Si no sabes decir que no por el hecho de tratar de no decepcionar, si siempre cedes por no molestar o confundes generosidad con renuncia constante, tal vez cumplas algunos de los requisitos que pueden encajar en la definición de una persona con el síndrome del complaciente compulsivo. Algo que tiene consecuencias, porque decir siempre que sí puede tener consecuencias para tu felicidad. Así nos lo explica en su libro Síndrome del complaciente compulsivo, la antropóloga, comunicadora y emprendedora digital Carmen Ballesteros Castillo, quien se sumerge en las páginas del libro en uno de los grandes males silenciosos de nuestra época: vivir para los demás… olvidándose de uno mismo.
¿Cómo nace el libro, cuál fue su fuente de inspiración?
Llevaba años lidiando con una relación personal complicada en la que yo había pasado a ser una mera fuente de favores. Por salud mental, decidí empezar a poner límites, y eso no fue bien recibido por la otra parte. Una tarde, en una amarga discusión por teléfono, noté que se me habían agotado las fuerzas, que ya no podía seguir en esa dinámica. Así que dejé la conversación, porque es absurdo contestar a quien ni te está escuchando, abrí mi portátil y arranqué a escribir. 4.000 palabras después me levanté de la mesa y me di cuenta de que ya era de noche. A la mañana siguiente, otras 4.000 palabras brotaron de mis manos antes del primer café, y así cada día hasta que lo terminé. Creo poder afirmar que este libro se escribió solo.
Quien padece ese síndrome se ha acostumbrado a vivir con una mezcla de enfado y frustración, y a sentir una opresión en el pecho y la garganta cada vez que alguien se le acerca a pedirle algo
¿Cómo definiría el síndrome del complaciente compulsivo en pocas palabras?
Cuando tu necesidad de agradar a los demás es más fuerte que cualquier otra de tus necesidades. Cuando dices que sí, no solo sabiendo que no quieres hacerlo, sino que hasta tus propios huesos te lo están advirtiendo. Quien padece ese síndrome se ha acostumbrado a vivir con una mezcla de enfado y frustración, y a sentir una opresión en el pecho y la garganta cada vez que alguien se le acerca a pedirle algo. No hacen los favores con alegría, sino con cierta resignación al sentirse incapaces de negarse.
¿Qué señales o comportamientos deberían alertar a alguien de que está atrapado en este síndrome?
Quien lo padece lo sabe. Son las personas que leen el título del libro, se les ilumina la cara y dicen “¡Ese soy yo!”. Basta con sentir una vez esa sensación de estar siendo utilizado, para darte cuenta de que has creado una dinámica dañina. Y sí, digo “has” porque, aunque duele verlo, creo que somos 100% responsables de nuestro sufrimiento. Somos nosotros los que nos exponemos solitos a las situaciones que nos hacen daño una y otra vez, los que elegimos volver a ellas, y los que tenemos la llave para pararlo, aunque duela. Reformulando una famosa frase de Eleanor Roosevelt, “nadie puede abusar de tu bondad sin tu consentimiento”.
¿Qué impacto tiene en nuestra salud mental y emocional el hecho de no saber decir que no?
Hace unos días, mi vecina me preguntó por el título del libro. Cuando se lo dije, se echó a llorar amargamente y me dijo: “Esa soy yo, y llevo años de psicólogo y sigo sin poder decir no. Estoy agotada, exprimida, no me queda nada por dar”. Me desarmó verla tan vulnerable.
Los que tendemos a complacer de forma compulsiva somos carne de cañón para quemarnos en las relaciones, a volvernos adictos al trabajo, a ser los que están ahí para todos menos para sí mismos, y sin querer, vamos generando un resentimiento hacia los demás por “atreverse” a pedir más, o por no reciprocarnos. Pero es una energía mal canalizada, en realidad estamos enfadados con nosotros mismos por no saber negarnos y lo pagamos con los demás.
Confundir el autocuidado con egoísmo es algo que quien quiere agradar hace mucho, por eso da y da, y por eso tampoco suele pedir ayuda porque también le parece egoísta “abusar” de los demás.
En el libro menciona la importancia de desaprender ciertas creencias. ¿Cuál cree que es la creencia más dañina que nos impide decir “no”?
La primera y más importante es que decir “no” es egoísta, o que nos van a querer menos por negarnos a hacer algo. Confundir el autocuidado con egoísmo es algo que quien quiere agradar hace mucho, por eso da y da, y por eso tampoco suele pedir ayuda porque también le parece egoísta “abusar” de los demás.
Y así, el complacedor compulsivo se echa a la espalda todo lo que le piden, y además carga con lo suyo “por no molestar” a los demás. Es un círculo vicioso.
¿Por qué piensa que nos cuesta tanto decir que no?
El instinto de agradar a los demás nos viene de serie, y se puede ver ya desde la más tierna infancia. En la naturaleza, nuestra supervivencia depende de ser aceptados por nuestra tribu. No en vano, uno de los peores castigos que se puede imponer a una persona es desterrarla o aislarla, y ambos se han usado mucho a lo largo de la historia de la humanidad. El aislamiento social nos mata.
¿Qué herramientas prácticas ofrece el libro para ayudar a las personas a establecer límites sin sentirse egoístas?
El libro es una reflexión sobre todos los aspectos que nos llevan a decir sí continuamente, aun cuando no queremos. Lo escribí con la esperanza de hacer reflexionar al complaciente sobre sus motivos reales para no negarse a nada, porque no podemos cambiar lo que no vemos. En este libro aprenderás:
- A crear nuevos hábitos (basándonos en la programación neurolingüística).
- A valorar en qué ámbitos estás dando demasiado.
- Una estructura de cómo decir que no desde la empatía y el acercamiento a la otra persona
Además, añado una reflexión de en qué momentos puede ser sano para nosotros decir que “sí” aunque no nos apetezca, para evitar irnos al otro extremo y de hecho convertirnos en egoístas.
¿Cree que la presión social y las redes sociales han intensificado la necesidad de agradar a los demás?
Hace poco estuve en un taller del doctor Duarte, donde dijo que «la atención es el alimento del ‘yo’». Me encantó esa expresión, porque la necesidad de agradar a los demás nos viene tan de serie como la del alimento o la sed. No creo que las redes sociales lo intensifiquen, simplemente nos han dado permiso para darle rienda suelta a nuestra necesidad al estar siempre a mano y, en muchos casos, cubrir un vacío en nuestra vida suplantando el necesario cariño de las personas de nuestro alrededor por alabanzas huecas de seguidores anónimos.
Si tu relación con alguien se basa en que te quemes y desgastes por ellos, entonces no te quieren a ti, sino lo que haces por ellos
¿Qué papel piensa que juegan la educación y la crianza en la incapacidad de muchas personas para decir “no”?
Es un papel fundamental porque, si nadie te deja pensar por ti mismo y te enseñan a ignorar tus necesidades, so pena de castigo, ¿cómo esperamos de adultos saber decir que no? En este sentido, recomiendo muchísimo la comunicación no violenta, porque nos ayuda a conectar con nuestras necesidades sin imponerlas a los demás, y a escuchar a las de los demás sin frustrarnos o ponernos a la defensiva.
¿Qué consejo le daría a alguien que siente que está atrapado entre la culpa y la necesidad de aprobación?
La culpa llega cuando la necesidad de autoaprobación no se cubre. Nos juzgamos severamente cuando no hemos sido capaces de atender nuestras necesidades. Por eso es importante saber que, diciendo “no”, también estamos cubriendo nuestra necesidad de aprobación: la de aprobarnos a nosotros mismos, la de saber que también tenemos el deber de cuidarnos, y no podemos delegarlo en los demás (o exigirles algo que no estamos dispuestos a hacer por nosotros mismos).
¿Qué le diría a alguien que teme que establecer límites pueda dañar sus relaciones personales?
Que busque relaciones más sanas y equilibradas. Si tu relación con alguien se basa en que te quemes y desgastes por ellos, entonces no te quieren a ti, sino lo que haces por ellos. Lo siento, sé que es duro, he pasado por ello. Pero mejor un dolor de unos minutos que toda una vida de sufrimiento.
Esto tampoco es una invitación a sentir rencor hacia quien no te ha estado correspondiendo, sino a aceptar que no todo el mundo nos va a querer, y desvivirnos por ellos puede ser una manera inconsciente de manipularlos para que nos quieran. Es más sano dejar ir a quien no te quiere en su vida.
Además, piénsalo, hay mucha gente ahí afuera sufriendo de soledad ahora mismo. Gente que daría cualquier cosa por tener a alguien como tú en su vida y crear una relación recíproca contigo, pero no pueden porque estás demasiado ocupado dedicándote a mendigar cariño por medio de hacer favores. No os merecéis eso.
¿Qué espera que los lectores se lleven consigo después de leer las páginas del libro?
A ti, lector, quiero liberarte de la esclavitud de quedar bien a todas horas. Darte esperanza y enseñarte cuán plena puede ser tu vida una vez que solo te rodees de personas que te quieren de corazón por ser quien eres, sin expectativas, sin constantes demandas, sin remordimientos ni manipulaciones. Solo una vida tranquila en la que te sientes querido y honrado. Escribí este libro para sanarme y recordarme quién soy, pero lo publiqué para ti, para ayudarte a sanar, porque mereces ser feliz y tener una vida completa, que es lo opuesto al vacío que sientes ahora.