El enigma de los vestidos de novia de Carolina de Mónaco, Noor de Jordania y Silvia de Suecia

Las tres 'royals' se casaron en los 70 con diseños de Marc Bohan para Dior. Casi un lustro después siguen marcando tendencia

Por María Calvo

Dior no solo es solo un referente en el mundo de la moda sino que también es el nombre elegido por muchas novias ilustres para caminar hacia el altar. Miranda Kerr, Melania Trump o, más recientemente, Karlie Kloss y Chiara Ferragni confiaron en las manos de sus legendarios directivos para hacer realidad su vestido más especial. Pero no solo el star system actual se pone en manos de la maison francesa en el día de su boda, tres icónicas royals también lo hicieron hace más de cuatro décadas, luciendo unos diseños que a día de hoy se resisten a pasar de moda.

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El 19 de junio de 1976, la catedral de Estocolmo acogía la gran Boda Real del rey Carlos XVI Gustavo de Suecia y la alemana Silvia Sommerlath. La elegante y futura Reina desveló el gran misterio de su vestido al aparecer ante el público sueco con un diseño en color marfil, una obra que confirmaba todo el potencial que escondían las manos del modisto Marc Bohan. Por aquel entonces, era el director creativo de Dior, sucediendo en el cargo a un jovencísimo Yves Saint Laurent, en quien el propio maestro Dior confió los mandos de la casa el mismo año de su muerte.

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El diseño pasó a la historia por la elegancia de su cuello a caja, mangas largas y unas líneas rectas alejadas de la ostentación. El vestido se entallaba a la cintura y se remataba en una larga cola, siguiendo unos patrones minimalistas que no han cedido hoy en día al paso del tiempo. Los trajes de los pajes y las damitas de honor también fueron obra del modisto Bohan. Por su parte, el velo bordado de encaje era una reliquia de la familia Bernadotte y se sujetaba por una imponente diadema de camafeos incrustados en oro rojo y perlas, regalo de la princesa heredera Josefina cuando se casó con el rey Óscar. En sus manos, un ramo de orquídeas blancas, ramitas de jazmín y lirios del valle, obra de la joven florista Marlene Pröpster.

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Corría el 15 de junio de 1978 cuando una americana de rubia melena se casaba con Hussein I para convertirse en la cuarta esposa del monarca y en la reina más querida de los jordanos. Todos la conocemos por la reina Noor, aunque su nombre de pila es Lisa Najeeb Halaby, y enamoró a la sociedad de la época gracias a esta elección nupcial orquestada, de nuevo, por las manos de Marc Bohan.

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El vestido de la reina de Jordania era una oda a la estética de los 70 y de gran modernidad para la época, algo que le ha hecho consevar su encanto por encima de los años y de las tendencias. De seda blanca, con mangas francesa abullonada y un remate de vainica, que adornaba también falda y escote, conseguía colarse entre las royal brides más especiales de todos los tiempos. Un estilismo sencillo que desprende juventud y completó con un tocado de flores blancas del que prendía un sencillo velo de tul. Además, eligió un ramo en cascada, algo que ha vuelto con fuerza esta temporada, formado por orquídeas blancas.

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Tan solo 13 días más tarde, el 28 de junio de 1978, todas las miradas giraron a Mónaco para ser testigos de un día grande en el seno de los Grimaldi. Una jovencísima Carolina de Mónaco se disponía a caminar hacia el altar por primera vez con tan solo 21 años. La Princesa inauguraba aquel verano del Principado sellando su amor con Philippe Junot en los Jardines del Palacio de Montecarlo, tras una breve ceremonia religiosa. Así, el estilo monegasco dejó una huella imborrable para la historia gracias al dos piezas nupcial más famoso de todos los tiempos, con permiso de Marta Ortega. Con una falda y una blusa, también firmadas por Marc Bohan para Christian Dior, la hija mayor de Grace Kelly huyó de los estilismos ostentosos, hasta tal punto que prescindió de cola. En su lugar, adornó su peinado con un original tocado que perfectamente se podría adecuar a una boda actual.

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Ante la atenta mirada de casi un centenar de personas que presenciaron la celebración, la princesa monegasca lució un cuerpo transparente de tul, con cuello a caja y mangas acampanadas, festoneadas y salpicadas con bordados de flores, a juego con la falda. También prescindió de las joyas llamativas, apenas un discreto collar, y consiguió potenciar el estilo bohemio de su look gracias a un tocado lateral de flores blancas del que prendía un sencillo velo de tul. Una solución fiel a las directrices de estilo de los años setenta que, sin embargo, resulta igualmente actual e inspiradora.