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Hay personas que son incapaces de aceptar una derrota, de reconocer que es otra persona la que ha ganado. Lo hemos visto recientemente con motivo de las elecciones presidenciales de Estados Unidos. Y por eso, nos hemos querido plantear qué factores influyen en el hecho de que una persona no sea capaz de reconocer que ha perdido.  “El principal factor es el sistema de creencias que la persona ha ido consolidando a lo largo de su vida. Una creencia es una idea acerca de algo a la que uno otorga completo crédito. Las creencias van acompañadas de un fuerte sentimiento de certeza acerca de su autenticidad, es decir, son las reglas de nuestra vida las cuáles consideramos que son inequívocas y que por ello utilizamos a diario para entender el mundo que nos rodea y poder desarrollarnos en él”, nos cuenta Miguel Ángel Garabal, psicólogo y miembro de Doctoralia, que apunta que es importante entender que nuestro sistema de creencias es el que va a determinar en gran medida el concepto que tenemos de nosotros mismos y nuestra identidad.

 

“Todas las personas tienen la necesidad de construir una identidad individual, sobre todo, por la sensación de seguridad y estabilidad que esa identidad les proporciona. Si nosotros tenemos un sistema de creencias y unos valores que se basan en ‘ser superiores o los mejores’ y los ponemos en práctica cada día, a medida que pasen los años, más aferrados estaremos a este sistema de creencias, es decir, acabarán convirtiéndose en nuestros valores, en nuestra identidad, e irán intensificando más nuestras emociones y aumentando nuestras conductas en la dirección de esas creencias. Es un mecanismo que se retroalimenta constantemente, y que puede llegar a consolidarse hasta el punto en que la persona pueda distorsionar la realidad por no querer aceptarla (lo que llamamos disonancia cognitiva)”, nos explica el experto, que añade que también juegan un papel fundamental en estos comportamientos factores como tener una baja tolerancia a la frustración, carecer de empatía o tener una falsa autoestima

 

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El problema de la falta de autocrítica

Le preguntamos al psicólogo si influye el hecho de ser personas que no son capaces de asumir que se cometen fallos, que no son perfectos, así como el no aceptar las críticas. Y, claro está, sí que es un factor que debemos tener en cuenta. “El extremismo y la falta de autocrítica es algo bastante habitual en personas que no admiten la derrota, no son capaces de establecer una relación causa-efecto porque viven en una realidad paralela que ellos mismos han creado para sentirse bien y que moldean a su gusto para evitar sentirse derrotados, es tan importante para ellos mantener su identidad y esa creencia de que son los mejores, o de que son invulnerables, que prefieren cerrarse ante toda evidencia que pueda hacer tambalear su sistema de creencias y su visión ante sí mismos. Es un mecanismo de defensa automático para evitar sentirse frustrados”, nos detalla el experto.

 

Tanto es así que podríamos decir que cuanta más extrema sea la necesidad de alimentar su falsa autoestima, más difícil será asumir derrotas o críticas negativas. “Aceptar la derrota supondría perder ese sentimiento de superioridad, y lo que es peor, ponerse a la altura de lo que durante mucho tiempo han despreciado, se convertirían en la diana de sus propias etiquetas negativas, la etiqueta de ‘perdedores’, esa etiqueta que solían poner a los demás”, nos cuenta.

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Vivir en un constante autoengaño

Podríamos, por lo tanto, afirmar que son personas que viven en un constante autoengaño. Miguel Ángel Garabal tiene claro que así es. “Sean personas aparentemente exitosas o no lo sean, se ha comprobado que este tipo de personas esconden tras de sí un mecanismo de falsa autoestima. Su propia inseguridad los ha llevado a crear una máscara ante sí mismos y ante los demás. Podríamos decir que, para no ahogarse en el mundo que les rodea, debido al peso de sus carencias, se ven obligados a utilizar 'flotadores', que pueden ser representados por posesiones, riqueza, éxito, el sentimiento de superioridad intelectual, el sentimiento de belleza, y muchas otras cosas efímeras que ayudan a sacar su autoestima a flote de forma rápida, puede que lo logren al menos por un tiempo, pero el problema es cuando esos flotadores pinchan al chocar con la realidad, ¿que nos encontramos entonces? Personas que no saben nadar, luchando para no hundirse en el gran océano de su inseguridad”, nos detalla el psicólogo.

 

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Los rasgos que los definen

¿Cuáles son los rasgos comunes de este tipo de personas que no son capaces de admitir que no han conseguido lo que se proponían? El psicólogo nos las define en las siguientes:

-Son personas que suelen necesitar una admiración excesiva y constante.

-Se sienten privilegiados, y a su vez, creen que merecen todos los privilegios, esperan que se reconozca su superioridad incluso sin logros que la justifiquen.

-Exageran los logros y los talentos.

-Suelen estar preocupados por fantasías acerca del éxito, el poder, la brillantez, la belleza, ser la pareja perfecta.

-Además, creen que son superiores y que solo pueden vincularse con personas especiales como ellos.

-Monopolizan las conversaciones y desprecian o miran con despectivamente a las personas que perciben como inferiores

-Sacan ventaja de los demás para lograr lo que desean.

-Tienen incapacidad o falta de voluntad para reconocer las necesidades y los sentimientos de los demás (falta de empatía).

-Envidian a los otros y creen que los otros los envidian a ellos.

-Se comportan con una arrogancia infalible, de forma autoritaria y altanera, dando una imagen de engreídos, jactanciosos y pretenciosos.

- Basan su vida en las cosas que alimentan su falsa autoestima, es decir, insisten en tener lo mejor de todo (por ejemplo, los más inteligentes, los más auténticos, el mejor coche, el mejor consultorio, etc.).

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 ¿Suelen tener problemas de relación con los demás?

En opinión del experto, obviamente, una persona que trata de imponer sus creencias al resto, suele ser una persona que causa conflictos. “Cuanto más absolutistas y aferradas sean sus creencias narcisistas mayor será el nivel de conflictos que cause. Para gestionar de forma sana cualquier conflicto entre dos personas es necesario que ambas partes traten de empatizar y de conseguir sus intereses siempre teniendo en cuenta los de la otra persona. Para una persona narcisista eso es algo muy complicado de lograr, ya que están tan ensimismados en su realidad, que carecen de empatía, solo piensan en su auto-beneficio, su patrón de actuación es precisamente pisar a los demás para sentirse mejores, o utilizarlos egoístamente para sus fines”, nos cuenta.

 

Así, matiza que a nivel laboral suelen ser personas altamente competitivas que, en general, no saben hacer equipo. Y es muy habitual que estas personas tengan relaciones de pareja tóxicas. Suelen emparejarse a menudo con personas con alto grado de dependencia emocional, ya que estas suelen tender a idealizarlos y les ayudan a alimentar sus delirios de grandeza.

 

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Una conducta aprendida

¿Este comportamiento es algo con lo que se nace o que se hace? Lo cierto es que aunque pueden existir factores hereditarios que predispongan a determinados tipos de personalidad, lo que es importante entender en opinión del experto es que toda conducta es aprendida, no basta un material genético por sí solo para consolidar una personalidad narcisista. “Las experiencias en la infancia y el vínculo con las figuras de apego (padres, tutores, etc.) juegan un papel fundamental en el origen de la mayoría de problemas psicológicos. A veces estas experiencias son tan marcadas a nivel emocional para un niño, que trastocan todas sus creencias vitales y sus patrones de conducta”, nos explica.

 

“Algunas teorías apuntan a que los narcisistas están buscando un amor perfecto e incondicional que no obtuvieron de sus padres, buscan la aprobación externa que no recibieron, no sentían que sus padres los consideraban valiosos y tuvieron que ingeniárselas para aprender a desarrollar algún mecanismo que les conceda ese sentimiento de valía que todos necesitamos, aunque sea en forma de auto-suministro o haciendo trampas para que los demás los valoren a toda costa. Otras teorías apuntan a que existen personas narcisistas que han podido simplemente calcar la personalidad de alguno de sus progenitores o de alguna figura narcisista de trascendencia en su infancia, al fin y al cabo, las personas suelen aprender a vivir en el mundo copiando lo que ven de los demás (aprendizaje vicario)”, nos detalla el psicólogo, que apunta que si además de aprender del narcisismo de ciertas personas, no hemos aprendido a desarrollar la empatía, será más fácil que nuestras conductas resulten más narcisistas aún si cabe, y si no aprendemos a construir una autoestima sana, es más probable que intentemos lograr nuestras metas por el camino que aparentemente es más simple, la ostentación de poder, aunque sea inmerecido. 

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¿Se puede modelar este tipo de personalidad?

Una vez que conocemos cuáles son los rasgos que os definen, nos preguntamos cuál sería la solución para intentar evitar este comportamiento en una persona. En opinión del colaborador de Doctoralia, el problema real es que cada día existen más personas con este tipo de comportamientos, muchos son los autores que afirman que los valores que se están poniendo de moda en la sociedad actual nos están conduciendo a un narcisismo generalizado de la población. “Algunos políticos, deportistas, participantes de programas de televisión o artistas famosos sirven como ejemplos, y así es, que después nos encontramos con niños de ocho años que no toleran la frustración, que no admiten el fallo, que manipulan y abusan; adolescentes que están obsesionados por destacar queriendo conseguir resultados sin importar los medios, adultos que solo valoran los aspectos superficiales de los demás; y en general, personas que no dudan en despreciar, manipular, explotar y maltratar a sus iguales para su propio beneficio”, nos explica.

 

 Por eso, en su opinión, la mejor de las soluciones es educar a las nuevas generaciones de una forma más sana. “Es recomendable mostrarles cariño y afecto de manera incondicional, pero a su vez, no sobrevalorar sus capacidades, ni verlos como si fueran superiores a los demás, ya que eso puede fomentar los delirios de grandeza. Es necesario que aprendan a aceptarse completamente, con sus aptitudes y sus limitaciones, y así no desarrollarán una imagen distorsionada de sí mismos. Elogiarlos es algo correcto y necesario, pero es importante hacerlo de una manera coherente y proporcionada”, nos recomienda, y añade que es muy importante enseñarles con nuestro propio ejemplo a experimentar emociones como la empatía, la compasión y el respeto por los demás, y, sobre todo, educarles en valores de cooperación dejando de lado la competitividad. “Es necesario que entiendan que todos somos iguales, que no tienen por qué existir privilegios para nadie, que todas las personas tienen virtudes y defectos y que todos tenemos los mismos derechos y merecemos el mismo respeto. Otra cosa muy importante es enseñarles a tolerar la frustración ante las cosas que no pueden conseguir, hacerles entender que la perfección no existe, el error no es algo negativo, equivocarse es la mejor oportunidad para aprender, además, deben tener claro que no es bueno hacer trampas o mentir. Es fundamental explicarles que obsesionarse con los errores o con la victoria impide disfrutar realmente de las cosas que hacemos”, nos dice.  

 

¿Y en el caso de los adultos? En adultos, los principios a seguir serían similares, pero siempre teniendo en cuenta que en ellos esos aprendizajes ya están muy arraigados y va a ser muy complicado que acepten reeducarse. “En ese caso, una buena conducta para evitar alimentar su narcisismo es dosificar la atención que les prestamos, no deben sentir que son el centro de atención ni debemos ensalzarlos, y debemos intentar que respeten los derechos del resto de personas”, sugiere.

 

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