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Mujer pensativa en la ventana © Getty Images/Westend61

Psicología

Dan Ariely, experto en comportamiento: 'El ser humano no es racional, es una criatura que racionaliza. Buscamos una explicación que encaje con una emoción'

Este experto analiza por qué existen las falsas creencias, las teorías conspirativas o por qué podemos llegar a creer en algo que no tiene ni pies ni cabeza


11 de junio de 2025 - 11:53 CEST

¿Qué puede llevar a una persona a creer en las teorías 'conspiranoicas'? ¿O a pensar que alguien de tu entorno quiere hacerte daño? ¿Es el cerebro el que nos engaña? El autor y psicólogo Dan Ariely, uno de los mayores expertos en economía del comportamiento, no solo ha estudiado este fenómeno durante años, sino que también lo ha vivido. En su nuevo libro La espiral de la razón (Editorial Ariel), analiza las trampas mentales, emocionales y sociales que nos conducen a creer en ideas sin fundamento, y cómo esas creencias terminan moldeando nuestro mundo.

Él mismo comienza relatando que recibía mensajes a diario acusándole de formar parte de una conspiración mundial. “Decían que yo había diseñado un plan junto a los Illuminati para esterilizar mujeres mediante vacunas. Llego un momento en que esa desinformación me afectó de forma real: me costaba concentrarme, me sentía inseguro y me obsesionaba", cuenta. Esa experiencia fue el germen de un viaje intelectual en el que intento encontrar respuestas: ¿por qué creemos en cosas que no tienen sentido? ¿Qué nos empuja a desconfiar de la ciencia y abrazar relatos inverosímiles?

El ser humano no es una criatura racional, sino una criatura que racionaliza. Empezamos por una emoción, como el miedo o la desconfianza, y luego buscamos una explicación que encaje con esa emoción

¿Por qué somos tan susceptibles?

Ariely sostiene que no solo nos gusta creer en la desinformación, sino también la buscamos y la difundimos activamente. Y la clave, afirma, no está tanto en la ignorancia como en nuestra naturaleza emocional. "El ser humano no es una criatura racional, sino una criatura que racionaliza. Empezamos por una emoción, como el miedo o la desconfianza, y luego buscamos una explicación que encaje con esa emoción".

En su libro habla de un concepto que denomina "embudo de la convicción infundada", un proceso en el que diferentes factores emocionales, cognitivos, personales y sociales se combinan hasta que una persona acaba defendiendo una idea falsa con total convicción. Y lo más inquietante: "Cualquiera puede caer. No hablamos de locos o ignorantes, hablamos de todos nosotros", asevera. 

chica cerebro© iStock

El estrés nos hace creer en lo inverosímil

Uno de los desencadenantes más comunes de estas creencias es el estrés. Ariely cita estudios realizados en 76 países que revelan que las personas expuestas a situaciones de conflicto o inseguridad económica eran mucho más proclives a creer teorías conspirativas sobre el covid. "El estrés genera una sensación de falta de control, y eso nos hace buscar explicaciones, aunque sean falsas, que nos devuelvan esa sensación de certeza".

Además, cuando el apoyo comunitario escasea y la desigualdad crece, esa necesidad de explicaciones se intensifica. "La desigualdad debilita el sentimiento de pertenencia. Y cuando no nos sentimos parte de una comunidad, somos más vulnerables al aislamiento y a las ideas que prometen devolvernos el control". Esa necesidad puede expresarse como indignación moral o como búsqueda de alguien a quien culpar

La desigualdad debilita el sentimiento de pertenencia y cuando no nos sentimos parte de una comunidad, somos más vulnerables al aislamiento y a las ideas que prometen devolvernos el control

Lo más rebuscado nos parece creíble ¿por qué?

Otro de los aspectos que analiza Ariely es por qué, si las teorías conspirativas son tan complicadas y rebuscadas, resultan tan atractivas. La respuesta tiene que ver con la necesidad de sentirse especial. "Creer que tienes un conocimiento exclusivo, que sabes algo que los demás no saben, genera una sensación de superioridad, de pertenencia a una élite que tiene los ojos abiertos".

No se trata solo de información, sino de identidad. "Las creencias falsas no surgen en el vacío. Se alimentan de nuestras emociones, de nuestras relaciones sociales, de nuestra historia personal. Una vez dentro del embudo, la comunidad que se genera en torno a esa creencia refuerza su validez. Y salir se vuelve casi imposible sin pagar un alto precio psicológico y social".

Las redes sociales disparan las falsas creencias

Es algo que ya sabemos y que Ariely confirma. De hecho, se detiene en el impacto de las redes sociales como amplificadoras de estas dinámicas. "Antes, la desinformación era marginal. Hoy, los mensajes sin evidencia llenan las redes, los medios y los discursos políticos. Y eso crea un caldo de cultivo ideal para que las teorías sin base se expandan".

Pero hay algo más. "La desinformación no solo se consume, se juega. Participar en una comunidad que busca pistas ocultas, que conecta datos y que comparte secretos genera una experiencia emocional, adictiva y estimulante. Como un videojuego colectivo".

Portada del libro La espiral de la razón, de Dan Ariely
Portada del libro La espiral de la razón, de Dan Ariely

¿Cómo reacciona nuestro cerebro ante todo esto?

Desde el punto de vista cognitivo, Ariely analiza sesgos como el de confirmación (solo aceptamos información que refuerza lo que ya creemos) o el efecto Dunning-Kruger (quienes menos saben, más seguros están de lo que creen saber). "Nuestro cerebro está programado para buscar patrones, aunque no existan. Esto es muy útil para sobrevivir, pero también nos puede jugar malas pasadas cuando lo que vemos no tiene sentido real".

Y a esto se añade que una cambiar de opinión es muy difícil. No solo porque requiera información nueva, sino porque implica renunciar a una identidad, a una comunidad, a una forma de estar en el mundo. Es decir, desmontar una falsa creencia no es solo una cuestión de datos, sino de emociones y de lazos sociales.

Quienes tienen un apoyo sólido, una red afectiva y un entorno estable son menos propensos a caer en estas ideas. La comunidad protege contra el estrés y contra la soledad y, por tanto, contra las falsas creencias

¿Podemos protegernos?

Al conocer cómo funcionan las falsas creencias o cómo responde nuestro cerebro, nos preguntamos si podemos evitar que esto nos ocurra. Ariely propone algunas vías de resistencia. "La más importante es la empatía. En lugar de tachar a alguien de loco o ignorante, hay que entender por qué ha llegado hasta esa creencia. Solo así se puede tender un puente para salir del embudo".

Otra clave es reforzar la comunidad, el sentido de pertenencia, la conversación que se mantenía antes, calmada, sosegada, de tú a tú. "Quienes tienen un apoyo sólido, una red afectiva y un entorno estable son menos propensos a caer en estas ideas. La comunidad protege contra el estrés y contra la soledad y, por tanto, contra las falsas creencias".

Y también es fundamental asumir que somos vulnerables. "No hay que pedirle a la gente que sea inmune a la desinformación. Igual que no somos inmunes al frío y hemos inventado la calefacción, tenemos que diseñar herramientas tecnológicas, sociales y educativas que nos ayuden a detectar nuestras propias trampas mentales".

Todos queremos tener razón pero hay que ser humildes

En el fondo, La espiral de la razón es una llamada a reconocer nuestras limitaciones. "Todos queremos tener razón. Todos buscamos certezas. Pero vivir en sociedad exige aprender a dudar, a revisar lo que pensamos, a escuchar lo que otros ven que nosotros no vemos".

Ariely insiste: "El problema no está en los demás, está en todos nosotros. La batalla por recuperar la verdad no se libra solo en internet, sino en cada conversación, en cada juicio que hacemos, en cada decisión que tomamos". 

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