Envejecer con calidad de vida, con serenidad y plenitud no es solo cuestión de genética o hábitos físicos: el bienestar psicológico juega un papel crucial en ese camino hacia la madurez. Por eso, la práctica del mindfulness, esa atención plena que nos conecta con el presente, puede convertirse en una herramienta poderosa para ayudarnos a afrontar retos como los que plantea el deterioro cognitivo, pero también a regular las emociones. ¿Cómo influye realmente esta técnica en nuestro cerebro y nuestras relaciones a medida que envejecemos?
Bienestar psicológico en la madurez
Como anticipamos, lo cierto es que hay una relación estrecha entre el bienestar psicológico y el proceso de envejecimiento. “Estos dos aspectos están muy relacionados. Mantener un bienestar psicológico (estado afectivo positivo, sentido de propósito, bajos niveles de estrés y ansiedad) es un factor protector relevante en el envejecimiento. Se asocia con mejor salud física, mayor resiliencia ante pérdidas (duelos) y mejores resultados cognitivos en la vejez. Por el contrario, el estrés crónico y la depresión incrementan el riesgo de deterioro cognitivo y enfermedades cardiovasculares”, nos cuenta Ana Sierra, psicóloga y colaboradora de Petit BamBou.
Es ahí cuando nos preguntamos de qué forma puede el mindfulness retrasar o mitigar el deterioro cognitivo asociado al envejecimiento. En opinión de la experta, el mindfulness puede ayudar como intervención no farmacológica. Es un aliado en la reducción del estrés, la mejora la calidad del sueño y, además, facilita la regulación emocional a todas las edades. Eso sí, según la experta, hay que tener en cuenta que en estos momentos, aunque la evidencia es prometedora, no se puede asegurar que por sí solo frene de forma contundente la progresión a demencia. "Pero sí ofrece beneficios funcionales evidentes asociados a su práctica diaria combinada con la terapia farmacológica”, comenta.
Lo cierto es que la ciencia sigue estudiando esta relación entre el mindfulness y una madurez con más calidad de vida. La experta nos confirma que existen datos preliminares, con estudios de neuroimagen y biomarcadores que muestran cambios en conectividad, grosor cortical y algunos marcadores biológicos asociados a la práctica meditativa, lo que sugiere que su práctica puede tener posibles mecanismos neuroprotectores. Pero matiza que, a día de hoy, no se tiene aún una evidencia clínica robusta para afirmar que la práctica de esta disciplina reduzca el riesgo de enfermedad neurodegenerativa. Se requieren ensayos a largo plazo.
Sin embargo, la experta considera que la implantación de programas preventivos de meditación y mindfulness darán más respuestas en los próximos años. Y hace un matiz que considera importante: “Que no exista evidencia clínica no significa que no funcione, sino que aún no se investigó, no hay suficientes estudios al respecto para afirmarlo”.
Los adultos mayores pueden beneficiarse en muchos aspectos: regulación emocional, aceptación, calidad de vida y algunos aspectos de atención
Practicar 'mindfulness' en función de la edad
La edad también influye, y por eso es importante saber si hay diferencias en los beneficios que puede aportar el mindfulness entre adultos jóvenes y mayores. Aunque puede ser una buena alternativa a todas las edades, Ana Sierra nos explica que existen matices:
- En el caso de los adultos jóvenes y de mediana edad, se ven rápidamente los efectos positivos en aspectos como la atención sostenida o la reducción de ansiedad y la plasticidad funcional (adaptación y organización) es más evidente.
- Mientras, los adultos mayores pueden beneficiarse en muchos aspectos: regulación emocional, aceptación, calidad de vida y algunos aspectos de atención. Pero las mejoras cognitivas tienden a ser más modestas. Las adaptaciones en su práctica -como puede ser aplicar sesiones más cortas, el movimiento suave o adaptaciones sensoriales- aumentan los beneficios en mayores, así como su adherencia, es decir, el grado en que una persona sigue, mantiene o cumple con el entrenamiento o la rutina.
Entrenar la atención plena
Tenemos, por tanto, trabajo por hacer, pues la atención plena se puede entrenar con el objetivo de mejorar las relaciones sociales y familiares en la madurez. La psicóloga lo tiene claro: “Por supuesto. El entrenamiento en mindfulness promueve mayor presencia, escucha activa, regulación emocional y reducción de la reactividad, es decir, se responde con menos intensidad, menos impulsividad o menos automatismo ante un estímulo interno (pensamiento, emoción, dolor) o externo (una crítica, un problema, un imprevisto). Esto mejora la comunicación y disminuye los posibles conflictos. Los mayores ‘practicantes’ reportan menos soledad, mayor autoaceptación y mejoras en la percepción de las relaciones tras programas grupales, en parte, porque socializan en ellos”.
'Mindfulness' para envejecer con más calidad de vida
Teniendo todo esto en cuenta, la experta nos confirma que el mindfulness puede ayudarnos a envejecer con mayor calidad de vida, y lo hace a través de varios caminos:
- Reducción del estrés crónico (mejor calidad de sueño, menos cortisol).
- Mayor regulación emocional frente a pérdidas y cambios.
- Fortalecimiento de la atención y capacidad para realizar actividades complejas de la vida diarias.
- Promoción de hábitos saludables (actividad, alimentación más consciente).
- Apoyo social si se practica en grupo.
- Mejora del sentido de propósito y aceptación.
“Estos efectos combinados mejoran su calidad de vida, aunque la magnitud varíe según la persona y el formato de intervención”, indica.
La práctica de 'mindfulness' mejora la tolerancia a la incertidumbre y la capacidad de observación sin juicio, dos aspectos que ayudan a modular la angustia ante cambios del cuerpo y el rol social
Una ayuda para afrontar los cambios físicos y emocionales
Pero es que sus ventajas cuando se van pasando páginas del calendario no se quedan ahí. De hecho, el mindfulness puede influir en la forma en que afrontamos los cambios físicos y emocionales propios de la edad. “Su práctica favorece la aceptación activa, es decir, sin resignación ni lucha contra lo inevitable, lo que facilita afrontar pérdidas funcionales (rendimiento general, del movimiento, sensoriales, sexuales…), el manejo del dolor crónico y ajustes psicológicos”, nos explica.
Además, en su opinión, mejora la tolerancia a la incertidumbre y la capacidad de observación sin juicio, dos aspectos que ayudan a modular la angustia ante cambios del cuerpo y el rol social que pueden acompañarnos a medida que transitamos hacia la madurez. La práctica se evidencia en mayor participación en actividades significativas.
Efectos del 'mindfulness' en la memoria
No podemos perder de vista que la práctica regular del mindfulness también puede tener una influencia relativa sobre la memoria, la concentración y otras funciones cognitivas en la madurez. La experta nos explica que hay estudios que constatan que se pueden apreciar pequeñas o moderadas mejoras en aspectos como la atención sostenida y el control inhibitorio, pero también cierta estabilización o ligero aumento en la memoria de trabajo y velocidad de procesamiento. “Esto puede parecer poca ganancia, pero es mucha en esa etapa de la vida. La práctica diaria de 20–30 minutos parece más efectiva que intervenciones breves. Es importante tener en cuenta que algunos ensayos grandes no muestran efectos cognitivos claros, por lo que conviene ver el mindfulness como parte de un paquete, que incluya actividad física, nutrición, sueño y estimulación cognitiva, para optimizar la función cognitiva”, nos detalla.
Cambios visibles en la madurez
La experta nos explica que lo que es un hecho es que se pueden observar cambios en personas mayores que incorporan la atención plena como parte de su estilo de vida. Tal y como nos explica, en la clínica y en estudios cualitativos se observa con frecuencia:
- Mayor calma y menor reactividad emocional.
- Mejor calidad de sueño y reducción de síntomas ansiosos/depresivos leves.
- Mayor aceptación de limitaciones físicas y mejor manejo del dolor.
- Aumento de la sensación de conexión social (especialmente si practican en grupo).
- Pequeñas mejoras en atención y velocidad de procesamiento en tareas específicas.
- Mayor adherencia a rutinas saludables.
“Todos estos cambios mejoran el bienestar global y la percepción de calidad de vida, aunque varían según motivación, salud de base y apoyo social”, concluye.