Marbella y Jimmy Mora

‘Fue expulsado de Bélgica cuando su hermana Fabiola se casó con el Rey Balduino. –Más que un Rey y una Reina parecen un escandaloso matrimonio de un cura y una monja. Eso sí, yo a la monja la quiero con toda mi alma-’

Jaime de Mora y Aragón
Alfonso Ussia

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Me cuentan que en Marbella no cabe una mosca. Esta Marbella de hoy, en verano, habría disgustado a sus dos grandes creadores. Jimmy Mora y Alfonso de Hohenloe. Sean Connery, Gunilla, los Choris y algunos más, son subalternos. De uno y de otro fui amigo, pero Jimmy Mora, además de amigo, era un ser especial, divertidísimo. –Mira, Alfonso, Kashogui es un tostón, pero trabajar para él es muy rentable, aunque yo todavía no sepa de qué trabajo-.

Vi a Jimmy por última vez en el Semon de Marbella, de María Vidal. Navegué en ‘El Giralda’ con Don Juan en su última singladura. Finales de agosto de 1992. De Cartagena a Almerimar, de ahí a Puerto Banús, de Marbella a Puerto Sherry y de allí, Guadalquivir arriba desde Bonanza a Sevilla. Coincidimos con Jimmy en Semon, vestido de motero, rebosado de collares y pulseras. Y la sobremesa resultó inolvidable. Pocos minutos antes Don Juan había pedido el salero. – Éste lenguado está soso-.

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Y Jimmy Mora apostilló: –Puede ser, Señor, pero soso, lo que se dice soso, mi cuñado Balduino-.

Don Juan pidió el salero. – Éste lenguado está soso-. Y Jimmy Mora apostilló. –Puede ser, Señor, pero soso, lo que se dice soso, mi cuñado Balduino-.

Tuvo un episodio vascular grave. Un infarto. Era el paciente menos disciplinado de la UVI. Se incorporaba con todos los cables para charlar con las enfermeras, que terminaron por darle por imposible. Y un día, vio en un rincón del espacio reservado para los sanitarios, un precioso uniforme de maestrante. – Un tipo con ese uniforme tiene que ser muy importante. ¿Quién la está diñando?–, preguntó a una enfermera. –Usted, don Jaime. Este uniforme lo ha traído un hermano de usted para amortajarlo-. –Pues que pedazo de mamón-. No fue “mamón” lo que dijo.

Jaime de Mora y Aragón©GettyImages
Jaime de Mora y Aragón junto a su hermana Fabiola de Bélgica (izquierda) y su esposa Margrit Ohlson (derecha).

A mí me llamaba con mucha extensión. “Alfonso, el juglar impávido-. Una noche, en San Sebastián, actuó Jimmy en el Real Club de Tenis, en Ondarreta, falda de Igueldo. Tocó el piano. Lo hacía bien sin alcanzar las cimas del virtuosismo. Pero el espectáculo llegó después de su actuación. Llevaba un látigo. Con aquel látigo hacía maravillas. Había cobrado del Tenis 50.000 pesetas por su actuación. – Ofrezco tres mil pesetas al que se atreva a ponerse de perfil con un cigarrillo en la boca para que yo lo parta por la mitad de un latigazo-. El riesgo era grande. Pero aquel año, mis notas no habían sido satisfactorias, mi padre me cerró el grifo y padecía de extremada falta de liquidez. Me ofrecí voluntario.

Mi terror era tan abusivo, que estaba paralizado. Me puse de perfil, encendí el cigarrillo, y esperé. A un milímetro de mi nariz pasó la sacudida de aquel látigo de cuero que Jimmy dominaba. Y la mitad del cigarrillo cayó el suelo sin lesionar mi, por aquel entonces, bello rostro. -¡Vaya con el impávido!-, exclamó entre los aplausos de mis amigos, que se sentían liberados de pagarme las copas con mis 3.000 pesetas ganadas con heroicidad. Y me dio 5.000. –Tres mil, porque era la apuesta, y dos mil más, porque tienes más narices – no dijo narices-, que el Caballo de Espartero-.

Jaime de Mora y Aragón©GettyImages

Siempre que bajaba a Marbella nos veíamos. Guardo por discreción y respeto muchas de las cosas y hechos que me dijo. Fue expulsado de Bélgica cuando su hermana Fabiola se casó con el Rey Balduino. –Más que un Rey y una Reina parecen un escandaloso matrimonio de un cura y una monja. Eso sí, yo a la monja la quiero con toda mi alma. El cura me mira regular-.

Fue el alma de esa Marbella que todos los que tienen más de cincuenta años añoran. Él y Alfonso de Hohenloe, un promotor del buen gusto y la medida. Y en este mes tan raro de agosto, merecen ser recordados. Creo que Marbella no ha sido con ellos ni justa ni generosa.

Jaime llevaba un látigo. Y con aquel látigo hacía maravillas. Había cobrado del Tenis de San Sebastián 50.000 pesetas por su actuación.

Fue amortajado con su uniforme. –Mira, si te entierran con un uniforme como el mío, y con todas las condecoraciones en su sitio, aunque la mayoría las haya comprado en el Rastro, el que abra mi ataúd se va a llevar un buen susto-.

Su alma vuela sobre Marbella, siempre sonriente.

Jaime de Mora y Aragón©GTres


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