin embargo, en nuestro país existen ya numerosos programas en los centros públicos que están preparados, no solo para ayudar y apoyar a las mujeres víctimas de violencia de género, sino también aquellas que están esperando un bebé.

Una vez ha nacido el bebé, durante el puerperio y postparto, donde sabemos puede aparecer un cuadro depresivo más o menos importante en la recién estrenada madre, ¿existe una mayor predisposición de estas mujeres a sufrir estos problemas de salud emocional?

También, sin duda. Existe un mayor riesgo de padecer, después del parto, consecuencias psicopatológicas, como puede ser la depresión o, por ejemplo, alteraciones en el vínculo que se debería desarrollar entre la madre y el bebé. Ten en cuenta que la madre debe desarrollar una intención que le es innata de asistir y proteger a su bebé recién nacido, pero si está sufriendo violencia de género y situaciones de estrés limitantes, este sentimiento afectivo se verá alterado.

Pero, además, hay otras consecuencias importantes a subrayar antes de llegar al postparto, que son:

  • La posibilidad de que el bebé nazca con bajo peso.
  • Y que se dé un parto prematuro o, incluso, un aborto espontáneo.
  • Un mayor número de hospitalizaciones de la madre.

Tres aspectos que, sin duda, tendrán también un gran efecto durante los primeros días y semanas de vida del bebé.

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