¿Cuántas veces nos hemos preguntado: “¿Soy feliz?” Todas buscamos la felicidad, y muchas veces lo hacemos de una forma que parece inalcanzable. Cuando pasas los 40, o peor aún, los 50 —esa cúspide que tanto nos cuesta— te replanteas muchas cosas, y entre ellas, si realmente eres feliz. En este vaivén de cambios que es la menopausia, esta maravillosa emoción parece inalcanzable. ¿Y si el verdadero cambio no estuviera en lo que el cuerpo deja de hacer, sino en lo que la mente empieza a integrar?
Hoy, gracias a los avances en neurociencia y salud femenina, sabemos que la menopausia no tiene por qué ser una etapa de declive, sino una oportunidad biológica para la claridad, la autenticidad, la sabiduría y la calma.
La felicidad en esta etapa no es un mito ni una casualidad. Es una posibilidad concreta, con fundamentos científicos
¿Qué es la felicidad?
Aunque parezca un concepto abstracto, la ciencia ha conseguido ayudarnos a definirla desde una perspectiva subjetiva. Podríamos distinguir dos tipos de felicidad: la felicidad hedónica, que se basa en la búsqueda del placer y la ausencia de dolor; y, por otro lado, la felicidad eudaimónica, que surge de tener un propósito, vivir con sentido y alcanzar la autorrealización.
Ambas formas de felicidad se reflejan en nuestro cerebro a través de diferentes neurotransmisores: la dopamina, que nos motiva y nos da energía para actuar; la serotonina, que regula el estado de ánimo, el apetito y el sueño; el GABA, que aporta calma al reducir la ansiedad; y la oxitocina, que facilita la conexión emocional y los vínculos sociales. ¿Te suenan? Justamente son lo opuesto a lo que suele ocurrir durante la transición a la menopausia.
Estos neurotransmisores pueden verse alterados en la perimenopausia debido a la neuroinflamación y al desequilibrio hormonal. Sin embargo, diversas prácticas pueden favorecer su regulación y abrir la puerta a una experiencia de bienestar más profunda y sostenida.
La felicidad en la menopausia: ¿es posible?
Durante décadas, la menopausia ha sido retratada como una etapa de declive, pérdida de atractivo, vitalidad y propósito. Esta visión no solo ha impregnado el imaginario colectivo, sino que también ha calado en la experiencia emocional de millones de mujeres, generando miedo, confusión y rechazo hacia un proceso biológico natural.
Hoy, gracias al avance de la investigación y a una nueva conciencia femenina, sabemos que la menopausia puede ser un momento de despertar profundo. Durante mucho tiempo se asumió que la bajada de las hormonas sexuales —estrógenos y progesterona— era la causa principal de los cambios en el estado de ánimo y la función cerebral. Sin embargo, estudios recientes —como los de Lisa Mosconi y otros publicados en Nature Reviews Endocrinology— muestran que los primeros cambios pueden originarse a nivel cerebral, incluso antes de que los niveles hormonales en sangre reflejen una bajada significativa.
No se trata de negar las dificultades que pueden aparecer —síntomas físicos, alteraciones del sueño, inestabilidad emocional—, sino de ampliar la perspectiva. El discurso empieza a cambiar: una vez atravesada la fase más inestable, muchas mujeres reportan una mayor claridad mental, menos autoexigencia, más autenticidad y una renovada capacidad para tomar decisiones alineadas con sus verdaderos deseos.
Al cesar el ciclo menstrual y, con ello, parte de la presión reproductiva y social, muchas mujeres experimentan una liberación emocional que abre espacio al autoconocimiento, la creatividad y el propósito
Un tránsito donde el cuerpo y la mente se reconfiguran, no para deteriorarse, sino para priorizar lo esencial. La felicidad, en este contexto, deja de ser una búsqueda externa para convertirse en una construcción interna: más consciente, más madura y, sobre todo, más libre.
Neurociencia del propósito, la conexión y el bienestar en menopausia
Durante la menopausia, muchas mujeres sienten que pierden referencias externas. Roles que antes daban sentido —madre, pareja, profesional exigente— empiezan a moverse o incluso a diluirse. Y es ahí donde puede emerger una pregunta que lo cambia todo: ¿Para qué estoy hoy aquí? Nuestro propósito va más allá del rol: somos las que transmitimos la vida, los valores… y las que sostiene a la cultura. La ciencia ha empezado a mirar esa pregunta con otros ojos.
Se sabe que tener un propósito vital claro activa zonas del cerebro que regulan el bienestar y la motivación. Y no solo eso: reduce inflamación, mejora la respuesta al estrés y nos protege a largo plazo
La conexión también importa. Con una misma, con otras mujeres, con la vida. Esa sensación de pertenecer, de compartir, de no estar sola en el tránsito. Es más que emoción: es neuroprotección. La soledad pesa en el cuerpo, pero el vínculo —cuando es genuino— aligera el alma.
La gratitud, lejos de ser una moda, se está estudiando como un recurso terapéutico. Mejora la regulación emocional y favorece la plasticidad del cerebro. Algo muy valioso en esta etapa de reconfiguración.
Investigadoras como Gerianne Alexander explican que el cerebro femenino cambia estructuralmente en la menopausia. No es un fallo: es una transformación. Y si acompañamos ese proceso con sentido, conciencia y hábitos que nos sostengan, podemos recuperar algo que creíamos perdido: la alegría de estar en nosotras.
Factores que promueven la felicidad en la menopausia: tips para integrar en tu día a día
- Prioriza el triptófano: Este aminoácido es precursor de la serotonina. Incluye alimentos como huevos, pavo, salmón, semillas de calabaza y plátanos. Mejoran el ánimo y ayudan a regular el sueño.
- Activa tu dopamina con logros pequeños: La dopamina se estimula con recompensas y metas cumplidas. Crea rutinas con pequeñas tareas diarias alcanzables y celébralas: hacer la cama, caminar 15 minutos, tachar pendientes.
- Haz ejercicio físico regularmente: El movimiento activa múltiples neurotransmisores (dopamina, serotonina, endorfinas). Elige actividades que disfrutes: bailar, nadar, caminar al aire libre o yoga dinámico.
- Exposición matinal al sol: La luz solar directa por la mañana estimula la serotonina y regula tu ritmo circadiano. Intenta salir a pasear sin gafas de sol durante al menos 15 minutos cada mañana.
- Incluye omega-3 en tu alimentación: Favorece la plasticidad neuronal y la producción de neurotransmisores. Consúmelo en forma de pescado azul pequeño, semillas de lino, nueces o suplementos de calidad.
- Evita los picos de glucosa: El azúcar en exceso puede alterar los niveles de serotonina y aumentar la irritabilidad. Combina los carbohidratos con proteínas y grasas buenas para mayor estabilidad emocional.
- Apoya tu intestino (tu segundo cerebro): La microbiota produce más del 90 % de la serotonina periférica. Fermentados, prebióticos y fibra vegetal favorecen la síntesis natural de neurotransmisores.
- Duerme bien: El sueño profundo permite la regeneración cerebral y la reposición de neurotransmisores. Evita pantallas antes de dormir y cena temprano para favorecer tu ritmo circadiano.
- Conecta socialmente (aunque no te apetezca): Las relaciones positivas activan oxitocina, dopamina y serotonina. Un mensaje, una llamada, o tomar un café con alguien pueden marcar la diferencia.
- Ríe y rodéate de placer cotidiano: La risa, el arte, la música, el contacto físico o mirar algo que te emocione activan redes de recompensa que favorecen tu equilibrio emocional y tu motivación.
REFERENCIAS
- MOSCONI, Lisa. El cerebro XX: Una guía para mejorar la salud cerebral y prevenir el Alzheimer en la mujer. Océano, 2021. https://www.perlego.com/es/book/3810839/el-cerebro-xx-una-gua-para-mejorar-la-salud-cerebral-y-prevenir-el-alzheimer-en-la-mujer-pdf
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