¿Qué pasa en nuestro intestino cuando no podemos digerir lo que hemos comido o cuando tenemos un mal tránsito intestinal? Muchas veces, se estriñe. Y este estreñimiento, hace que nos sintamos mal, pesadas, incluso, con dolor. Pues con nuestras emociones pasa algo parecido. De ahí que, popularmente, se haya acuñado el término 'estreñimiento emocional', una manera de ilustrar cómo lo que no expresamos se puede quedar literalmente atascado en nuestra mente, pero también nuestro cuerpo, haciendo que el tránsito intestinal no funcione adecuadamente.
Según explica Beatriz Romero Martín, directora de Consulta Despertares, “el estreñimiento emocional no es un diagnóstico médico, pero sí una forma de describir el impacto que la ansiedad, el estrés o la represión emocional tienen en nuestra salud digestiva”. Y no es casual: cuando las emociones no fluyen, el cuerpo lo nota.
El cuerpo se convierte en el contenedor de lo que no se dice: dolores musculares, fatiga crónica, molestias digestivas, insomnio o crisis de ansiedad pueden ser síntomas de emociones retenidas
¿Qué relación hay entre emociones y digestión?
“El aparato digestivo no funciona de manera aislada”, apunta Romero. “Cuando sentimos ansiedad o estrés y no lo gestionamos adecuadamente, el cuerpo activa respuestas fisiológicas que pueden alterar la digestión, ralentizar el tránsito intestinal y provocar síntomas como el estreñimiento”.
Durante esos episodios de tensión, el organismo libera cortisol y otras hormonas del estrés como la epinefrina, que afectan directamente a la motilidad intestinal. Además, el desequilibrio emocional también altera la microbiota intestinal, fundamental en el proceso digestivo.
Pero hay más. “Las personas con altos niveles de estrés tienden a adoptar hábitos poco saludables: comen peor, hacen menos ejercicio, beben menos agua… y eso también influye”, señala la psicóloga.
Miedo a sentir en el origen de nuestras emociones atascadas
Una de las causas más generales del estreñimiento emocional es el miedo a mostrar vulnerabilidad. “Desde pequeños, muchos han crecido con la idea de que sentir está mal. Frases como ‘no llores’ o ‘sé fuerte’ dejan una huella emocional que nos desconecta de nuestras propias emociones”, explica Romero.
Esta desconexión se convierte en una coraza. Y cuando no sentimos o no expresamos lo que sentimos, el cuerpo se encarga de acumular esa tensión. “Es como si tuviéramos emociones retenidas esperando salir, pero no encuentran la vía”.
El perfeccionismo emocional también enferma
Otra trampa muy común es la autoexigencia. “La presión por ser siempre fuertes, positivas o estables emocionalmente lleva a muchas personas a reprimir emociones consideradas ‘negativas’, como la tristeza o el enfado. Y eso genera sobrecarga psíquica”.
Romero lo define como “una censura interna constante”. Emociones que se guardan, se reprimen y se transforman en síntomas físicos o psicológicos: desde dolores de estómago o fatiga hasta irritabilidad constante o sensación de vacío.
El cuerpo habla cuando callamos
Por eso, hay que intentar hablar, reconocer nuestras emociones, nombrarlas … Y es que, “cuando las emociones no se expresan, el cuerpo se convierte en su contenedor”, advierte Romero. Dolores musculares, molestias digestivas, insomnio o incluso crisis de ansiedad pueden ser manifestaciones físicas de emociones retenidas.
Pero también puede manifestarse en formas más sutiles, como el cansancio constante, el bloqueo mental o la tristeza sin motivo aparente. “Son señales de que algo no está bien y que no estamos escuchando lo suficiente a nuestro mundo interno”.
Desde pequeños, muchos han crecido con la idea de que sentir está mal. Frases como ‘no llores’ o ‘sé fuerte’ dejan una huella emocional que nos desconecta de nuestras propias emocione
¿Te cuesta decir cómo te sientes? Puede que te falte un espacio seguro
Expresar lo que sentimos requiere un entorno adecuado. “Sin espacios seguros donde hablar sin miedo a ser juzgados, muchas personas optan por callar. Pero esa represión sostenida actúa como un tapón emocional”, explica Romero.
La falta de confianza o la experiencia de haber sido ridiculizado en el pasado puede bloquear la expresión emocional. Y cuando no podemos hablar, todo lo no dicho empieza a pasar factura.
La desconexión emocional: un síntoma muy extendido
“Hay personas que no saben lo que sienten, no porque no tengan emociones, sino porque han aprendido a desconectarse de ellas para sobrevivir”, dice Romero. Es lo que se conoce como alexitimia funcional, una dificultad real para identificar y nombrar las propias emociones.
Esto no solo impide una buena gestión emocional, sino que dificulta enormemente el poder compartir lo que uno necesita o pide ayuda. “Si no sabes lo que sientes, ¿cómo vas a explicárselo a alguien más?”, reflexiona.
El impacto en la vida y en las relaciones
El estreñimiento emocional no solo afecta al cuerpo o a la mente. También deteriora nuestras relaciones. “La dificultad para comunicar lo que sentimos puede generar malentendidos, distanciamiento y relaciones superficiales”, explica la experta.
Además, no poder pedir ayuda o expresar el malestar puede conducir a una sensación de aislamiento emocional. Y esto puede reforzar aún más la idea de que “sentir” es peligroso.
¿A quién afecta más este tipo de bloqueo emocional?
“Cualquiera puede pasar por un episodio de estreñimiento emocional en algún momento”, reconoce Romero. Sin embargo, ciertas personas tienen más predisposición: aquellas con niveles altos de estrés, ansiedad anticipatoria, rumiación constante o dificultad para tomar decisiones.
“Se trata de personas que, por personalidad o por circunstancias, tienen dificultades para organizar su vida de forma saludable. Y eso acaba afectando tanto al equilibrio emocional como al sistema digestivo”.
Sin espacios seguros donde hablar sin miedo a ser juzgados, muchas personas optan por callar. Pero esa represión sostenida actúa como un tapón emocional
Cuándo pedir ayuda (y a quién)
¿Es el estreñimiento emocional una razón para acudir al psicólogo? “Desde luego. Aunque el síntoma sea físico, muchas veces la causa es emocional. Si sientes que no puedes gestionar tus emociones, que vives en tensión constante o que tu cuerpo te está pasando factura, es hora de pedir ayuda”, recomienda Romero.
Ahora bien, si el malestar físico es muy acusado, es imprescindible acudir primero al médico para descartar cualquier patología orgánica. “Los psicólogos podemos ayudar a revisar qué está ocurriendo en tu vida, cómo lo estás gestionando, qué pensamientos te afectan… y a construir nuevas estrategias de afrontamiento”, explica.
Liberar para sanar, clave para empezar a soltar
Liberar las emociones retenidas es el primer paso para recuperar el equilibrio. “No se trata de explotar ni de dramatizar, sino de aprender a expresar lo que sentimos con honestidad y sin juicio”, aclara la psicóloga.
Hay muchas formas de hacerlo: mediante la terapia, la escritura, el arte, el movimiento o simplemente, mediante una conversación. “Lo importante es dejar de reprimir y empezar a reconocer lo que sentimos. Solo así podemos vaciarnos de lo retenido y abrir espacio a lo nuevo”.
Reeducar la relación con las emociones
“Sentir no es un error, es una forma de estar vivos”. Por eso, aprender a validar nuestras emociones sin juzgarlas es esencial para salir del bloqueo emocional.
Requiere desaprender mandatos heredados, practicar la escucha interna y abrirnos a una emocionalidad más honesta y compasiva. Porque cuando dejamos de luchar contra lo que sentimos, el cuerpo también deja de luchar contra nosotros.