¿Qué cantidad de alcohol puedo consumir sin riesgos para la salud?

Los expertos nos explican si el riesgo cero existe y qué consumo de alcohol se puede considerar seguro

Por hola.com

Cada año se producen 3 millones de muertes en el mundo debido al consumo nocivo de alcohol, lo que representa un 5,3% de todas las defunciones, según la Organización Mundial de la Salud. Su consumo está vinculado a enfermedades como la cirrosis hepática y algunos tipos de cáncer y/o enfermedades cardiovasculares y también del desarrollo de trastornos mentales y comportamentales, incluido el alcoholismo. Por ello, los expertos son claros: no hay una cantidad mínima ni moderada que sea segura, señalan los médicos internistas de la Sociedad Española de Medicina Interna (SEMI), quienes recuerdan que "el riesgo cero no existe", y que esta sustancia puede tener serias consecuencias sobre múltiples órganos y sobre la salud en general. 

De hecho, ni siquiera puede considerarse cardioprotector, ya que el riesgo cardiovascular causado por el consumo de alcohol es mucho mayor que el pretendido beneficio cardiovascular. Por ello, los profesionales de la Medicina Interna destacan que el único consejo posible que se puede dar a la población es no consumir alcohol, en el caso de las personas que no se hayan iniciado en su consumo; beber menos, en el caso de aquellas que ya consuman alcohol; e, incluso, abandonar el consumo de alcohol.

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El problema del alcohol como adicción

Sin embargo, en España, se mantienen elevadas cifras de consumos abusivos del alcohol no solo en las comidas, sino también durante los fines de semana. Además, se mezclan diferentes tipos de bebida, se mezclan con otras drogas y la tendencia al alza del consumo de alcohol en atracón (binge drinking) se mantiene. Entre los jóvenes, casi la mitad de los estudiantes se han emborrachado en el último año y la tasa media de iniciación al alcohol se encuentra en los 14 años.

“El tratamiento de las adicciones presenta un gran reto social que desemboca una gran mayoría de las veces en lo que se conoce como patología dual, el desarrollo simultáneo de trastornos mentales, además de la adicción”, indica Pedro Neira, psicólogo especialista en adiciones de Clínica López Ibor.

Hay dos variables para tratar las conductas adictivas:

  1. La conciencia de problema: las personas, al consumir la sustancia, buscan una función en su vida que no están sabiendo cubrir de otra manera, comprendiendo el funcionamiento de estas conductas adictivas sin entrar en distorsiones o justificaciones que las mantienen.
  2. La motivación al cambio: tras haber tomado esta conciencia, generar y ver motivos razonables para llevar a cabo los cambios necesarios en el estilo de vida y la forma de interpretarla que dificulten la realización de dicha conducta y fomenten la funcionalidad y calidad de vida de las personas.

Pedro Neira comenta que “los efectos de todas las sustancias afectan de forma similar sobre nuestro sistema de refuerzos y castigos. O bien generan una gratificación, o alivian un malestar de forma inmediata. Por ello, es este uno de los motivos por los que pensar que los problemas de adicción no pueden verse como fenómenos aislados a una sustancia. Y por ello, es frecuente que las recaídas en este tipo de problemas no vengan con la conducta o sustancia que había generado problemas inicialmente. Por ejemplo, abandono el consumo de cannabis, pero comienzo o mantengo consumir alcohol, en este caso el alcohol puede convertirse en un sustituto y cubrir la función que buscaba en el cannabis y, por lo tanto, mantener e incrementar el consumo de esta sustancia que se percibe como menos nociva y facilitando la vuelta al consumo de mi sustancia inicial”.

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¿Qué efectos tiene sobre nuestro cuerpo y nuestra salud mental?

Cabe destacar que el alcohol se considera un depresor, afectando a nuestro sistema nervioso central. “Nuestro cerebro está protegido por una barrera (barrera hematoencefálica) que no permite el paso de los tóxicos desde la sangre. No obstante, la composición del alcohol, hace que este pase al cerebro de forma rápida. Las primeras estructuras afectadas se encuentran en la parte frontal del cerebro. El lóbulo frontal es el encargado de manejar la inhibición de los impulsos o la visión de futuro. Todo ello, unido al fácil acceso a esta sustancia, hace de ella la puerta de entrada a muchas recaídas y uno de los principales inicios de fracasos en el tratamiento de otras conductas adictivas” concluye Pedro Neira.

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