No te sientas mal por faltar a clase, estar enfermo o pedir vacaciones: di adiós a la culpa

La hiperproductividad nos empuja a tener vergüenza por reclamar o disfrutar de nuestros derechos. Te contamos todo lo que debes hacer para dar el paso y comenzar a pensar más en ti

Por Paula Martins

Un día te levantas, vas a desayunar y sientes que no tienes ganas. Te duele un poco la cabeza o quizá sea el estómago, tu frente está caliente y puede que sientas náuseas o un gran dolor cervical que no te permite nada más que estar tumbado. Sin embargo, piensas que será algo pasajero, que durará solo unas horas y que no es tan importante como para ir ya al médico. Ese día vas a trabajar. Aunque eres poco productivo porque no estás en tus mejores condiciones no comentas nada a nadie y completas tu jornada laboral. Después, en lugar de descansar, cumples con otras responsabilidades que tenías agendadas para esta tarde. Al día siguiente te despiertas sin apenas haber dormido, el dolor continúa, y decides, de nuevo, seguir con tu trabajo y compromisos del día. ¿Esta situación te resulta familiar? Si la respuesta es afirmativa, tenemos malas noticias: tú también eres víctima de la hiperproductividad.

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Cuando hablamos de hiperproductividad estamos hablando de uno de los mayores problemas a los que se enfrenta la sociedad hoy en día. Más aún desde que, a raíz de la Covid-19, el teletrabajo se instalara en nuestra vida y nos acostumbráramos a no retirar nuestra mirada de la pantalla del ordenador. La hiperproductividad se define como un nivel extremadamente alto de producción o rendimiento en el trabajo o en cualquier otra área de la vida, es decir, como una tendencia excesiva, sin límites claros entre el tiempo de trabajo y el tiempo personal, que nos lleva a tachar una gran cantidad extraordinaria de tareas o resultados en un período de tiempo determinado, que, a menudo, sobrepasa nuestras posibilidades. A veces sucede porque nosotros mismos nos auto exigimos en exceso, otras - y en la mayoría de las ocasiones- porque en contexto es el que nos lo está pidiendo.

Algunas de las causas que nos llevan a padecerla guardan relación con las malas condiciones laborales que imperan hoy en día en determinados sectores profesionales (desde falta de derechos básicos, como las vacaciones; pasando por la sobrecarga de trabajo, hasta llegar a los salarios mínimos que no son suficientes para vivir). Otras tienen que ver con nuestra autoestima y la necesidad constante que tenemos de demostrar nuestra valía y sentir validación externa, sobre todo, desde que las redes sociales se inundaran de tendencias que abogan por el non-stop, como los viralísimos vídeos de TikTok sobre la #thatgirl o el #de5a9. Sin embargo, uno de los problemas más comunes a los que nos enfrentamos y que más nos llevan a caer en la hiperproductividad es el miedo a enfadar a los profesores si faltamos a clase, a perder nuestro trabajo si cogemos unas horas libres, o a enfrentarnos a nuestros jefes.

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Si puede que en la Universidad quizá no sea tan común sentir ese remordimiento, en una cultura laboral competitiva como la que vivimos hoy en día, tendemos a creer (en algunos casos, no sin motivos suficientes para hacerlo) que como empleados debemos estar disponibles a cualquier hora y hacer un esfuerzo adicional continuo, incluso, cuando estemos enfermos para que no parezca que hay una falta de dedicación de nuestra parte. Lo mismo sucede cuando tenemos que pedir cita para renovar nuestro carnet de identidad y nos da reparo hacerlo por faltar unas horas al trabajo, o, incluso, cuando no llegamos a coger la hora de la comida completa si tenemos tareas pendientes. Fuera del entorno laboral también sucede. Leer, ver películas, o salir a pasear puede ser, para algunos, un verdadero lujo. Pero que la hiperproductividad esté normalizada no significa que sea sana.

Consecuencias de la hiperproductividad

El bienestar emocional se ve altamente afectado ante este excesivo y continuo sometimiento que generamos a nuestro cerebro. Entre las consecuencias encontramos el afamado burnout, también conocido como sobre agotamiento físico y emocional, falta de equilibrio entre el trabajo y la vida personal (o falta directamente de esta última), deterioro de las relaciones interpersonales, y el aumento del estrés o la ansiedad. No es poco, y, aunque la salud mental es algo que cada vez está más normalizado, todavía hay conversaciones en las que estas consecuencias no se valoran como suficientemente serias o no se les da la suficiente importancia que merecen.

Si crees que también te encuentras inmersa en este mal de la hiperproductividad y te sientes culpable o mal cada vez que estás descansando, entonces hay varias pautas que debes seguir para intentar salir de ese bucle. Aunque lo más recomendable es siempre que acudas a un psicólogo para ver en qué nivel te encuentras y cómo está afectando a tu rutina, hay algunos pasos que puedes realizar antes de pasar por consulta para intentar mitigar o frenar sus niveles.

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Cómo desintoxicarse de la hiperproductividad paso a paso

Como cualquier tema de salud mental, lo primero es admitir lo que te está sucediendo. Piensa en las emociones que te generan los minutos de pausa y en cómo te hacen sentir. Si la culpa, el nerviosismo, la inquietud, el estrés o el enfado son algunas, entonces, será momento de analizar por qué te está sucediendo esto. Identificar el problema es esencial para poder tratarlo, y sea cual sea, será posible radicarlo siempre y cuando tengas disposición, y si fuera necesario, ayuda.

Una vez encontrada la base tendrás que comenzar el diálogo. Como decíamos, es recomendable que solicites apoyo de un profesional que te ayude, no solo a encontrar el origen que te ha llevado a atravesar esta situación, sino también a tratarlo. Necesitas conocer las claves adecuadas para comentar lo que te sucede con quiénes puedan estar fomentando sus consecuencias -siendo o no conscientes-, incluido contigo mismo. Si necesitas un día libre porque te encuentras mal, entonces deberás conocer las claves y tener las herramientas adecuadas para perder la vergüenza, comentarlo a tus superiores y, sobre todo, no sentirte mal por quedarte en casa cuidándote. Y este cuidado es, precisamente, uno de los requisitos fundamentales en este proceso, ya que el fin no solo es descansar cuando estés mal, sino hacerlo a diario y aprender a dedicar tiempo a actividades que te brinden placer y relajación, como puede ser practicar ejercicio, salir con amigos, visitar a la familia, meditar o leer.

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Si crees que tu entorno no entiende la situación o, no te sientes capaz de pisar el freno debes pensar que todos pasamos por situaciones parecidas continuamente y que, siendo honesto y transparente es mucho más fácil que alguien empatice contigo y te entienda. Comunica la situación tal como es, sin exagerar ni minimizar. Si te corresponden unas vacaciones o necesitas un descanso porque te duele la cabeza dilo o si sientes que alguien te está solicitando demasiada ayuda explícale cómo te sientes. Es importante que al principio trabajes esta conversación para llegar a ser capaz de compartir lo que te está pasando y que otros puedan comprender mejor por qué se lo estás contando..

También es fundamental que, aunque haya días que tengas que empezar antes o terminar un poco después, en tu día a día definas un horario de trabajo que tenga un comienzo y un final definidos. Evita trabajar fuera de esas horas y establece límites en cuanto a responder correos electrónicos o mensajes después de la jornada laboral, dejando espacio para tu tiempo de ocio. Un truco: enfócate en tareas realmente importantes y significativas, determina qué tareas son urgentes y cuáles pueden ser delegadas o, incluso, eliminadas. A veces dedicamos demasiado tiempo a cosas que no lo merecen.