El níscalo es una de las setas más apreciadas de la cocina española y, cada otoño, se convierte en el gran protagonista de muchas mesas. Conocido también como robellón, rebollón, revollón, guíscano o pinetel, es fácil de identificar y su sabor intenso lo hace perfecto tanto para recetas sencillas como para elaboraciones más elaboradas. Eso sí, antes de cocinarlo requiere una limpieza cuidadosa para retirar toda la tierra y las impurezas que suele acumular.
En esta ocasión, los preparamos al horno, una de las formas más fáciles y saludables de disfrutarlos. Servidos como entrante o como guarnición para carnes y pescados, los níscalos asados mantienen toda su textura carnosa y su inconfundible aroma a bosque. Una receta de temporada que demuestra que, a veces, lo más simple es también lo más delicioso.
Cómo limpiar bien los níscalos antes de cocinarlos
Uno de los aspectos más importantes a la hora de cocinar níscalos es su limpieza. Al tratarse de una seta que suele crecer en pinares, lo habitual es que llegue a la cocina con restos de tierra, agujas de pino o pequeñas partículas que conviene retirar con cuidado. Para que la receta sea un éxito, sigue estos pasos:
- Evita sumergirlos en agua: los níscalos absorben líquido con facilidad, lo que hace que pierdan textura y sabor.
- Límpialos con un paño o un pincel de cocina: frota suavemente la superficie para eliminar la suciedad más evidente.
- Usa un cuchillo pequeño: retira las partes dañadas o muy terrosas del pie del níscalo.
- Si fuese necesario, pásalos bajo un hilo de agua fría: hazlo solo unos segundos y sécalos de inmediato con papel de cocina.
- No los limpies con demasiada antelación: lo ideal es hacerlo justo antes de cocinarlos para que no se estropeen ni se oxiden.
Con estos sencillos gestos, los níscalos quedarán perfectamente limpios y listos para prepararlos al horno, a la plancha o en guisos.