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Alexa Putellas aplaudiendo con la camiseta de la selección© Getty Images

Consejos de Salud

La lesión que las mujeres deportistas sufren más que los hombres por su anatomía

Hablamos de una lesión conocida como rotura del ligamento cruzado anterior, que las mujeres sufren en una proporción aproximada de tres casos por cada uno en hombres.


12 de junio de 2025 - 13:46 CEST

La rotura del ligamento cruzado anterior no es solo una lesión más: puede dejar fuera de juego a una futbolista durante casi un año, comprometer su rendimiento… o incluso poner fin a su carrera. Lo saben bien quienes han pasado por ello: Alexia Putellas, fue un ejemplo. 

Esta es una de las lesiones más temidas en deportes como el fútbol, el balonmano o el esquí, y afecta especialmente a mujeres. Las cifras no dejan lugar a dudas: ellas la sufren en una proporción aproximada de tres frente a una con respecto a los hombres. ¿Por qué? La respuesta está en la anatomía de la mujer. Incluso en sus hormonas.

El síntoma más llamativo de esta lesión es el chasquido que muchas personas escuchan o sienten en el momento de la lesión. Después, aparece una inflamación rápida, dificultad para apoyar la pierna y una clara sensación de inestabilidad.

¿Qué es el ligamento cruzado anterior y qué función tiene? 

El ligamento cruzado anterior (LCA) es una de las estructuras más importantes para la estabilidad de la rodilla. Se encuentra en el centro de la articulación y une el fémur con la tibia, evitando que esta se desplace hacia delante. “Está formado por colágeno y actúa como un sensor: cuando se tensa, manda una señal al sistema nervioso para activar la musculatura estabilizadora”, explica Albert Valls, CEO de FisioReact.  Gabriel Leguizamón, director médico de FisioReact, añade que “la diferencia con el ligamento cruzado posterior es que este último controla el desplazamiento hacia atrás de la tibia, mientras que el anterior limita el avance hacia delante. Ambos son clave para mantener el eje correcto de la rodilla”. 

La función del LCA es doble: estabiliza la rodilla y coordina la respuesta muscular para prevenir lesiones en momentos de alta exigencia, como un salto, un giro o una frenada. Por eso su rotura tiene consecuencias tan graves: sin él, la rodilla pierde el control en movimientos explosivos.

¿Cuáles son los síntomas de una rotura de LCA? 

Una rotura del ligamento cruzado anterior puede identificarse por una serie de síntomas muy característicos. El más llamativo es el chasquido que muchas personas escuchan o sienten en el momento de la lesión. Después, aparece una inflamación rápida, dificultad para apoyar la pierna y una clara sensación de inestabilidad. Las personas que la sufren suelen describir que la rodilla 'se les va', que no responde. 

"Ese fallo funcional es una de las señales más claras de una lesión del LCA", indica el Dr. Pérez del Valle, traumatólogo del Hospital Vithas Nisa 9 de Octubre. También es habitual que se acompañe de hemartros, es decir, sangrado dentro de la articulación. Albert Valls coincide: “Los tres síntomas clave son dolor, inflamación y sensación de inseguridad al caminar. En algunos casos, puede haber limitación de movimiento, sobre todo en la extensión completa de la rodilla”. 

Las fluctuaciones del ciclo menstrual pueden incrementar la laxitud de los ligamentos. Por eso, en ciertos momentos del ciclo, el riesgo lesional se multiplica.

¿Por qué se produce esta lesión? 

El mecanismo más común es una combinación de movimientos: flexión, aducción y rotación interna de la rodilla. Como adelantábamos, “este patrón es muy habitual en deportes como el fútbol, el esquí o el balonmano, donde hay cambios de ritmo, giros y frenazos bruscos”, explica Leguizamón. A menudo, el LCA no se rompe solo, sino acompañado de meniscos o ligamentos colaterales. Además del gesto lesional, existen factores biomecánicos y técnicos que predisponen a sufrir esta lesión: mala técnica de salto o aterrizaje, desequilibrios musculares, fatiga, y falta de calentamiento o de preparación física específica. 

Curiosamente, muchas de estas lesiones se producen sin contacto con otro jugador. Es el propio gesto mal ejecutado el que daña el ligamento. De ahí la importancia de una prevención adecuada. Pero vayamos a la cuestión que planteábamos al principio. ¿Por qué es más frecuente en mujeres? Las diferencias anatómicas, hormonales y neuromusculares hacen que las mujeres tengan más probabilidades de romperse el LCA. “La cadera de las mujeres es más ancha, lo que produce un ángulo valgo, en forma de “X”, y es más frecuente que tengan recurvatum (hiperextensión de la rodilla), que unidos hacen que biomecánicamente tengan más predisposición a la lesión. Las mujeres realizan mayor extensión en la rodilla al recibir el impacto con el suelo, y tienden a flexionar más la articulación que los hombres”, resume el Dr. Pérez del Valle.

Por su parte, el Dr. Carlos de José Reina, del Hospital Universitario Hospiten Rambla, explica que “el ángulo Q, que se forma entre el cuádriceps y el tendón rotuliano, es mayor en mujeres, lo que favorece la carga en valgo. Además, presentan una mayor rotación interna de cadera y activan peor los estabilizadores como los isquiotibiales”. Las hormonas también tienen un papel: las fluctuaciones del ciclo menstrual pueden incrementar la laxitud de los ligamentos. Por eso, en ciertos momentos del ciclo, el riesgo lesional se multiplica. “Es un factor que hay que tener en cuenta en el diseño del entrenamiento”, advierte. 

¿Cómo se diagnostica una rotura del LCA? 

El diagnóstico combina exploración física y pruebas de imagen. En consulta, los especialistas utilizan el test del cajón anterior y el test de Lachman, que permiten valorar el desplazamiento anormal de la tibia sobre el fémur. “Son maniobras clave para detectar una rotura, aunque al principio pueden ser difíciles por el dolor”, dice el Dr. Pérez del Valle. Además de estas pruebas, siempre se recomienda hacer una resonancia magnética. Esta permite ver con precisión el estado del ligamento y descartar lesiones asociadas, como desgarros meniscales o daño en el cartílago. 

El diagnóstico temprano es fundamental para diseñar el tratamiento más adecuado y evitar que la lesión se agrave o cronifique. Una rotura mal diagnosticada puede derivar en inestabilidad crónica o en artrosis prematura

¿Cuál es el tratamiento más adecuado? 

La mayoría de los casos requieren cirugía, sobre todo si la persona quiere volver a realizar deporte de impacto. Se realiza una plastia del ligamento, utilizando tejido del propio paciente para sustituir el ligamento roto. Esta intervención permite devolver estabilidad a la rodilla y evitar lesiones secundarias. Sin embargo, no siempre es necesaria. 

“Hay pacientes con vida sedentaria o sin exigencias deportivas que pueden optar por tratamiento conservador: fisioterapia, fortalecimiento muscular y trabajo propioceptivo”, señala Albert Valls. El objetivo del tratamiento, quirúrgico o no, es lograr una rodilla estable, sin dolor ni sensación de fallo. Lo importante es individualizar el abordaje, teniendo en cuenta las expectativas, edad, actividad física y estado muscular del paciente.

¿Cómo es la recuperación tras la operación? 

La rehabilitación se divide en fases, con objetivos progresivos. “Las primeras semanas son para reducir el dolor, bajar la inflamación y recuperar la movilidad completa de la articulación”, explica Leguizamón. Aquí se trabaja también la activación muscular sin impacto. Después se introducen ejercicios de fuerza, equilibrio, control postural y propiocepción.

Más adelante, llega la fase de readaptación, donde se simulan gestos deportivos, siempre de forma progresiva. “Es un proceso largo, pero con constancia y seguimiento se puede volver a entrenar sin limitaciones”, señala Valls. La recuperación física va de la mano de la emocional. El miedo a volver a lesionarse puede ser una barrera real, por lo que el trabajo psicológico también es clave en este proceso. 

¿Cuándo se puede volver a entrenar con seguridad? 

No existe una fecha universal, pero hay tiempos orientativos. “Para deportes sin impacto, se puede volver a los 4-6 meses. Si hablamos de fútbol, esquí o balonmano, recomendamos esperar entre 8 y 12 meses”, explica el experto de FisioReact. La decisión de volver debe basarse en pruebas funcionales, fuerza simétrica, estabilidad, y control del dolor. 

Si el paciente vuelve antes de estar preparado, el riesgo de recaída es muy alto. En esta fase, el acompañamiento del equipo médico y de fisioterapia es esencial. La readaptación no termina cuando se pisa el campo: continúa durante semanas para asegurar que la articulación responde sin fallos. 

¿Cómo puede evitarse esta lesión? 

La prevención activa es la mejor herramienta. “Hay que trabajar la fuerza de piernas, sobre todo glúteos e isquiotibiales, el core, y la técnica de salto y aterrizaje”, resume Gabriel Leguizamón. También es importante incluir ejercicios de equilibrio y propiocepción. Albert Valls añade que “un buen calentamiento, estiramientos adecuados y respetar los tiempos de descanso son igual de importantes que el entrenamiento físico. Muchos desgarros ocurren por fatiga o sobrecarga acumulada”. 

Existen programas de prevención específicos para mujeres deportistas, que adaptan el trabajo a su biomecánica y a su ciclo hormonal. Con ellos, se ha demostrado una reducción significativa de lesiones

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