Qué significa tener éxito en la vida, según la psicología
El éxito no tiene una fórmula única ni significa lo mismo para todos. Para algunos, es alcanzar metas profesionales; para otros, cultivar relaciones sanas o disfrutar de una vida equilibrada. La psicóloga Carolina Jiménez nos explica cómo definirlo en tus propios términos y dar pasos reales para lograrlo.
El concepto de éxito es tan personal como la propia huella dactilar. Para algunas personas, significa construir una familia estable; para otras, alcanzar una meta profesional, disfrutar de una vivienda propia o disponer de ingresos que les permitan viajar y vivir nuevas experiencias. Según explica la psicóloga Carolina Jiménez, de Mundopsicologos.com, no existe una única definición: “Podemos tener éxito en un área de la vida y sentirnos carentes en otra. Todo depende de nuestras prioridades y de las creencias que hemos heredado de nuestra infancia y de nuestros padres”.
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En este sentido, alcanzar las metas no solo requiere objetivos claros, sino también recursos externos —como el apoyo familiar o la estabilidad económica— y herramientas internas, como la perseverancia, la tolerancia a la frustración o la capacidad para recomponerse después de un fracaso.
¿Por qué es importante la resilencia para el éxito?
Alcanzar cualquier objetivo requiere una combinación de factores. Por un lado, los recursos externos, como el apoyo de la familia, la disponibilidad de tiempo, los contactos profesionales o la estabilidad económica. Por otro, las herramientas internas, que son las que nos permiten avanzar incluso en condiciones menos favorables: perseverancia, resiliencia, capacidad de adaptación y tolerancia a la frustración.
Carolina Jiménez subraya que estas habilidades no siempre son innatas, sino que pueden entrenarse con el tiempo. Un ejemplo claro es la resiliencia: aprender a recomponerse después de una pérdida o un fracaso puede marcar la diferencia entre seguir intentándolo o renunciar.
¿Cómo influye la motivación en el éxito?
En este camino, la motivación es un motor esencial, y la experta distingue dos tipos. La motivación intrínseca es la que nace de intereses personales y valores propios: aprender un idioma, sumergirse en otra cultura, escribir un libro o desarrollar una habilidad artística simplemente por placer o satisfacción personal. La motivación extrínseca, en cambio, se orienta a recompensas externas, como recibir un ascenso, obtener un reconocimiento público o alcanzar un determinado nivel económico.
Ambas son válidas y pueden coexistir. Sin embargo, la clave está en mantener un equilibrio. Si todo depende de la motivación externa, corremos el riesgo de perder el impulso cuando las recompensas no llegan tan rápido como esperamos. Por el contrario, si solo nos guiamos por la motivación interna, podemos descuidar oportunidades que requieren competir y destacar ante otros.
La psicóloga recalca que la autoestima es el punto de partida. Confiar en nuestras propias capacidades es esencial para dar los pasos necesarios hacia cualquier meta. Esto incluye revisar experiencias del pasado que puedan haber dejado miedos o inseguridades, y cuestionar creencias limitantes que nos impiden avanzar.
En este trabajo, la conexión con el “niño interior” —esa parte de nosotros que guarda las primeras experiencias, sueños y heridas— puede ayudar a desbloquear emociones y miedos arraigados. Un ejemplo: si de pequeños recibimos mensajes como “eso es muy difícil para ti” o “no lo vas a conseguir”, es probable que de adultos dudemos más de nuestras capacidades, incluso cuando tenemos las herramientas necesarias.
¿Por qué es importante disfrutar del camino?
La frase popular “querer es poder” encierra un mensaje inspirador, pero Jiménez advierte que no siempre se cumple tal cual. La autoexigencia excesiva puede volverse en contra, generando frustración y agotamiento. Saber cuándo parar, descansar y ajustar el plan no es un signo de debilidad, sino de inteligencia emocional.
“El éxito también implica disfrutar del camino, no solo del resultado. Si todo el proceso está lleno de tensión, el coste emocional puede ser demasiado alto”, señala. Por eso, aprender a dosificar el esfuerzo y aceptar que los tropiezos forman parte del aprendizaje es una actitud que protege nuestra salud mental y aumenta las probabilidades de llegar a la meta.
¿Cómo nos afecta lo vivido?
El entorno en el que crecemos influye más de lo que imaginamos en nuestra definición de éxito. Las expectativas familiares, la educación recibida y el ejemplo de nuestros padres actúan como un molde que condiciona nuestras aspiraciones. Algunas personas mantienen una lealtad inconsciente a esas creencias, mientras que otras las revisan y rompen para construir un concepto propio.
Por ejemplo, alguien que creció en un entorno donde el éxito se medía por la estabilidad económica y un empleo seguro puede, de adulto, optar por un camino más creativo o arriesgado, desafiando esa definición heredada.