¿Y si un buen antídoto contra el desánimo que produce una enfermedad como el párkinson estuviera sobre un escenario? Un estudio pionero liderado por la Universitat Oberta de Catalunya (UOC) y el Hospital de Sant Pau de Barcelona revela que el teatro no solo emociona: también mejora el bienestar emocional de las personas con párkinson. Talleres, funciones y mucha empatía han demostrado ser una receta inesperada —y poderosa— para combatir la ansiedad, la depresión y el aislamiento. ¿Quién dijo que las artes no curan?
Los resultados del estudio "Efficacy of a theatre-based intervention in patients with Parkinson's disease" (2025), publicado en la revista Arts & Health, han evaluado por primera vez los efectos combinados de la participación activa y pasiva en actividades teatrales sobre la salud emocional y cognitiva y la calidad de vida de estos pacientes con enfermedad de Parkinson. Cada año, unas 10.000 personas son diagnosticadas en España de este trastorno neurodegenerativo. Por eso, conocer las claves para poder mejorar la calidad de vida de los pacientes es un reto para la comunidad científica.
La carga emocional disminuyó significativamente tras cada taller, lo que refuerza el valor del teatro como herramienta para canalizar emociones.
Cómo se llevó a cabo el estudio
Participaron 34 pacientes con párkinson de entre 50 y 75 años, divididas en dos grupos: uno asistió a una programación teatral de tres meses en el Teatre Lliure de Barcelona que incluía funciones, talleres prácticos y una visita guiada; el otro llevó a cabo ejercicios de estimulación cognitiva en casa. Tras llevar a cabo la muestra, los resultados son concluyentes en el plano emocional. Así, aquellos pacientes que participaron en la intervención teatral experimentaron una mejora en su bienestar emocional, mientras que esta mejora no se observó en el grupo que hizo estimulación cognitiva en casa. Además, tanto los participantes del grupo teatral como los del grupo de estimulación cognitiva redujeron sus niveles de depresión y de ansiedad, lo que sugiere que ambas actividades contribuyen a la mejora de la sintomatología del estado de ánimo, aunque por vías diferentes.
De todos los datos extraídos, el impacto más inmediato se observó en quienes asistieron a los talleres teatrales grupales: según las escalas administradas antes y después de cada sesión, la carga emocional disminuyó significativamente tras cada taller, lo que refuerza el valor del teatro como herramienta para canalizar emociones.
Las artes como complemento a los tratamientos farmacológicos
"Las actividades grupales pueden ayudar a reducir la sensación de aislamiento, fomentar conexiones emocionales entre los participantes e incrementar la empatía al reconocer que otras personas comparten experiencias similares al afrontar los retos de la enfermedad", apuntan los autores en las conclusiones del estudio. En esta misma línea, "la mayoría de los participantes informó de que trabajar en grupo aumentó su sensación de apoyo social como pacientes".
Las conclusiones del artículo no hacen sino confirmar que las actividades artísticas, y en especial las teatrales, representan una herramienta prometedora como complemento a los tratamientos farmacológicos, difícilmente efectivos ante síntomas como la apatía, la anhedonia o el aislamiento emocional. La investigación sigue la línea marcada por la Organización Mundial de la Salud (OMS), que desde 2019 recomienda las artes como parte de las "recetas sociales" para mejorar la salud y el bienestar.
Las actividades artísticas, y en especial las teatrales, representan una herramienta prometedora como complemento a los tratamientos farmacológicos
Hemos tenido la ocasión de hablar sobre ello con Marco Calabria, profesor de los Estudios de Ciencias de la Salud e investigador de la unidad de investigación sobre salud digital, salud y bienestar de la UOC.
¿Cómo surgió la idea de investigar el impacto del teatro en personas con párkinson?
Empezó con una colaboración institucional entre el Teatre Lliure y la Universitat Oberta de Catalunya con el objetivo de empezar una línea de investigación en el ámbito de las artes en salud. A partir de una primera fase de cocreación con diversos profesionales y de incorporar la necesidad de evaluar los beneficios de las artes en salud, empezamos a revisar la literatura. Detectamos que no había mucha investigación en los beneficios del teatro en párkinson, así que incorporamos el Hospital de Sant Pau como colaborador del proyecto. Allí teníamos una colaboración previa con la Unidad de Trastornos del Movimiento y fue así que se trianguló la sinergia entre salud, arte, y academia.
¿Por qué cree que esta es una línea de investigación poco explorada hasta ahora?
Hay pocos estudios sobre los beneficios de teatro en enfermedades neurodegenerativas que los hayan valorado con pruebas clínicas y que hayan comparado los beneficios con otras intervenciones. Son estudios que requieren la expertise de muchos profesionales como los de la salud, investigación, y arte/cultura. Requieren recursos tanto de personas como económicos que no siempre están disponibles.
¿Qué ha sido lo que más les sorprendió de los resultados?
Lo que encontramos, y que no era tan esperado al inicio del estudio, es que los participantes se habían beneficiado de la experiencia a nivel de apoyo social. Casi todos, en la sesión grupal final de cierre, comentaron que habían encontrado un espacio seguro, nuevas amistades, y se sentían con una red social más fuerte.
Solemos fijarnos en los síntomas físicos más evidentes de las personas con enfermedades como el párkinson, pero tal vez olvidamos la parte más emocional, ¿debemos cambiar esa perspectiva?
Tradicionalmente es una enfermedad que se ha asociado con los trastornos del movimiento, pero ahora sabemos que puede afectar varios ámbitos, como el cognitivo y el emocional. Es importante, tanto en la evaluación como en el tratamiento, tener en cuenta de todos los aspectos y de los cambios que se puede producir a lo largo de la enfermedad, ya que puede variar en cada uno de ellos.
¿Cuáles son los principales cambios que observaron en los pacientes, desde el punto de vista emocional?
Hay dos medidas que cambiaron. A corto plazo, había un beneficio con una mejora de la carga emocional después de las sesiones. Es decir, después de las sesiones presenciales en artes escénicas se sentían más aliviados y con sensaciones más positivas. A largo plazo, es decir, al final del programa de actividades, hemos detectado una disminución de ansiedad y un bienestar emocional generalizado.
Las actividades más participativas en las que los participantes experimentaban con el cuerpo y la expresión daban más beneficios directos.
¿Qué relevancia tiene que la mejora emocional se diera específicamente tras los talleres teatrales?
Nos sugiere que las actividades más participativas en las que los participantes experimentaban con el cuerpo y la expresión daban más beneficios directos. Esto es importante para tenerlo en cuenta cuando se diseñan actividades de prescripción social como esta o intervenciones basadas en artes en salud.
¿Piensa que este tipo de intervención podría aplicarse también a otros trastornos neurológicos o de salud mental?
En principio, se puede aplicar a cualquier situación en que las personas experimentan un malestar emocional, sea clínicamente diagnosticado, como en aquellos casos que no está relacionado a una patología en concreto. Es más, son actividades que se puede implementar para mejorar el bienestar de la población general.
¿Cómo describiría la actitud de los participantes durante el programa? ¿Hubo transformaciones visibles en su forma de relacionarse o expresarse?
La actitud fue muy positiva porque se crearon relaciones entre participantes y se sintieron parte de un grupo. Todos lo valoraron como una experiencia única, también aquellos que no habían ido nunca al teatro antes de empezar el estudio. Además, las ganas de compartir con los demás fue aumentando y al final del estudio las personas estaban más dispuestas a hablar de sus vivencias.
Se puede aplicar a cualquier situación en que las personas experimentan un malestar emocional, sea clínicamente diagnosticado, como en aquellos casos que no está relacionado a una patología en concreto
La OMS recomienda el uso de las artes como parte de las “recetas sociales” para mejorar la salud y el bienestar. Este es un pequeño paso, pero puede significar una puerta abierta a la esperanza para estos pacientes, ¿verdad?
Hay muchas iniciativas en este sentido y hay que visibilizarla para que se puedan estructurar en programas al servicio de las personas. El objetivo final es que se incorporen dentro de la cartera de salud como intervenciones complementarias para la mejora de la salud mental y el bienestar.
¿Piensa que estas iniciativas abren la puerta a una medicina más humana, expresiva y empática?
Seguramente. El personal sanitario está cada vez más dispuesto a aprender e involucrarse en este tipo de iniciativas y esto es bueno. Hay que continuar y sensibilizar sobre la importancia de las artes y la cultura como herramienta para el bienestar de las personas.