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mujer leyendo relajada en una hamaca en el campo© Adobe Stock

Psicología

Aleix Hidlebrandt, profesor de Psicología, explica por qué tenemos estrés en vacaciones: "Aparece un vacío"

Hay personas que enferman cuando empiezan las vacaciones o que el descanso estival les produce inquietud y nerviosismo. ¿Por qué ocurre?


27 de junio de 2025 - 18:00 CEST

Con la llegada del verano, muchas de nosotras esperamos encontrar en las vacaciones un bálsamo para el estrés acumulado. Sin embargo, cada año, psicólogos y profesionales de la salud mental observan un fenómeno recurrente: personas que enferman al empezar sus vacaciones, que no logran descansar o que incluso discuten más durante los días de desconexión. ¿Qué ocurre realmente en nuestro cerebro cuando intentamos parar? ¿Y cómo influye el calor en nuestro bienestar psicológico? El cuerpo y la mente se han sostenido artificialmente durante meses. Al relajarse, el sistema inmunitario baja la guardia. Vivimos tan activados que descansar puede generar culpa, incomodidad o incluso ansiedad. “Aprender a parar requiere entrenamiento psicológico”

Para conocer todos los detalles de por qué nos estresamos tanto en vacaciones, hablamos con Aleix Hidlebrandt, profesor de psicología de la salud en la Universidad Carlemany, en Andorra. Este experto nos da todas las claves para que, por fin, este verano sí podamos desconectar y descansar. 

mujer sonriente tocando su cabello en la playa© Getty Images

Más estrés en vacaciones

Durante el año vivimos en un estado constante de actividad. Nuestro cerebro se adapta a ese ritmo: produce cortisol (la hormona del estrés), se acostumbra a estar en alerta y activa redes neuronales ligadas al pensamiento lógico, la resolución de problemas y la planificación. Pero cuando llega el momento de parar, ese mismo cerebro no sabe muy bien qué hacer con tanto espacio libre.

Lo que ocurre es que las redes cerebrales relacionadas con el descanso y la introspección —como la Red Neuronal por Defecto (RND)— necesitan tiempo y práctica para activarse plenamente. Por eso, al principio de las vacaciones muchas personas se sienten más inquietas de lo que esperaban. Aparece una especie de vacío, una incomodidad extraña al no tener que cumplir con horarios ni entregar nada. Como si estuviéramos dejando de ser útiles.

Al cerebro le cuesta desconectar

Porque no hemos aprendido a parar. Culturalmente, asociamos el valor personal con la productividad. Desde pequeños nos enseñan a hacer, lograr, demostrar. Vivimos en una sociedad que valora más los resultados que los procesos, y eso nos empuja a una hiperexigencia continua. En ese contexto, descansar puede generar culpa. Nos sentimos “vagos”, “egoístas” o improductivos por querer simplemente disfrutar, dormir más o no hacer nada.

Además, el descanso no solo detiene la actividad, también deja espacio para que afloren emociones y pensamientos que hemos ido dejando en pausa: dudas, insatisfacción, conflictos no resueltos. Parar implica a veces escuchar cosas que no hemos querido o podido atender durante el año. Y por eso, no siempre es cómodo al principio.

¿Es frecuente en todos o en algunas personas en particular?

Aunque todos podemos experimentar cierta dificultad para desconectar, es más habitual en personas con perfiles muy autoexigentes, perfeccionistas o con una fuerte identidad profesional. También en aquellas que tienen responsabilidades familiares, emprenden o sienten que, si no están pendientes de todo, “algo va a fallar”.

Recuerdo el caso de Paula, una mujer de 39 años que trabaja en una agencia creativa. Me contaba en consulta que, al irse de vacaciones, sentía ansiedad por no estar al tanto del correo. A pesar de que había delegado todo correctamente, no podía dejar de revisar el móvil “por si pasaba algo”. Su descanso físico estaba ahí, pero el mental no terminaba de llegar. Y como ella, muchas personas necesitan aprender que desconectar también es una habilidad que se entrena.

Mujer bebiendo agua© Adobe Stock

El calor también nos estresa

Efectivamente, el calor nos estresa, y mucho más de lo que solemos pensar. El calor tiene un impacto directo sobre nuestro estado de ánimo. Cuando las temperaturas suben, el cuerpo se esfuerza más por autorregularse: sudamos más, dormimos peor, y eso nos deja más irritables, fatigados y emocionalmente más vulnerables.

Además, estudios recientes han demostrado que las olas de calor prolongadas pueden afectar al sueño profundo, disminuir nuestra tolerancia al estrés y aumentar la sensación de malestar general. Por eso, es habitual que en verano, en lugar de estar más relajados, algunas personas se sientan más tensas o incluso más tristes sin entender por qué.

¿Qué podemos hacer para desconectar de verdad?

Desconectar no es apagar un botón. Pero sí podemos facilitar que el cuerpo y la mente entren poco a poco en ese estado de descanso profundo. Aquí algunos consejos prácticos:

  • Prepárate para el descanso: no intentes desconectar de golpe. Planifica tu salida, cierra los temas pendientes y evita dejar asuntos importantes sin resolver. Cuanto más en paz te vayas, menos ruido mental llevarás contigo.
  • Crea un entorno que favorezca el descanso: elige espacios con poca sobrecarga de estímulos, busca el silencio, la naturaleza o simplemente el “no hacer”, el Dolce far niente. No todo el ocio tiene que ser activo. A veces, tumbarse bajo una sombra puede ser el mejor antídoto contra el estrés acumulado.
  • Desconecta de lo digital: silencia notificaciones, elimina accesos directos al correo laboral y reduce el tiempo frente a pantallas. El mundo no se va a caer porque no contestes durante unos días. Y si se cae, quizá merezca replantearse.
  • Reconcíliate con el descanso: permítete no hacer nada sin culpa. Descansar no es dejar de ser útil. Es precisamente lo que te permite seguir siéndolo sin romperte.
  • Escucha lo que surge: si durante las vacaciones aparecen pensamientos incómodos o emociones inesperadas, no los silencies. Tal vez estés tocando algo profundo que necesita ser mirado con más calma. Y eso también es salud mental.
Amigas de viaje© Adobe Stock

¿Y si la planificación de las vacaciones te estresa más? 

Esto es algo que advierte Mariola Fernández, experta de la Universidad Europea. Señala que idealizar el viaje o intentar controlarlo todo puede aumentar la frustración y restar disfrute. Y es que cada persona tiene su forma de reducir el estrés: mientras algunas prefieren planificar al detalle, otras disfrutan más con la improvisación. Lo importante es reconocer qué nos ayuda a relajarnos realmente.

Por ejemplo, las personas con antecedentes de ansiedad, perfeccionismo o baja tolerancia a la incertidumbre pueden sentirse especialmente vulnerables durante un viaje, experimentando síntomas físicos y emocionales. Muchas veces se comienza el descanso con un alto nivel de agotamiento, lo que dificulta disfrutar desde el primer momento. Para evitar la ansiedad al viajar, Fernández recomienda respetar los propios ritmos, evitar exigencias de pasarlo en grande pese a todo y adoptar estrategias sencillas como hacer pausas, respirar o cambiar planes sin culpa. En definitiva, viajar debe ser una experiencia personal y flexible, sin presión por seguir un modelo idealizado de felicidad.

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